Campo de refugiados en Souda, en la isla griega de Quíos
REUTERS / ALKIS KONSTANTINIDIS
Actualizado: martes, 26 septiembre 2017 8:25

MADRID, 26 Sep. (Por Paula San Pedro, responsable de Incidencia Política para Acción Humanitaria de Oxfam Intermón) -

Hoy se termina el plazo que se dieron los miembros del Consejo Europeo para acoger a 120.000 refugiados que llegaban a las puertas de Europa. Sólo 27.695 han sido repartidos por los distintos estados miembros, un escasísimo 28%.

No sorprende ya esta paupérrima cuota de acogida. La Europa insolidaria, irresponsable e incumplidora se venía constatando a lo largo de estos dos años, y finalmente ahora se ha acabado de retratar. Pero viendo el preludio de cómo fue confeccionado este mecanismo era fácil predecir que este sistema estaba abocado al fracaso desde el inicio.

Fueron meses de negociación que se iniciaron con una cuota de 40.000 de carácter voluntario, que pretendía allanar el camino para crear un mecanismo permanente. Ante la continua llegada de personas a las fronteras europeas el verano de 2015, Donald Tusk inició un periplo de negociaciones para lograr el compromiso de los países miembros. No fue tarea fácil acordar un mecanismo de reparto de carácter obligatorio con una Europa profundamente dividida. Frente a Italia y Grecia, con el apoyo de Alemania, se encontraba el bloque del Este que se negaba a aceptar ningún mecanismo de esta índole. Finalmente se logró un acuerdo a pesar del voto en contra de estos países.

Pero las excusas, las ineficacias y especialmente la falta de voluntad política han sido las notas predominantes a lo largo de este tiempo. Y España ha sido un claro ejemplo de ello. Su tercer puesto a la cola simboliza la notoria pasividad de nuestro gobierno hacia sus obligaciones en la acogida de refugiados. Que países como Malta, Portugal o Chipre, con una renta per cápita inferior a la española, hayan superado con creces la cuota nacional es un reflejo de esa falta de voluntad.

NUEVA ESTRATEGIA

Pero, mientras la Unión Europea dejaba que este mecanismo fracasase evitando sancionar a los estados (a pesar de que tan sólo uno ha cumplido con su cuota obligatoria), ha puesto todo su empeño en cerrar fronteras para asegurar una reducción drástica en las llegadas. Y lo ha hecho pactando acuerdos con terceros países. Siguiendo la estela del Acuerdo UE-Turquía, han continuado con los países de segunda línea. Ahora le toca el turno a Chad, Níger o incluso Libia.

Y lo hacen de una manera más sutil. Ya no es la UE en bloque quien negocia, lo hacen los miembros más poderosos y lo hacen bilateralmente para que la capacidad de negociación de los africanos flaqueé nada más empezar. Las últimas reuniones en París y la próxima en Madrid son la nueva fórmula que tan eficazmente están utilizando.

Así pues, siguiendo con la lógica europea, bajará drásticamente el número de solicitantes de asilo llegados a Europa gracias a los acuerdos con terceros países que se encargarán de frenar (o al menos obstaculizar) su camino. Siendo así, los mecanismos de reubicación tendrán cada vez menos sentido, y mucho más los de carácter obligatorio. Cierran así perfectamente el círculo evitando que se vuelvan a repetir escenas como las del verano de 2015.

Pero con la gestión que ha hecho, la UE también ha mostrado su peor cara. Ha representado, en su conjunto, la insolidaridad y la irresponsabilidad dando la espalda a la mayor crisis de refugiados de la historia reciente. Ya quedó atrás cuando se le tachaba de ir contra los valores que le fundamentan. Ahora ya es un hecho que el viejo continente prefiere contratar a otros para que controlen los flujos migratorios, porque el dinero lo paga todo.

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