Los sueños rotos de los niños de la guerra

Niños en una escuela en KasaiMARIE DEL MUNDO/SAVE THE CHILDREN
Actualizado: sábado, 18 noviembre 2017 9:11

Para la mayoría de ellos, volver a la escuela es su mayor deseo y su mejor baza para un futuro esperanzador

MADRID, 18 Nov. (EDIZIONES) -

Imagina que tu casa es destruida en un bombardeo o incendiada. Imagina que tu padre o tu madre, o incluso ambos, son asesinados. Imagina que tienes que dejar de ir a la escuela, marcharte a otro lugar desconocido y volver a empezar de cero. Imagina que las bombas y los disparos no te dejan dormir y el miedo te provoca pesadillas.

Esa es la realidad para los millones de niños cuyos países están inmersos en conflictos provocados por los adultos pero de los que ellos son las principales víctimas.

Traumatizados, hambrientos y obligados a vivir en unas condiciones que suelen estar a años luz de lo que sería adecuado para ellos, estos niños ven truncados sus sueños y sus planes de futuro o, en el mejor de los casos, aplazados.

Las historias de estos niños de la guerra son todas muy parecidas y suelen tener un elemento común: su anhelo por recuperar la normalidad perdida, volver a la escuela, regresar a su casa o su localidad... En resumen, recuperar la infancia que algunos se empeñan en robarles.

Masegu, Tina y Kalonji son algunos de esos niños. A los tres les ha cambiado la vida el conflicto que estalló en agosto de 2016 en la región de Kasai, en el sur de República Democrática del Congo (RDC), una zona que hasta entonces había logrado mantenerse al margen de la recurrente violencia que azota al país. Y los tres tienen algo en común, han perdido a su padre a manos de milicianos.

"HAY DÍAS QUE NO COMO"

"Ahora soy huérfano, no tengo padre ni madre", cuenta Kalonji, que a sus 8 años tuvo que huir de su aldea junto con sus hermanos y caminar 72 kilómetros hasta encontrar un lugar seguro. Su mayor preocupación ahora mismo es qué llevarse a la boca. "Como tarde cada día y hay días que no como", cuenta. "Solo como flores u hojas de mandioca, el maíz no tiene flores", añade.

Kalonji también está tratando de retomar sus estudios, pero cuando uno ha tenido que escapar apresuradamente de su casa sin llevarse nada es difícil. "No hay dinero, ni comida ni libros. Necesito ropa, un uniforme, libros, unas chanclas y comida", subraya este pequeño que sin embargo aspira muy alto en la vida: "estudio para ser el director de la escuela".

Joan Marie del Mundo/Save the Children

Estudiar es también el mayor deseo de Masegu, que acude a una escuela en la que no hay ni pupitres ni sillas, salvo para aquellos que las traen de sus casas, y donde la mayoría de niños, como ella, no tienen libros y ni siquiera un cuaderno en el que tomar nota de lo que le enseñan.

"QUIERO SER PROFESORA PARA ENSEÑAR A OTROS COMO YO"

"Ahora solo quiero estudiar, con suerte tener unas chanclas y un uniforme y, si es posible, quizá un corte de pelo", confía a sus 11 años Masegu, que quiere llegar a ser profesora de francés para "enseñar a otros como yo".

La interrupción de la educación suele ser una de las principales consecuencias de los conflictos. En muchos casos, además, estas se convierten en objetivo o son usadas para refugiar a desplazados o por los propios grupos armados.

Joan Marie del Mundo/Save the Children

El impacto es patente en la escuela a la que acude Masegu. Según cuenta Albertine, su profesora, antes de que estallara el conflicto en Kasai tenían unos 600 alumnos. "Ahora solo tenemos unos 300". En muchos casos han perdido su documentación tras los ataques, especialmente entre quienes han tenido que huir. "Otros me cuentan que simplemente no tienen dinero para enviar a sus hijos de vuelta a la escuela", añade.

Tina es una de ellas. A sus 11 años ha visto cómo su vida cambiaba radicalmente. Ella, su madre y sus cinco hermanos viven actualmente con su tía en otra localidad. "Cocino cuando tenemos comida, también recojo agua y con el agua baño a mis hermanos pequeños", explica, subrayando que "no hay suficiente para comer".

Antes, todos los días había un plato de 'fufu' --comida tradicional compuesta de agua, maíz y mandioca-- en su mesa. "Ahora hay muchas noches que me voy a la cama con hambre", lamenta. "Pero hay algo que echo más de menos, ir a la escuela", asegura. Sin embargo, su madre y su tía no la dejan ir porque temen que le pueda pasar algo.

"No me siento cómoda aquí, prefiero mi antigua localidad", afirma, admitiendo que también echa de menos a su padre. Sin embargo, "mi madre ha decidido que no volveremos", añade, explicando que su padre fue decapitado y que su casa fue incendiada, como tantas otras en este conflicto.

Joan Marie del Mundo/Save the Children

"ME ESTOY CONVIRTIENDO EN INÚTIL PARA LA SOCIEDAD"

"Me temo que me estoy convirtiendo en inútil para la sociedad a medida que crezco", asegura Tina, que como muchos niños de la guerra ve un futuro incierto ante sí en el que no parece haber muchas oportunidades esperando.

Sin embargo, sigue soñando con ser enfermera algún día. "Quiero salvar vidas como las enfermeras que han salvado a mi familia cuando les han cuidado", asegura en el único momento durante toda la entrevista en el que sonríe.

Otro de los peajes que tienen que pagar los niños por ser víctimas y testigos de los conflictos es el trauma psicológico de ver lo que han visto. El comportamiento de Afnan, que ahora tiene 13 años, cambió radicalmente cuando ella y su familia tuvieron que instalarse en la provincia de Lahj, en el sur de Yemen, huyendo de los combates en su provincia natal, Taiz, hace dos años.

"TENÍAMOS MIEDO Y NO PODÍAMOS DORMIR"

"Teníamos miedo y no podíamos dormir cuando los enfrentamientos eran intensos", recuerda. Cuando la situación se complicó, su padre optó por huir, llevándose a las ovejas y el burro de la familia con ellos, pero pronto tuvieron que venderlos porque no tenían dinero. Ahora viven en una tienda de campaña improvisada en Tor Albaha.

"La conducta de Afnan cambió cuando llegamos aquí. Comenzó a pegar a sus hermanos y hermanas pequeños" y también jugaba con violencia con otros niños en los Espacios Amigos de la Infancia instalados en el campamento donde viven, cuenta su padre, Khalid.

Para Afnan, era especialmente importante volver a la escuela, pero la falta de documentos de identidad se lo ha impedido durante dos años. Ahora, gracias a Save the Children, está retomando los estudios y también está recibiendo apoyo psicosocial. "Su conducta ha mejorado, está comenzando a actuar como era antes", celebra su padre.

"Tengo nuevos amigos y estoy muy feliz de volver a la escuela. Ahora, puedo cumplir mi sueño de completar la escuela e ir a la universidad", afirma Afnan.

(Todos los testimonios de los niños han sido recabados por Save the Children)