Ouarzazate, la puerta a un reino de arena

Ouarzazate en 4x4
Foto: OFICINA TURISMO DE MARRUECOS
Ait Ben Haddou Kasbah de Telouet Lago Finl Desierto Viaje en dromedario Dunas Oasis Jaima
Actualizado: lunes, 31 marzo 2014 11:01

Por Marina García

   La ciudad de Ouarzazate, en Marruecos, es un punto y seguido antes de entrar en el fin del mundo, infinitos mares de arena. Lugar en el que arranca el desierto el Sáhara, esta fue siempre un cruce comercial para las caravanas, que llegaban sedientas desde el África negra con destino a Fez o Marrakech. Con una herencia de que desafía al tiempo, Ouarzazate ofrece en su zoco henna, dátiles, rosas, especias, Artemisa, piedra tallada y alfombras Taznakht.

   Desde Ouarzazate se invita al viajero a adentrarse en el 'gran sur', la región más meridional de Marruecos. Aquí los caminos y paisajes del Gran Atlas (el macizo más elevado del país) van cediendo ante las dunas, los paisajes lunares, los quebrados de roca y los místicos oasis. Es en este lugar donde comienza el desierto del Sáhara.

LA RUTA DE LAS MIL KASBAHS, UN DECORADO DE CINE

   Ouarzazate eligió su lugar en un cruce de caminos entre el alto Atlas, las extensiones desérticas que anteceden al Sáhara y los valles del río Drâa, el Ziz y el Dades. Siguiendo el cauce que discurre por este último, entramos en la ruta de las mil kasbahs, enormes ciudadelas fortificadas color ocre, construidas en adobe. No se deje engañar por lo sencillo de sus materiales.

   Destaca la kasbah de Taourirt, que se construyó en el siglo XIX para ser la opulenta residencia del pachá de Marrakech. Su exterior lleno de torres dentadas, esconde paredes ricamente decoradas con estuco que cuentan historias, maderas de cedro que huelen a los bosques del Atlas y una inmensa biblioteca. Otra de las más conocidas es la de Tifoultout, construida en el siglo XVII como residencia para los invitados del pachá de Marrakech.

   Pero si una destaca por encima de todas es la kasbah de Ait Ben Haddou, considerada patrimonio mundial por la UNESCO. Es una enorme ciudadela hecha a su vez de pequeñas kasbahs, y es considerada la más antigua, ya que data del siglo XI.

   Si vuelve a ver la película de 'Lawrence de Arabia' o alguna de 'Indiana Jones', fíjese bien en los decorados. ¿Le suena? El perfil que se ven en algunas de sus escenas es Ait Ben Haddou, que ha sido utilizada como plató de cine desde hace décadas. De hecho la ciudad de Ouarzazate, con un estudio de cine propio, ha sido y sigue siendo una de las localizaciones preferidas de Hollywood. Allí se rodaron películas como 'Gladiator' y 'El Reino de los Cielos'.

   Si quiere emprender la ruta de las mil kasbahs, quizás deba hacerlo en mayo, cuando en el valle Kalaat M'gouna se celebra el 'Moussem de las Rosas'. Durante la primera semana de mayo, las mujeres recogen al amanecer las casi 3.000 o 4.000 toneladas de rosa damascena, que alfombran en valle, para hacer la apreciada agua de rosas. Se cree esta flor fue introducida por los peregrinos que volvían de la Meca en el siglo X, y que a su paso por el valle se les caerían las semillas.

A LAS PUERTAS DEL DESIERTO

   El predesierto lo encontramos al salir de los valles por las gargantas del río Todra, también llamadas el Gran Cañón Marroquí por sus más de 300 metros de altura. Nada más dejar las gargantas, el viajero se encuentra con la ciudad de Tinghir, punto de partida de las expediciones que se adentran en el desierto en 4x4.

   Pero antes de avistar el Sáhara hay que tomar fuerzas en el oasis de Tafilalet, con más de 700.000 palmeras datileras. Abandonando la sombra, se emprende el camino hacia la ciudad de Merzouga, donde las carreteras dejan paso a las pistas de arena, hasta llegar a 'Erg Chebbi', un inmenso mar dunas de arena roja de 150 metros de altura, que cambian de forma al capricho del viento.

   Aquí es donde aparece uno de los mejores amigos que pueda uno conocer en su travesía por el desierto, el dromedario. Con sus 700 kilos de peso y una pose única para las fotografías, le evitará hundirse hasta las rodillas en sus paseos por la arena.

   Zagora y Tinfou son las paradas finales, a no ser que quiera seguir camino adelante hacia Tombuctú. Solo son 52 días de viaje a través del desierto, como reza el ya famoso cartel de la ciudad de Zagora. Tinfou sin embargo invita a parar, pues enclavada entre dunas parece que la ciudad está construida a las puertas del fin del mundo.

   Se pueden recorrer las enormes extensiones a pie, en bici de montaña, en dromedario o 4x4. Pero el reto es vivir por unos días al ritmo de los tuaregs, hombres azules del desierto, y renunciar a las pequeñas comodidades. Entre carpas berberiscas, imagínese un amanecer que arde sobre la arena, o dormir con las estrellas al alcance de la mano. Bienvenido al gran sur.

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