Los grandes oradores no destacan solo por saber expresarse correctamente. Lo hacen porque son sus palabras logran mucho más que llegar a los oídos del auditorio.
Madrid, 12 de Diciembre de 2017.- Para muchas personas dirigirse a un grupo es todo un reto. A otros no parece que esto les suponga un problema, porque empiezan a hablar y dan la sensación de estar hechos para eso. De un modo u otro, la comunicación verbal nos define como especie y nos diferencia del resto de seres vivos. Solo los seres humanos somos capaces de expresar conceptos abstractos e ideas intangibles a través del lenguaje.
Pese a todo, convertirse en un buen orador no es solo aprender a hablar o vencer el miedo a subir a un atril para expresar una idea. Tampoco los buenos conversadores pueden decir que son capaces de hablar en público de tal manera que consigan cambiar un punto de vista o despertar un pensamiento. Este es un arte que tiene nombre propio, y que como tal se merece un apartado independiente del resto de procesos de comunicación hablada.
¿Qué es la oratoria?
Según el significado básico de la palabra, denominamos oratoria a la habilidad de expresarse con elocuencia, de un modo que persuada a quien nos escucha acerca de un tema sobre el que estamos disertando.
El propósito de esta no es solo cambiar los puntos de vista de alguien. En realidad, lo que persigue es hacer ver que este punto de vista lleva a un bienestar general, a una situación que es provechosa para todo el que escucha. De ahí que se hayan creado técnicas con las que llegar a ser un orador elocuente, capaz de ir más allá de las palabras.
Dónde y cómo surgió
Aunque su origen se ubica en la isla de Sicilia, el desarrollo de estas técnicas se las debemos a la Grecia clásica, donde se empezó a usar para destacar en cargos de poder. En principio se llevó a cabo por profesionales que redactaban los discursos, aunque Sócrates fundó en Atenas una escuela dedicada a la oratoria de una forma más general.
En Roma se perfeccionó el arte, sobre todo a manos de Cicerón, del que se pueden encontrar casi todos sus tratados. Sin embargo, al estar bajo la figura del Emperador, su escasa utilidad para la política hizo que pasara por una época en la que apenas se utilizaba. Aunque encontró en la literatura un medio para sobrevivir.
En la actualidad, esta forma de expresión oral vuelve a tener tanta o más importancia que cuando surgió. Aunque han aparecido variaciones y a menudo se confunde con el carisma o incluso la demagogia, es importante saber que la oratoria es mucho más que simplemente hablar con convicción.
Algunas claves para trabajar la oratoria
Ser un orador persuasivo no es algo innato. Es cierto que algunas personas muestran un mayor talento natural que otras, pero todo el mundo puede aprender a expresarse con seguridad y convicción, de un modo fluido y comprensible. También lo es el hecho de que hay gente a la que le cuesta mucho más conseguirlo, en parte porque sienten un temor a dirigirse al público que les bloquea mentalmente.
La principal clave para trabajar en este sentido es enfrentarse a este miedo. Para lograrlo, lo mejor es exponerse de forma continuada a eso que causa tanto temor. Ya que se ha comprobado que el miedo se atenúa e incluso llega a desaparecer cuando se actúa así. Evidentemente las primeras veces habrá que trabajar más para evitar que nos domine. Pero si se enfrenta, con el tiempo este escollo habrá desaparecido.
Los nervios son el segundo factor que puede impedir ofrecer un discurso de calidad. Para aliviarlos, nada mejor que hacer respiraciones profundas que oxigenen el cerebro. De este modo además de relajarnos conseguiremos tener las ideas más claras y un mente despejada.
Aprender de los errores es otra clave importante. Los grandes oradores son conscientes de que pueden equivocarse. O de que algo puede surgir de improviso, dejando de funcionar algún recurso de apoyo o no entrando a tiempo. La diferencia entre estos y quienes no consiguen mejorar su oratoria es que aprenden a utilizar experiencias negativas como herramienta en el futuro. La experiencia se consigue a través de un proceso de aprendizaje continuo y la aceptación de que nunca se llega a la perfección absoluta.
Los entrenamientos también ayudan a mejorar. Una sesión individual de oratoria es un recurso que han utilizado la gran mayoría de oradores. A través de estas se pueden trabajar aspectos concretos de cada caso, potenciar los que ya están en buenas condiciones y crear prácticas de ensayo en las que preparar un tema en concreto o desarrollar las habilidades de forma general.
La naturalidad, esencial para una buena oratoria
Uno de los principales defectos que destacan en un orador es la falta de naturalidad. No es un problema que afecte solo a quienes están empezando, ya que hay quienes llevan muchos años en esto pero no despliegan todo su potencial porque no se muestran como son. Al público se le llega siendo uno mismo y no tratando de imitar a otros.
Está bien estudiar a grandes oradores, aquellos que han conseguido a lo largo de la historia persuadir con sus palabras. Pero no es positivo convertirse en un imitador. De hecho, quienes saben utilizar la oratoria son aquellos que se expresan con naturalidad, sin miedo a mostrarse tal cual son.
¿Tienen relación el carisma y la oratoria?
Es importante saber diferenciar entre quien tiene carisma al hablar y quien ha logrado desarrollar una buena oratoria. Es cierto que el orador carismático puede ser persuasivo, pero sus efectos se diluyen cuando aparece alguien con más carisma que él. En cambio, si se da un discurso realmente bueno, que cale en la mente del auditorio, difícilmente podrá llegar alguien tratando de derrumbar los razonamientos.
Además, no hay que confundir el carisma con hablar alto. Hay quien piensa que por exponer su mensaje en alta voz está mostrando carisma, cuando en realidad puede estar generando en el auditorio incluso un efecto contrario.
Autor: Pedro Fernández
Empresa: OlimpoMarketing
