Actualizado 25/07/2016 11:02

31 años desde que Rock Hudson pusiera rostro al SIDA ante el mundo entero

Rock Hudson
GETTY

MADRID, 25 Jul. (OTR/PRESS

La mayoría de los jóvenes seguro que desconocen quién fue Rock Hudson. Son los mismos jóvenes que se han acostumbrado a convivir con el SIDA como una enfermedad que si bien no se cura, tiene tratamiento como otras muchas.

Rock Hudson fue mucho más que un actor famoso del Hollywood de entonces, un hombre impresionantemente guapo y el galán de galanes. Fue, ni más ni menos, quien puso cara y dio visibilidad al SIDA; una enfermedad de la que se desconocía casi todo y podía afectar a cualquiera: ricos, pobres, famosos, o desconocidos. Descubrir que padecía la enfermedad un conocido actor fue un shock para la sociedad de los 80', en un contexto en que había quienes consideraban el SIDA como un castigo divino.

Un 25 de julio de hace 31 años, en 1985, la revista Variety publicaba que el actor, ya muy enfermo, padecía la enfermedad a la que se había puesto nombre tan sólo un año antes. Se conocía también su homosexualidad, ocultada por los estudios de Hollywood para no dañar su imagen de perfecto galán. Le obligaron a casarse con su secretaria, aunque en los círculos cinematográficos sí era conocida su tendencia sexual.

En 1985, cuando se hace público que Hudson tiene SIDA ya habían fallecido, sólo en EE.UU, más de 20.000 personas en lo que entonces se llamaba el "Cáncer de los Gays" o la "Peste Rosa". Aunque en un principio el actor lo negó, lo acabó reconociendo unos días más tarde. Su muerte, en octubre de 1985 convulsionó el mundo, al morir de una enfermedad de la que se temía todo y se conocía casi nada.

Los inicios del virus VIH datan de los años 80 cuando aparecen varios casos de neumonía y de una variante de cáncer de piel (sarcoma de Kaposi) - . La mayoría aparecen en pacientes homosexuales, con otras patologías crónicas y los médicos empiezan a detectar la capacidad de la enfermedad para destruir los sistemas inmunológicos de los afectados.

Entonces el virus no se llamaba aún VIH, ni la enfermedad SIDA, se conocía desgraciadamente por nombres no tan científicos porque se asociaba a la aparición de manchas rosáceas en la piel y a la tendencia homosexual de la mayoría de infectados.

Esta idea se extendió erróneamente. Hay quien dice que hasta que no se supiera bien qué causaba la infección no querían alarmar a la población, porque no había cura. Todos fallecían. Lo cierto, no obstante, es que ya había casos detectados en mujeres heterosexuales, en drogadictos que se inyectaban y en receptores de donaciones de sangre.

Ya en 1984 la enfermedad se considera un epidemia y se barajan teorías para nada científicas que asociaban la enfermedad prácticamente a castigos divinos al asociarse al abuso de drogas, como el Popper, o a la actividad sexual con distintas personas.

Ese mismo año, dos científicos franceses, del Instituto Pasteur, aíslan el virus y logran desarrollar un anticuerpo para identificar a los infectados, por lo que conseguirán el Premio Nobel, junto a otro investigador.

El miedo al contagio, a lo desconocido, a las consecuencias que traía consigo supuso algo incluso peor que contraer la enfermedad. Supuso el aislamiento social de los enfermos. Rock Hudson, quien visibilizó al mundo esta pandemia no pudo ver cómo fueron despreciados y tratados quienes sufrían este mal.

El resto de infectados fueron prácticamente aislados de la sociedad, incluso por amigos y familiares. El terror al contagio era fruto también de la ignorancia, porque lo cierto es que no se sabía cómo se contraía en virus. Niños que se quedaban sin poder ir al colegio porque otros padres se negaban a que sus hijos compartieran pupitre con niños infectados, muchas personas expulsadas de sus trabajos de la noche a la mañana, ante la simple sospecha... Existía la falsa creencia de que cualquier contacto podría suponer un contagio.

La plaga se extiende por el mundo sin control y se convierte en una de las más devastadoras del siglo. Todos los continentes ven como se extiende la enfermedad por desconocer cómo se contagiaba, métodos de prevención, acciones de riesgo a evitar e incluso los síntomas.

Finalmente se consigue saber cómo se transmite. No es el aire, ni un roce de piel, ni un estornudo, ni las lágrimas. Algo que ahora nos puede parecer de risa porque ya sabemos mucho más del SIDA pero que nada tenía de gracioso. Sin duda no lo fue para los excluidos del sistema.

La sangre, los fluidos (Semen y secreciones Vaginales) y la Leche Materna eran las formas de contagio o transmisión del virus y para que existiera el contacto era y es necesario que el VIH entre en el flujo sanguíneo.

Cuando se descubre cómo se contagia se pueden poner los medios, al menos en los países del primer mundo porque explicar en lugares remotos de África o Asia que las prostitutas debían practicar el sexo siempre con preservativo era pedir peras al olmo. Allí la enfermedad sigue extendiéndose y además no disponen de los tratamientos.

El mundo científico y los grandes laboratorios farmacéuticos se centran entonces en buscar tratamientos que ayuden a evitar la muerte de los infectados. Aparecen los antirretrovirales, que si bien no curan la enfermedad de manera definitiva, sí la convierten en crónica. En el tercer mundo, sin acceso a estos tratamientos, siguen muriendo.

Rock Hudson fue el primer famoso en visibilizar el SIDA pero le seguirían muchos más artistas conocidos como Fredy Mercury, entre otros, y muchos, muchísimos rostros que no copaban portadas de revistas.

Para todos los olvidados, para quienes fueron aislados, a quienes acusaron de viciosos y a todas las víctimas que hoy siguen invisibles en el tercer mundo que sepan, allá donde se encuentren, que se sigue luchando por encontrar una vacuna definitiva que elimine el SIDA del planeta. De todos dependerá que esa vacuna llegue a todos los rincones del globo. Tengan o no dinero. Sean o no importantes en el Ecofin o en las acciones bursátiles. La vida vale lo mismo en Europa que en Africa.