Actualizado 31/05/2017 10:28

Taxi y siglo XXI

MADRID, 31 (OTR/PRESS)

Tengo una hija periodista que para hacer un reportaje de investigación sobre el sector del taxi, se hizo pasar el otro día por una turista americana que no hablaba español, y cogió distintos medios de transporte para llegar a lugares alejados del aeropuerto de Madrid Adolfo Suárez. La conclusión es que ningún taxista intentó llevarle por un recorrido más largo y todos respetaron escrupulosamente la tarifa plana de los 30 euros.

En cuanto a Uber y Cabify también cumplieron su cometido, no aceptaron que se les parara en la calle si no tenía contratado el servicio a través de su aplicación y los precios, eso sí, eran en general 10 euros menos que el de los taxis.

La conclusión pues del reportaje es que todos cumplieron correctamente con su trabajo, aunque en el tipo de servicios había diferencia y no solo en el precio sino en la calidad del mínimo. Mientras la limpieza de los taxi y la higiene personal de los taxistas, en algunos casos, era manifiestamente mejorable, en los vehículos con conductor iban todos con traje y corbata y los vehículos estaban impecables, además de contar con Wi-Fi gratis y revistas para hacer más corto el camino. Si en cualquier negocio la calidad del servicio cuenta en esto también y hay que reconocer que, aunque no se puede generalizar, en los servicios del taxi conviene aplicarse aquello de "renovarse o morir" y a veces para hacerlo es muy bueno que exista competencia.

En España hay 67.089 licencias de taxi y 5.890 de VTC, según el Ministerio de Fomento. Es decir: un vehículo de alquiler con conductor por cada 11 taxis. Sin embargo, en algunas provincias esta diferencia se reduce: un VTC por cada siete taxis en la provincia de Madrid, uno por cada cinco en la provincia de Málaga y un vehículo de alquiler con conductor por cada tres licencias de taxi en Cantabria. Según la ley de transporte, debería haber uno por cada 30 taxis, aunque matiza que "las comunidades podrán modificar la regla de la proporcionalidad".

Aunque los taxistas tienen razón, cuando apelan al cumplimiento de la ley, lo cierto es que las formas en que se está manejando el asunto dejan mucho que desear. Ya no solo porque un día sí y otro también aparezca algún vehículo con conductor apedreado, manchado de pintura, con las puertas arrancadas, la ruedas pinchadas, o en los casos más graves se hayan producido incendios intencionados en sus talleres, si no porque no se puede apelar a la falta de seguridad de los viajeros y meter el miedo en el cuerpo para evitar la competencia si ésta es legal y está perfectamente aceptada.

Sea como fuere "la presencia cada vez mayor de estas plataformas en España ha agudizado el conflicto con los taxistas. Ambos negocios precisan de licencia, pero las de taxi valen unas tres veces más, porque los VTC tienen ciertas limitaciones. En Madrid, por ejemplo, los anuncios de los taxistas que buscan jubilarse indican que traspasan sus licencias por entre 150.000 y 170.000, aproximadamente. Los anuncios de VTC, más escasos, hablan de cerca de 40.000 euros", se recogía ayer en los periódicos.

La diferencia entre licencia de taxi y la de conductores es que no pueden captar clientes por la calle, ni salir del coche a buscarlo ni repartir panfletos publicitarios para ganar clientes.

Más del 90% de los usuarios del taxi procede de la captación en la calle y aunque cada vez se está introduciendo más el servicio telemático de petición de taxi, lo cierto es que con buena voluntad y siempre cumpliendo la ley podrían operar todos sin problema.

Un ejemplo de la crispación que provoca este asunto es que ayer mismo coincidiendo con la huelga de taxistas las redes ardieron por un tuit que publicó Risto Mejide en el que se podía leer "@ristomejide Medidas del XIX para protestar contra negocios del XXI. Resultado: hoy los taxistas les regalan todos sus clientes a Uber y Cabify". Tal vez la afirmación tenía un punto exagerado pero mucho de cierto. O los taxistas se ponen las pilas o lo van pasar mal porque no se pueden poner puertas al campo y si la competencia, cumpliendo la ley, ofrece un mejor servicio y más barato sus reivindicaciones por mucho que sean razonables caerán al final en saco roto.

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