Publicado 09/07/2017 08:00

Siete días trepidantes.- Rajoy no es un melómano. Ni un cotilla.

MADRID, 8 Jul. (OTR/PRESS)

Los medios españoles han dedicado esta semana mucha más atención al encuentro entre el presidente del Gobierno y el líder de la oposición que a la 'cumbre de la entente', glub, entre Vladimir Putin y Donald Trump. Es la vieja máxima periodística que aconseja valorar más lo más cercano y lo interesante sobre lo verdaderamente importante. El caso es que las imágenes de la violencia antisistema -duramente reprimida_ en la 'cubre' del G-20 en Hamburgo, es decir, la 'otra' Europa, han ocupado menos parte del tiempo de los noticiarios que los dimes y diretes acerca de qué se dijeron en verdad Mariano Rajoy y Pedro Sánchez sobre aplicar o no el traído y llevado artículo 155 de la Constitución a los díscolos catalanes de la Generalitat que quieren, a toda costa, celebrar el referéndum secesionista el próximo 1 de octubre. Y mientras, Trump y Putin -glub, repito-, arreglando, es un decir, lo de Siria, total naderías, que aquí importa más Soria que Siria.

Los países, cuando se distraen -mire usted el caso de Gran Bretaña, sin ir más lejos_, comienzan su carrera hacia el despeñadero. Y en España, la España del crecimiento récord (y de las desigualdades más desiguales) en Europa, temo que nos estamos distrayendo muy mucho con esto de Puigdemont y Oriol Junqueras. Andan perdidos en lo legal y en lo real, culminando los históricos despropósitos de la corrupta política catalana, que se corresponden con los despropósitos, desaciertos y encogimientos de hombros del Gobierno central a la hora de afrontar el 'tema catalán'.

Nos distraemos en la verborrea de palabras oficiales, como la comparecencia ante un foro periodístico de los tres ex presidentes del Gobierno vivos, Felipe González, Aznar y Zapatero. Compusieron la escena del sofá, haciendo ver sus acuerdos fundamentales acerca de cómo tratar lo de Cataluña, pero sin ofrecer ni una sola salida concreta, ni una sola autocrítica a lo que cada uno de ellos hizo y dejó de hacer. Los "tres muertos vivientes", los llamó, en un diario barcelonés, una descarada columnista y ex política entregada rabiosa y algo descerebradamente al independentismo. Bastante injusta esta calificación de la columnista ex, que a veces tanto González como Aznar, entregados al lucro privado, habrán merecido, pero no ahora: creo que, con su reunión de sonrisas y acuerdos en la víspera del encuentro entre Rajoy y Sánchez en La Moncloa, rindieron un servicio a España. Marcaron a sus sucesores, pero no amigos, el camino a seguir: buen talante y apretón de manos firme, como si fuese sincero. Distracción, pura distracción del, que, repito, forma también parte de la insoportable levedad del ser de la política.

Y es eso precisamente lo que parece -parece- que Rajoy quiso evitar en Hamburgo, declinando asistir a la 'parte social' de la 'cumbre' del G-20, consistente en un concierto de la Filarmónica del Elba y a una cena posterior, con esposas, las que hasta la ciudad alemana viajaron, capitaneadas por el indudable magnetismo de Melania Trump. Cualquier melómano, cualquier amante de la arquitectura -el edificio, inaugurado en enero, es verdaderamente sorprendente-, cualquier curioso, hubiesen dado no poco por asistir al concierto y, claro, a la cena, donde verdaderamente hablan los mandatarios de cosas interesantes y relajadamente: una enorme oportunidad de acercamiento y cotilleo, lo que en política cuenta mucho.

Pero Rajoy y la cercanía, o el chau chau, o, ya que estamos, la música, parece que son cuestiones distintas y distantes. Ni es melómano, ni arquitecto, ni cotilla. Ni se distrae: se quedó en el hotel, "trabajando por España", según comentó, festivamente, una periodista española que siguió la 'cumbre'; una periodista radiofónica malvada que no olvidó, por cierto, mencionar que a aquellas horas televisaban el partido de Rafa Nadal. Ya digo: en Soria y no en Siria. Menuda semanita: otro día -no dude usted de que habrá oportunidad, porque el ministro será noticia- les hablo de Montoro, que esa es otra.

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