Publicado 20/09/2018 08:00

Victoria Lafora.- El circo

MADRID, 20 Sep. (OTR/PRESS) -

La comisión parlamentaria que investiga la financiación ilegal del Partido Popular tuvo el martes su día circense. El "artista" invitado, el ex presidente José María Aznar, concitaba tal curiosidad que se cubrió el aforo y se cumplieron todas las expectativas de ardor guerrero. Esta comisión que ha obtenido, de momento, magros resultados en la averiguación de la trama corrupta que desvió dinero público a las arcas del PP, tiene el dudoso honor de contar entre sus diputados con lo más granado de la oratoria zafia y faltona del Congreso.

El martes se buscaba el espectáculo, la chulería y el ajuste de cuentas pendientes más que la búsqueda de la verdad a la que están obligadas sus señorías. El resultado fue una sesión banal, con lenguaje tabernario, y de donde José María Aznar se fue tan contento, sin haber aportado ni un solo dato de quien fue el responsable de que la corrupción se enseñoreara en sus siglas, afectando no solo a la estructura municipal sino a la autonómica y la nacional. En resumidas cuentas: no se dignÓ a explicar cómo no se dio cuenta de que su partido era un lodazal.

No es que se le permitieran las continuas evasivas y la negación de la evidencia, condenada en sentencia judicial, es que la impericia de los representantes de la oposición le permitió explayarse en ese tono perdona vidas que hace las delicias de sus fieles. No solamente negó cualquier responsabilidad en que un tal Correa, a quien no tiene el gusto de conocer pero que fue invitado a la exclusiva boda de su hija, campara a sus anchas en la sede de Génova 13, sino que no se arrepiente de nada ni tiene porque pedir perdón. Debe pensar que, como en tiempos del Caudillo, los gobernantes solo dan cuenta ante Dios y ante la historia.

Pero, ¿alguien esperaba que el diputado de ERC, Gabriel Rufián, que ha convertido el parlamentarismo en una ostentación de camisetas con mensaje varios y objetos variopintos, acompañados de exabruptos, fuera a conseguir una confesión de Aznar?

Pablo Iglesias, que tampoco se caracteriza por su verbo templado o su habilidad dialéctica, cuando hay que utilizar la mesura y la habilidad política, si se esforzó, en esta ocasión, en retomar el sentido de la comisión de investigación para obtener la información que reclaman los españoles sobre el origen de la etapa más corrupta de la democracia. No logró su propósito pero fue quien con más eficacia puso al descubierto la indignidad y las falsedades del investigado.

Es también sorprendente que el presidente de la comisión, el diputado canario Pedro Quevedo, permitiera al representante del PP, que se negó a hacer preguntas, soltar un discurso interminable sobre la "honradez" del PP y sus dirigentes, obviando que una parte importante de los que acompañaron a Aznar en el Gobierno y en el partido están incursos en gravísimos procesos judiciales. El portavoz socialista Simancas, con su escasa efectividad oratoria, no irritó al compareciente pero tuvo que sufrir su condescendencia. Poco le faltó a Aznar para recordarle que su amiga Esperanza Aguirre le birló la presidencia de la Comunidad de Madrid por las malas compañías.

Lo malo, lo grave, es que resulte jocoso que el Parlamento se convierta en un circo y que los diputados que cobran del erario público hagan tan pobre servicio a la democracia; porque Aznar, por suerte, ya no va a volver.

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