Publicado 29/04/2016 11:55

El líder, en la crisis ha de serlo y parecerlo, sino acabará siendo villano

Antonio Sola
REMITIDA

   Por Antonio Sola (OTR/PRESS)

   659 muertos, más de 4.600 heridos y más de 100 desaparecidos. Éstas son las dramáticas cifras que puedo recoger en el momento de redacción de este artículo, tras el terremoto de 7,8 en la escala Richter que, el pasado 16 de abril, asoló Ecuador. Estas cifras lo convierten en el seísmo más sentido en casi 40 años y, tristemente, lo encumbran como el más duro desde 1987.

   Vivo en Ecuador. Aquí he enraizado mi vida junto a mi mujer, mi familia política, y tantos y tantos amigos. Amo esta tierra. Y, por ello, quiero dedicar estas primeras líneas a homenajear a todas estas víctimas anónimas, a sus familias cuyos cimientos han sido segados antes de tiempo, y a todos los héroes que están ayudando desde Ecuador y desde todos los puntos del mundo. A ellos, toda mi solidaridad y cariño.

   Un terremoto conlleva una crisis; una crisis devastadora e inevitable, pero no imprevisible, y, por tanto, gestionable. Al hablar de gestión de crisis en términos de estrategia de comunicación y marketing político, en el imaginario colectivo, es inevitable que broten palabras como corrupción, atentados, accidentes, etc.

   Sin embargo, nuestros mandatarios se enfrentan, también, a crisis provocadas por la sabia y, tantas veces, cruel naturaleza. Este tipo de desastres conforman otra tipología de crisis, en las que el político puede salir reforzado como líder, o maltrecho como villano.

   Aunque pueda parecer obvio, en momentos, donde la información es confusa, donde la rumorología puede salir a la luz, donde reina el caos, es donde el mandatario debe ser y ejercer de líder, debe ser el eje que actúe, tranquilice y dé serenidad.

   Recientemente, en Bélgica, escuchábamos al primer ministro, Charles Michel, señalar: "temíamos un atentado terrorista y sucedió", una frase que provoca en mi mente la pregunta "¿y qué habéis hecho para evitarlo?". Esta cita, aparentemente, inofensiva puede dar muestras de inactividad ante algo probable; puede ser síntoma de la desorganización sobre la que tanto se ha acusado al País Bajo, y que ya los mantuvo en alerta máxima el pasado noviembre durante una semana, inoculando miedo en la población, en vez de seguridad.

   "La mujer del César no solo debe ser honrada, sino además parecerlo", y al líder, le pasa lo mismo. Ha de serlo y parecerlo. Pero ¿y esto que parece tan fácil como se consigue sin dejarse llevar por la vorágine? El mejor mecanismo radica en una óptima preparación previa y en no perder el foco del objetivo fundamental: frenar la emergencia e intentar paliar sus consecuencias.

    La clave para una comunicación eficaz de la crisis es estar preparado antes de que ocurra. Una vez que suceda una emergencia, hay poco tiempo para pensar. Asimismo, es imprescindible estar pendiente del componente psicológico que la acompaña. De esta forma, asumiremos, mediremos y afrontaremos las distintas etapas que se producen, y que coinciden con las cinco fases del duelo descritas por la doctora Elisabeth Kübler-Ross (negación; enfado; negociación; dolor y aceptación).

   Volviendo a Ecuador, es necesario detenernos en las repercusiones del seísmo. El terremoto ha afectado a seis provincias, en las que se ubican zonas turísticas y de playa, fundamentales para la economía, con daños, que, en algunos puntos, suponen hasta el 85% de destrucción en infraestructura, según datos oficiales.

   Toda esta reconstrucción conllevará miles de millones de dólares, en un país que, según datos del Banco Mundial, cuenta con una tasa de incidencia de la pobreza del 23,3% en 2015, tasa que creció ligeramente sobre el 22,5% de 2014, debido a un incremento de la pobreza rural que pasó del 35,3% al 39,3%.

   Los escombros y el hedor llenan las zonas afectadas. Familias sin techo, y con mucho miedo y desesperanza se agolpan en las calles. Asimismo, y además de soportar con angustia numerosas réplicas, la ya vulnerable población está amenazada por una crisis sanitaria, debido a los problemas en el suministro del agua y al calor, especialmente en la provincia de Manabí, que está acelerando la descomposición de los cadáveres. También, se suman los problemas en el manejo de las ayudas, que se complican a la hora de repartir víveres.

   ¿Cómo está siendo, en este contexto, la comunicación de crisis del presidente, Rafael Correa? Con el ejemplo del mensaje a la nación del presidente, Rafael Correa, del pasado 20 de abril, podemos vislumbrar tanto prácticas positivas como negativas en comunicación de crisis.

   Como puntos fuertes, destaca la cuidada escenografía donde no faltaban la bandera nacional y la banda presidencial, y un conciso discurso de 6 minutos de duración, en el que repasó los logros, apeló a la voluntad del pueblo ecuatoriano, felicitó al personal de rescate y a los médicos, y agradeció la solidaridad nacional e internacional. Hasta aquí, todo en línea con las recomendaciones estándar de este tipo de mensajes, a excepción, quizá, de una pose demasiado sonriente de Correa.

   Sin embargo, el Presidente ecuatoriano aprovechó para anunciar el uso de los poderes especiales que posee para decretar medidas especiales, al estar Ecuador en estado de emergencia nacional desde la noche del sábado. Éstas pasan por un aumento de los impuestos y otro tipo de contribuciones. Como ejemplo, incrementará en 2 puntos el impuesto al valor añadido durante un año, y estableció aportaciones sobre el sueldo de manera que "si se gana mil se contribuirá un día, tan solo un mes; si se gana 2.000, un día durante dos meses; hasta quienes ganamos más de 5.000 que contribuiremos un día durante cinco meses".

   He aquí los principales puntos débiles de su intervención, en la que se aprecia una falta de empatía y de liderazgo, ambas ensombrecidas por tintes dominantes y que, apenas, resultan convincentes al referirse a sí mismo (al cobrar más de 5.000 dólares). Estoy seguro y, así, lo están demostrando, que los ecuatorianos quieren contribuir a esta reconstrucción, pero se merecen y hubieran agradecido alguna medida de austeridad que significase un alineamiento entre el Gobierno y el pueblo, en lugar de una carga extra a la ciudadanía.

   De nada sirve apelar a la unidad como hacía Correa: "es tiempo de consolidarnos definitivamente como sociedad. El dolor de uno es el dolor de todos", si no se acompaña de acciones que permitan que los ciudadanos sientan esa unidad con el Gobierno.

Antonio Sola. Socio de OstosSola