Zaragoza.- La muestra '50 años de arte moderno español' reúne en Ibercaja 35 obras de Miró, Tápies o Dalí

Actualizado: viernes, 20 octubre 2006 16:35

ZARAGOZA, 20 Oct. (EUROPA PRESS) -

La muestra "50 años de arte moderno español", de las colecciones Tous-Godia, que puede verse desde hoy y hasta el 17 de diciembre en el Centro de Exposiciones y Congresos de Ibercaja de Zaragoza, reúne treinta y cinco obras de Joan Miró, Antoni Tápies, Josep Guinovart, Salvador Dalí, Jaume Plesa, Luis Feito o Manolo Valdés, entre otros artistas que trabajaron entre 1930 y 1980.

El responsable de Exposiciones de Ibercaja, José Luis Lasala, indicó que "esta muestra corresponde a una reflexión que conviene hacer sobre el coleccionismo en España, sobre el esfuerzo que ha hecho mucha gente que ha demostrado un amor al arte mucho antes de que la iniciativa pública en España prestara atención a lo que es el arte contemporáneo".

Entre las piezas que pueden observarse en esta muestra, se encuentran óleos, pintura y dibujos que presentan una gran heterogeneidad en las propuestas, lenguajes, técnicas y materiales empleados. Las obras proceden de las colecciones particulares de Rafael Tous y Carmen Godia.

El comisario de la exposición, Arturo Novallas, dijo que "se ha tratado de buscar un esquema y una línea de continuidad", y que por ello, la colección aunque "tiene dos puntos de partida diferentes que confluyen en un mismo sistema visual". La colección de Tous, según Arturo Novallas, "es de compromiso más cercano a los movimientos políticamente enfrentados en su momento", mientras que la de Carmen Godia "busca más la estética de la obra que da el placer de su contemplación".

DE LOS AÑOS 30 A LOS 80

Los dos cuadros más antiguos pertenecen a Joan Miró (1936) y a Joaquín Torres García (1938). Ambos artistas lo que pretenden en sus obras es dar respuesta a una cuestión planteada en su tiempo, como fue la necesidad de narrar la cotidianeidad con un lenguaje vivo, activo, que implicó compromiso y acción. Francisco Bores no quiso lanzarse al abismo de las significaciones pero sí aportó el frescor de la modernidad a las imágenes. No fue ésta la actitud de Salvador Dalí ya que con sus imágenes surrealistas transcodificaron todo lo representado, donde lo visto no es lo que se muestra sino lo sentido.

Fernando Zóbel, ya desde otro entorno, optó por una expresión directa semejante a la de la caligrafía. Joan Josep Tharrats seguía esos mismos derroteros de un arte que fuera sin significado comprometido con las circunstancias ya que las formas son suficientes para transmitir los ímpetus y las sensaciones. El mismo sendero seguiría Albert Ràfols Casamada, que escogió esa plasmación, visión directa de la sensibilidad, al verificar que al perder la anécdota las obras muestran el equilibrio entre lo que es y lo que se percibe.

Antoni Tàpies es uno de esos seres que atraviesan el mundo como si estuvieran poseídos de una rabia sentida procedente de una causa desconocida y que su necesidad vital es la de ponerla de manifiesto, plasmarla. Ésta sería la filosofía implícita en el grupo Dau al Set, que compartió con otros coetáneos suyos, como Modest Cuixart o Joan Ponç, en sus comienzos.

Josep Guinovart, nacido para la expresión plástica, enseguida encontró en lo real la médula de lo que debía ser la justificación de su obra, la calle, el entorno, en el sentido de acontecimiento y de circunstancia que disfrazaría, alteraría o camuflaría su contenido.

Manolo Millares trasladó la oscuridad mental del momento a sus monumentales arpilleras, hechas con harapos negros y manchados de rojo y blanco. Con otro lenguaje, no menos efectivo pero tal vez más sutil y delicado Luis Feito elaboró sus ensamblajes amorfos, tupidos y sombríos con alguna que otra claridad. También Manuel Rivera buscó la manera personal de contar su visión y sentimiento del mundo. Rafael Canogar, que como los anteriores formó parte del grupo contestatario El Paso, optó circunstancialmente por un tipo de formalismo altamente simbólico, otorgando valores plásticos a la realidad de la cotidiana represión policial ciudadana.

A Eduardo Arroyo le gusta más el realismo sintético de impacto por la imagen directa y sin remilgos de fidelidad natural; lo que importa es que la obra realizada incida en la mentalidad de quien la observa, que se dé cuenta inmediatamente de a qué mito alude.

En el último tercio del siglo XX, el tachismo informalista, el expresionismo dramático y el conceptualismo dieron paso a una nueva tendencia que recogía el pulso de la realidad colectiva con un lenguaje de consumo rápido. Equipo Crónica cumplió con este cometido. Se trataba de un grupo activo de artistas que más que copiar los acontecimientos lo que hacían era otorgarles imagen, hacerlos accesibles a la comprensión. Del Equipo Crónica surge después la escueta personalidad de Manolo Valdés.

En esa presentación de arte contemporáneo, el salto del Rubicón de intencionalidad y de formas lo aportó José María Sicilia y, desde una de las vertientes de la expresividad dramática, Jaume Plensa, que aparentemente no es un formalista pero sus recursos sucesivos se acercan mucho a este planteamiento.

Se cierra esta exposición en torno a la sensibilidad estética de un país, el trabajo de Miquel Barceló. Su obra se halla también instalada en esa gran lucha de cambio de concepto del soporte de la obra de arte y vacila entre los vericuetos de sí el formalismo es suficiente para el goce estético o bien hay que aportar conjuntamente al signo formal la ineludible información social o psíquica.