Casablanca, la ciudad faro y del Rick's Café

Bazar en el barrio de Habbous.
EP
Actualizado: miércoles, 31 marzo 2010 13:00

Por Javier Carrión

A los ojos de los extranjeros Casablanca aparece como la "puerta de África" gracias a su situación estratégica en Marruecos. Pero la ciudad, que ahora tiene el aspecto de una moderna urbe, empezó a ser un foco pujante durante el protectorado francés. Desde 1912 los arquitectos quisieron construir una ciudad modelo embellecida con amplias avenidas, fuentes y parques, y dotada de un encanto visionario que acompañara a su modesta medina, escenario de la mítica película que protagonizaron Humphrey Bogart e Ingrid Bergman en 1942. Toda una metrópoli, la mayor del Magreb, que además fue elegida para lo que los marroquíes consideran "el sueño de toda una nación": la Mezquita de Hassan II.

Pero además de su rica arquitectura colonial, donde destacan algunos edificios modernistas y con estilo art déco y neo-árabe, Casablanca llama la atención por su incesante actividad comercial, sumida en el ruido y el caos de su tráfico de coches, y sus habitantes. En la ciudad abundan los comercios de lujo, las industrias, los grandes hoteles -donde se celebran numerosos Congresos- y por eso hombres y mujeres se mezclan más aquí que en cualquier otra zona del reino alauí. Basta simplemente con darse una vuelta por las playas, las discotecas o las mismas calles, donde hay más mujeres con elegantes trajes que con velo, para comprobar este hecho.

Desde 1993 Casablanca cuenta con la que es en la actualidad la principal atracción turística de la ciudad. La Mezquita de Hassan II, edificada en terrenos ganados al mar, es la segunda más grande del mundo -tras la de La Meca- y la que tiene más altura gracias a los 210 metros de su minarete. Diseñada por el arquitecto francés Michel Pinseau, trabajaron en su construcción durante doce años más diez mil artesanos, muchos de ellos procedentes de Fez, y tres mil obreros solo con el objetivo de conmemorar el 60 cumpleaños del padre del actual rey Mohamed VI.

En el interior de la mezquita, donde pueden orar más de 25.000 fieles, destaca su nave central con su enorme techo, que es móvil y puede abrirse al cielo, de 1.100 toneladas y más de 100 metros de longitud. Todo aquí es grandioso: desde los techos, paredes y las cúpulas hechas con madera de cedro y el famoso zellij (intrincado trabajo de mosaicos), hasta las 57 lámparas de Murano (la más grande se encuentra en la base del minarete y pesa 1.200 kilos) o las puertas exteriores de titanio y latón. Fuera del recinto, en la explanada, han llegado a concentrarse más de 80.000 personas en algunos grandes acontecimientos.

Dentro de la mezquita también se pueden visitar -y lo pueden hacer los no musulmanes a determinadas horas- los salones de ablución, los "hamman" (estilo turco) y los "bain maure" (estilo marroquí), que se encuentran debajo de la nave central.

No se puede abandonar la ciudad sin dar un paseo por la pequeña medina. No hay otro lugar mejor para mezclarse con la gente vestida con sus tradicionales túnicas (djellabas), sus capuchas (burnous) y las populares babuchas, aunque si se dispone de poco tiempo una opción más recomendable es visitar el barrio de los Habbous o distrito de los hombres santos, un barrio muy animado construido por los franceses en los años 30, donde uno se sorprende con sus plazuelas sombreadas y sus estrechas callejuelas que conducen de un zoco a otro (no perderse el original y oloroso zoco de las aceitunas).

Los arquitectos franceses combinaron la arquitectura tradicional marroquí con técnicas modernas logrando una nueva medina donde hay una amplia gama de bazares, tiendas de artesanía y cafés. En este barrio se levanta la Mahkama del Pachá, un tribunal que sirve de salón oficial de recepciones, y la Iglesia de Notre Dame de Lourdes, una monumental escultura de hormigón construida en los años 50 que está iluminada por grandes vidrieras que cubren 800 metros cuadrados.

Una última recomendación. La visita al Rick's Café. Algunos taxistas no conocen bien la ubicación de este local, pero con un poco de esfuerzo se puede llegar hasta él sabiendo que se encuentra muy cerca del puerto, el más grande de África. Vale la pena visitar este local abierto desde el 1 de marzo de 2004 que homenajea, hasta en el más mínimo detalle, la famosa película rodada en un plató de Hollywood.

Su propietaria es Kathy Kruger, una antigua diplomática estadounidense y empresaria de Portland, Oregon que trabajó como agregada comercial en la Embajada de Estados Unidos en Rabat. La señora Kriger, que también había dirigido una agencia de viajes y una empresa inmobiliaria, se enamoró de este proyecto. Reunió un millón de dólares con varios socios norteamericanos y marroquíes y abrió este local donde se puede comer y cenar, oír la famosa "Play it, Sam" y escuchar música en un piano similar al del mítico filme.

En realidad todos los detalles de "Casablanca" pueden ser vistos y degustados aquí, pues la señora Kruger se encargó de estudiar minuciosamente la película fotograma a fotograma para recrear en su negocio la atmósfera del filme de Michael Curtiz.

Recorrer estos rincones de Casablanca nos ayudará a comprender como esta ciudad llegó a representar la modernidad en Marruecos durante el siglo XX. La verdad es que nunca la pisaron los célebres Bogart o Bergman, pero en sus locales y hoteles cantaron y tocaron Edith Piaf, Jacques Brel o Josephine Baker, Luis Miguel Dominguín frecuentó, siempre en buena compañía, sus tabernas, y Churchill, De Gaulle, Roosvelt y Giraud firmaron aquí el pacto aliado tras el desembarco de las tropas norteamericanas en la Segunda Guerra Mundial