BERNA 4 Ene. (EUROPA PRESS - Javier Carrión) -
Hay cientos de razones para visitar Zurich. Cosmopolita, elegante, lujosa, multicultural y con la vida nocturna más animada de Suiza, ofrece una más hasta el 30 de enero: una retrospectiva de Picasso en el Kunsthaus, la gran pinacoteca de la ciudad.
El éxito de la exposición, que conmemora el centenario del Kunsthaus y revive la primera retrospectiva mundial que el pintor malagueño protagonizó en 1932, ha sido asombroso. La prueba es que en las primeras cinco semanas más de sesenta mil personas visitaron esta muestra que reúne setenta y cinco obras picassianas pertenecientes a los periodos azul, rosa, cubista y neoclasicista.
Esta gran acogida del público ha sorprendido incluso a los mismos organizadores que tuvieron que contratar un "estratosférico" seguro de dos mil millones de francos suizos. Una reducida parte de la producción exhibida en este museo, "la sala de exposiciones sin columnas más grande de Europa", ha llegado de España.
Algunos ejemplos son el retrato de su hijo Pablo (Museo Picasso de Málaga), "Hombre con un clarinete" (Fundación Thyssen) o "Los techos de Barcelona" (Museo Picasso de Barcelona), pero la mayoría procede de colecciones de Europa y Estados Unidos, con dos excepciones llamativas, "La jaula" que sale por primera vez de Japón (Museo de Arte Ohara) y "El artista y la modelo" un cuadro traído de Irán que fue adquirido por la emperatriz Farah Diba en 1975.
La pinacoteca en si, presidida en su exterior por la Puerta del Infierno de Rodin y la Figura Yacente de Moore, guarda también una excelente colección pictórica y escultórica adquirida en los últimos cien años. Destaca el área dedicada a Alberto Giacometti y la del pintor noruego Edvard Munch, la mejor que se conserva fuera de Escandinavia, pero también se exhiben piezas de Picasso, como su autorretrato de 1911, Matisse, Van Gogh, Cezanne y otros maestros impresionistas.
Estas obras y otras muchas más que reposan en los depósitos de este considerado museo de arte más importante de Suiza (sólo se expone al público un 15% de los fondos) esperan la luz verde a un proyecto de ampliación de las instalaciones, pero debe ser aprobado antes en un referéndum al que los habitantes de Zurich están llamados en 2011.
Pero el Kunsthaus es uno más de los 50 museos -14 de ellos dedicados al arte- y 100 galerías salpicados por esta fascinante metrópoli a orillas del río Limmat. Eso por no hablar de las decenas de boutiques de marcas internacionales y de lujo que dan idea del poder económico de Zurich.
Los principales ejemplos se encuentran en Bahnhofstrasse, la considerada quinta calle comercial más cara del mundo que se sitúa en el antiguo foso de agua de la fortaleza de la ciudad. Del foso, que llevaba históricamente el nombre "de las ranas", no queda resquicio alguno pues fue demolido hace 150 años.
Hoy en la superficie de ese lugar se entrecruzan tranvías, coches deportivos y viandantes ávidos de practicar el "shopping", mientras que en su subsuelo, antes maloliente y sucio, descansan las ricas reservas de las dos instituciones bancarias más importantes del país: Credit Suisse, el banco fundado por Alfred Escher (impulsor del Túnel del Gotardo), y UBS, la antigua Unión de Bancos Suizos. Ambas muestran sus imponentes fachadas en esta arteria vital de la gran capital financiera y económica de Suiza.
Lo terrenal surge, desde luego, en esta auténtica galería urbana y comercial que comienza en Paradeplatz y culmina en la Estación Central ferroviaria. Antes de iniciar la aventura de las compras, casi en exclusiva para los bolsillos suizos, se puede hacer una parada en "Springli" con el fin de tomar chocolate y un delicioso café junto a los propios zuriqueses y ya con el estómago caliente disfrutar de este centro de renombre internacional para marcas de moda, joyas, bolsos y relojes.
Al otro lado de la ciudad, en el barrio Oeste (Zurich West), también se ha puesto de moda el Viadukt, un ramillete de tiendas de ropa, gastronomía y decoración instaladas con mucho gusto en los 36 arcos de un viejo viaducto cercano al antiguo polígono industrial por donde aún circulan los trenes.
La zona, muy popular en Zurich, no desprende, sin embargo, ni el caché de Bahnhofstrasse ni el encanto de Schipfe, el cercano y romántico barrio junto al río con sus idílicos talleres de artesanos siempre visibles desde fuera por sus grandes ventanales, pero confirma el cambio que la ciudad está experimentando en el siglo XXI.
En estos abandonados barrios las fábricas han pasado a ser viviendas con un estilo de vida nuevo que conjuga la cultura con las compras, la gastronomía con el wellness y la hostelería con el encanto industrial. Y los zuriqueses lo frecuentan en su tiempo libre.
Ya en el centro, subiendo por una de las empinadas calles que parten de Schipfe, se accede a Lindenhof, el tranquilo corazón de la ciudad vieja. En este lugar, hoy un oasis de paz a la sombra de los tilos, estuvo la primera aduana de la romana Turicum hacia el año 15 a.C. cuando el río Limmat era navegable hasta el Rin.
Su mirador nos ofrece la bella estampa postal de Zurich con sus cuatro templos emblemáticos: la iglesia de San Pedro ("St. Peter Kirche", siglo XIII), cuyo reloj tiene la esfera más grande de Europa (8,64 metros de diámetro); la iglesia Fraumünster, con sus famosas vidrieras creadas por Marc Chagall; el Grossmünster, símbolo del Zurich de la Reforma con sus dos torres gemelas (desde la torre sur hay también una gran vista del otro lado del río) y la Iglesia del Agua ("Wasserkirche"), edificada sobre el mismo Limmat, escenario según la leyenda de la decapitación de los santos patrones de la ciudad (Félix y Régula).
Más lejos se divisa el Zurichsee, el popular lago con forma de plátano que enlaza los cantones de Zurich, San Gall y Schwyz, y en el horizonte los Alpes con sus nevadas cumbres. Esa panorámica fascinó a escritores y pensadores tan dispares como Goethe, Mann, Brecht o Einstein.
Pero volviendo la mirada atrás, desde el último puente antes del lago ("Quaibrücke") hasta Central, punto neurálgico de la red de tranvías situado enfrente de la estación ferroviaria, el visitante no puede perderse ese kilómetro y medio ideal para caminar casi sin rumbo. Por una orilla o por otra pero siguiendo siempre el cauce del río.
En cualquiera de los dos recorridos descubrimos la esencia del viejo Zurich, milagrosamente salvado durante sus dos mil años de historia, con plazoletas, palacios, puentes -seis- callejuelas, casas gremiales, fuentes -hay mil doscientas en la ciudad y son de agua potable-, tiendas de antigüedades, cafés, restaurantes y, sobre todo, gente -se palpa la presencia de sus 40.000 universitarios- a cualquier hora del día o de la noche.
Una ciudad viva y animada que ha sabido transformar su antigua marca industrial por una nueva imagen en la que brillan el diseño vanguardista, la cultura y, sobre todo, los negocios.
GUÍA PRÁCTICA
Para llegar:
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