MADRID, 24 May. (EUROPA PRESS) -
Atendiendo a las donaciones realizadas en desastres previos, como el tsunami que arrasó el sureste de asia en 2004, los estadounidenses parecen haber reducido su contribución humanitaria para las catástrofes de Sichuan y el sureste birmano: frente a los más de 200 millones de dólares recaudados hace cuatro años, ahora las organizaciones humanitarias se han encontrado con sólo 57 millones procedentes de ciudadanos desinteresados quienes, no obstante, pueden haber sido afectados por la crisis económica, la desconfianza en los regímenes que van a distribuir los bienes de primera necesidad, o por la "fatiga de los desastres", la sensación de que las catástrofes naturales han dejado de ser ya un fenómeno aislado.
En comparación con los 207 millones de dólares que fueron donados en los primeros cinco días tras el tsunami de Banda Aceh, o los 226 millones recaudados en el mismo período de tiempo tras el paso de los huracanes Katrina y Rita por la costa del Golfo, los poco más de 60 millones proporcionados para atender las necesidades de los desfavorecidos en Asia suenan a poco, en una respuesta calificada por las organizaciones humanitarias, como poco, de "modesta".
El grupo AmeriCares apenas ha recaudado un millón de dólares para los esfuerzos de reconstrucción en China y Birmania. "Está muy claro que el número de personas afectadas emocionalmente (por estos desastres) no tiene ni punto de comparación con el tsunami", explicó el director ejecutivo de AmeriCares, Curtis R. Welling, al diario estadounidense 'The Washington Post'.
La estimación de los 57 millones de ayuda recabados hasta el momento procede del Centro sobre Filantropía de la Universidad de Indiana, encargado de estimar el dinero recaudado para la asistencia humanitaria por donaciones personales. A esta semana, 21,7 millones de dólares habían sido facilitados para la asistencia tras el paso del ciclón 'Nargis', mientras que 30,9 millones de dólares irían destinados para los afectados por el terremoto. Unos 4,3 millones y medio tiene como objetivo cualquiera de las dos catástrofes.
Al frente de la campaña se encuentra Cruz Roja Americana, con 14 millones para el terremoto, 1,8 para el ciclón y 3,8 en concepto de fondos de ayuda internacionales, según informó su portavoz, Michael Oko.
CAUSAS
Los expertos atribuyen este descenso en el número de contribuciones a una variedad de factores entre los que destacan una crisis económica que ha dejado a los estadounidenses con escasa liquidez, la desconfianza en las labores de ayuda y las tensiones geopolíticas.
Se espera no obstante que muchos asiáticos-americanos, en particular de procedencia china, incrementen sus donaciones para el terremoto de Sichuan. "Estamos viendo una movilización de la diáspora china como nunca he visto antes", declaró el director de respuesta de emergencia de World Vision, Randy Strash.
En general, se espera que el total recaudado no llegue a los niveles vistos tras el tsunami y el Katrina, pero algunos de los principales recaudadores consideran una comparación injusta, dado que el Katrina ocurrió dentro de Estados Unidos y que el tsunami de Banda Aceh, fue considerado un fenómeno global de alcance inusual.
El tsunami "tenía muchísimos factores de interés inmediato para la comunidad internacional", declaró el portavoz de la ONG estadounidense Save The Children, Mike Kiernan. "Afectó a 12 países, tuvo lugar después de Navidad, y dio lugar a numerosas historias de supervivencia personal y pérdida humana, protagonizadas por estadounidenses y por europeos", añadió.
No obstante, muchos de los donantes han perdido su confianza en las ONG ante lo que consideraron una torpe respuesta al paso del Katrina, así como de los ataques del 11 de septiembre de 2001 contra las Torres Gemelas del World Trade Center, según el director del grupo Arabella Philanthropic Investment Advisors, Eric Kessler. "Muchos de los donantes tienen escalofríos a la hora de mandar su cheque porque no tiene mucha confianza en la forma en la que su dinero llega a los afectados", consideró.
Kessler añadió además que muchos de sus clientes preguntan cuestiones cada vez más sofisticadas sobre el impacto de su donación. "Quieren conocer el impacto de su aportación, y saber en qué se está empleando su dinero", añadió.
Pero el factor más acuciante es el geopolítico. Por ejemplo, en Birmania, su estricta Junta militar ha impedido, en los días posteriores al paso del 'Nargis', la llegada de ayuda internacional directa, sumado a la escasez de información procedente del interior del país. En el caso del Katrina, la intervención de los medios de comunicación contribuyó a alimentar la sensibilidad de los estadounidenses, enfrentados a un ciclo de noticias sobre muerte y devastación constantes.
Y considerando las restricciones impuestas por la Junta Militar, los estadounidenses podrían dudar sobre el alcance de sus donaciones. El caso de la ONG Direct Relief International es uno de los más claros: 200.000 dólares en antibióticos, material quirúrgico y otras provisiones médicas a Birmania, todos ellos confiscados por el Gobierno, según su portavoz, Jim Prosser.
El director de estudios del centro de Indiana, Patrick M. Rooney, afirmó que el Gobierno birmano ha creado, con este incidente, "un verdadero libro de texto en materia de cómo fastidiar la llegada de ayuda internacional", gracias al comportamiento "chiflado, bizarro e idiota" de la Junta Militar birmana.
En China, el Gobierno comunista ha movilizado Ejército y recursos en un extraordinario despliegue público de ayuda. En los primeros tres días al paso del terremoto, los ciudadanos chinos donaron 192 millones de dólares para ayudar a sus conciudadanos, una cantidad sin precedentes para un país que ha prohibido la actuación de organizaciones filantrópica, lo que ha dejado a muchos americanos pensando en cómo su caridad podría ser recibida por una nación que ha demostrado tanto esfuerzo en controlar la situación por sí misma.
"Creo que muchos donantes están demostrando la actitud más inteligente al reservar su aportación para un momento en el que se dé la oportunidad de hacer el mayor bien posible, declaró la presidenta de Rockefeller Philanthropy Advisors, Melissa A. Berman.