Actualizado: lunes, 7 diciembre 2015 10:47

GOMA, 7 Dic. (Reuters/EP) -

Desde que acabaron en 2013 con la milicia prorruandesa M23, la más grande de República Democrática del Congo, las fuerzas internacionales han sido incapaces de replicar su éxito con el resto de grupos armados en el país africano, cada vez más disgregados y peligrosos, animados por la escasa voluntad política de las autoridades congoleñas para poner fin a sus operaciones, y que anticipan un "futuro oscuro" para el país a un año de las próximas elecciones.

Desde hace años la región del este de RDC es territorio miliciano. La zona más preocupante se encuentra en la ladera del volcán Nyiragongo, el más activo de África, donde se concentra la actual milicia principal del país, las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR, por sus siglas en francés).

Esta milicia opera ahora mismo con casi total impunidad empleando una sencilla táctica: empleando los mismos uniformes que el Ejército congolés, lo que ha terminado sumiendo en la incertidumbre las operaciones de identificación de la unidad de choque de la multitudinaria misión de Naciones Unidas en RDC (MONUSCO), la llamada Brigada de Intervención (FIB), liderada por Sudáfrica.

Este contingente de 1.000 militares --dentro de los 20.000 que conforman la MONUSCO, la principal fuerza de paz de Naciones Unidas en el mundo-- ha advertido de que las tácticas que tan bien funcionaron contra el M23 ya no son aplicables, comenzando por los letales helicópteros de combate Rooivalk, útiles contra milicianos a tiempo completo, pero no con 'camaleones' como el Frente, guerrilleros de día, pueblerinos de noche.

"Es difícil decir quién es quién por aquí", explica el pacificador sudafricano, teniente Bongani Mndebele, mientras conduce cerca del volcán y ve a seis hombres con uniforme del Gobierno. "Son hombres del Gobierno. Me parece", estima.

El director de operaciones de la FIB, general Barney Hlashwayo, reconoce que "todavía queda mucho trabajo por delante para combatir contra el FDLR" y muchos grupos menores, aunque puntualiza que "no es Sudáfrica la decide unilateralmente las operaciones".

FALTA DE VOLUNTAD

Estas declaraciones ponen de relieve la lentitud con la que las fuerzas congolesas -- apoyo indispensable del FIB al prestar labores de traducción -- parecen haberse adaptado a esta misión.

"Ni todos los helicópteros ni armas pesadas de la FIB serán capaces de hacer nada contra estos grupos armados a no ser que exista voluntad política", según el experto Fidel Bafilemba, del Proyecto Basta, que sospecha que gran parte de los políticos congoleses se benefician de las operaciones ilegales --de minería en particular-- que emprenden las milicias.

Tampoco Sudáfrica está exenta de culpa. Su lentitud de reacción podría estar relacionada con la necesidad de mantener un cierto mínimo de estabilidad en las relaciones con el presidente ruandés, Paul Kagame, ya de por sí enormemente deterioradas.

GRUPOS DISGREGADOS

A la falta de acción hay que sumar que las milicias han adoptado nuevas estructuras que hacen más difícil su persecución. Ahora son más pequeñas, activas y numerosas: según el Proyecto de Estudios para Congo, "al menos 69 grupos armados operan en la región", tres veces más que en 2008.

Si bien algunos de estos grupos cuentan solo con unos pocos cientos de hombres, su proliferación deja claro que "las autoridades no han ofrecido ninguna alternativa de vida a los saqueadores" a través de su supuesto "programa de estabilización".

Este programa, ofrecido como un proyecto de ayuda social a los guerrilleros, "ha fracasado en sus dos rondas", considera el grupo, "y ha sido incapaz de crear un ciclo virtuoso de desarrollo económico que podría incentivar a los líderes locales a invertir en la estabilidad, en lugar de en el conflicto".

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