Inmigrante palestino llegado a Grecia
Foto: JOWAN AKKASH/ACNUR
 
Actualizado: domingo, 1 marzo 2015 8:23

ATENAS, 1 Mar. (Por Christina Pantzou, ACNUR Grecia) -

   Shukri al Assouli tiene 33 años y desde que era un niño se recuerda a sí mismo viviendo en medio de bombardeos y ataques militares. En uno de ellos, resultó gravemente herido en la pierna por un ataque de francotiradores. No quería dejar su tierra natal y luchaba por sobrevivir haciendo cada trabajo disponible en la Franja de Gaza.

   Pero en el verano de 2014, la operación 'Margen Protector' de Israel contra Gaza terminó en un desastre enorme: más de 2.000 muertos, decenas de miles de viviendas dañadas o destruidas, más de un tercio de la población desplazada. Al igual que miles de palestinos, Shukri decidió huir con su esposa Hiyam, de 24 años, su hija Ritaj, de 4 años y, su hijo Yamen, de nueve meses, con la esperanza de llegar a salvo a Europa.

   Sin embargo, su barco fue embestido y hundido deliberadamente por los traficantes. La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) lo calificó como el "peor naufragio en años". No fue un accidente sino un asesinato en masa: sólo once de unas quinientas personas que estaban a bordo sobrevivieron. Entre ellos, Shukri pero no su familia.

    Su relato es una evidencia aplastante de los métodos criminales que usan los traficantes y que están convirtiendo el Mediterráneo en un cementerio de agua:

   "El último ataque israelí fue aterrador: todo y todos fuimos atacados. Durante 50 días experimentamos un desastre fatal. El 31 de agosto, pocos días después del alto el fuego, dejamos nuestra ciudad, Jan Yunis, y entramos a Egipto a través del paso fronterizo de Rafá, que se abrió por razones humanitarias, y dos días después llegamos a Alejandría. Los traficantes nos dejaron en un apartamento donde tuvimos que esperar varios días. Entonces nos recogieron en autobuses con dirección a Damietta. Antes de que nos dejaran subir a bordo del autobús, nos pidieron el dinero por adelantado: 2.000 euros por adulto".

   "Nos llevaron hacia el barco en grupos de 20 en un bote. El barco estaba anclado a una hora de distancia. Éramos unos 450 o 500 refugiados a bordo, en su mayoría palestinos, sirios y egipcios. Después de dos horas, los traficantes se presentaron con otro barco y nos ordenaron que pasáramos a él. La forma en la que nos obligaron a pasar fue aterradora: las mujeres y los niños fueron arrojados --literalmente-- de un traficante a otro entre los dos barcos. Muchas personas corrieron el riesgo de ahogarse".

   "Llevábamos dos días navegando cuando los traficantes llegaron con un nuevo barco, más pequeño, y nos obligaron de nuevo a cambiarnos a ese buque, utilizando el mismo método violento. Me robaron todos los suministros que llevaba conmigo: agua, leche para los niños, comida. El barco era tan estrecho que nos quedamos atrapados en la parte superior, ni siquiera podíamos estirar las piernas. Pronto se nos acabó el agua, ya que sólo tenían un barril para todos nosotros".

   "Dos días después más en el mar, los traficantes egipcios reaparecieron con otro buque y nos pidieron una vez más que pasáramos a él. Nos negamos: era aún más pequeño y menos navegable, querían matarnos. Tuvimos una larga negociación, ellos parecieron estar aparentemente de acuerdo y nos fuimos. En menos de 20 minutos regresaron en un barco dirigiéndose directamente hacia nosotros. Nos insultaban, se reían y embistieron nuestro barco. No tuvimos tiempo de reaccionar".

Familia inmigrante

"TODAVÍA OIGO EL GRITO DE MI HIJA"

   "La colisión me arrojó al mar. Mientras que la gente gritaba presa del pánico, escuché a mi hija gritando y todavía oigo su grito: '¡papá!'. Me ha perseguido. Traté de nadar hasta el barco para encontrar a mi familia, pero en cuestión de minutos se hundió. Me quedé horrorizado. Vi a un hombre colgando de una cuerda, mutilados por el motor, una gran mancha de sangre se propagó por el mar y los cadáveres flotaron. Mi familia no estaba en ningún sitio".

   "La primera noche en el mar podíamos ser cerca de un centenar de personas que flotaban en las frías aguas: algunos llevaban puestos chalecos salvavidas, otros simplemente estábamos aferrados a piezas de metal o de madera y nos reunimos todos juntos, formamos un círculo y tratamos de ayudarnos los unos a los otros para mantenernos a flote. A medida que pasaban las horas, uno a uno comenzaron a perder fuerza y a morir. Después de tres días en el mar, una densa niebla cubría todo y todos empezamos a tener alucinaciones: algunos pidieron una silla para sentarse, otros pensaron que estaban conduciendo su coche hacia un lugar seguro, algunos, como yo, vieron su casa y a su familia esperándoles en el patio".

   "Al día siguiente el clima cambió extremadamente, las olas se convirtieron en enormes y los pocos que habíamos sobrevivido nos dispersamos. Yo me quedé con un grupo de otros tres hombres y uno de ellos nos decía: 'Allí, a sólo dos horas de distancia, hay una cafetería que tiene agua y refrescos y tengo cien dólares, vamos a ir allí'. Lo seguimos nadando hacia la nada hasta que escuché helicópteros militares y vi un enorme resplandor. Me asusté, pensé que estábamos en Gaza y nos estaban bombardeando. Me tomó un tiempo darme cuenta de que nos habían visto. Amanecía cuando vi a mi lado un barco que me rescató. Después de un tiempo, este barco solo rescató a cuatro adultos más y una niña".

   "Cuando un helicóptero militar griego vino a buscarnos yo no quise subir a bordo. Me pareció ver a mi esposa e hijos en el mar. Estaba teniendo una crisis: grité que debíamos esperar para rescatarlos y quería saltar del helicóptero para ir a salvarlos yo mismo".

A LA ESPERA DE ASILO

   Shukri fue trasladado al puerto de Chania, en la isla griega de Creta. Fue hospitalizado durante cuatro días y cuando se recuperó, fue a Atenas, donde vive con otros dos supervivientes palestinos de este trágico naufragio. Ha solicitado asilo y está ansioso por obtener el estatuto de refugiado.

   Marcado por la terrible experiencia y la pérdida traumática, está tratando de buscar el equilibrio entre la lógica y la fe de que su familia podría haberse salvado. "Los que sobrevivieron se sienten alegres. Yo no estoy feliz por haber sobrevivido porque perdí a mi esposa y mis dos hijos. Crecí durante la primera Intifada y no teníamos escuela: fuimos un día y luego se cerró durante uno o dos meses".

   "Quería que mis hijos fueran capaces de terminar la escuela, no crecer bajo el sonido de las bombas, no experimentar tanto miedo. Huí con ellos porque quería escapar de esta realidad y los he perdido en el mar. Todo lo que quiero es conocer el destino de mi familia. Puede ser que los hayan encontrado vivos en alguna parte y tal vez no los hayan registrado... no sé. No puedo esperar para recibir mis documentos de viaje para poder viajar a Italia y a otros países para buscarlos. No descansaré hasta que los encuentre, hasta que sepa lo que pasó con ellos".

   (El naufragio trágico se produjo el 10 de septiembre de 2014, frente a la costa este de Malta).

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