MADRID 9 Jun. (OTR/PRESS) -
Una vez asumido que la política europea no es el objetivo de las elecciones de este domingo, y convencidos de que el resultado, que por cierto comenzará a saberse a partir de las once y media de la noche, dirimirá el futuro de la legislatura patria, y de Feijóo y Sánchez en concreto, el empate es posible. La polarización ha llevado a que el PP haya intentado toda la campaña neutralizar a VOX, y el PSOE en reducir a la mínima expresión a su socio de Gobierno, Sumar. Es tal la inquietud en ambas sedes que solo un empate, que cada cual vendería como triunfo, evitaría un seísmo.
Sánchez ha hecho de las acusaciones a su mujer un argumento de campaña con el que pretende que el victimismo se convierta en votos. Feijóo, por su parte, ha hecho de este mismo tema la razón para apelar al voto contra la "corrupción de Moncloa". Porque, en la recámara, ahora discreta y siempre protegida, alentada y asesorada por Miguel Angel Rodríguez, Isabel Díaz Ayuso espera su momento. Si estas elecciones se han convertido en un plebiscito, el que pierda lo va a tener muy difícil.
Feijoo sabe que los tiempos de paciencia del PP son cortos, que si no gana al PSOE nadie le va a pedir cuentas a Dolors Monserrat, el fracaso será suyo y la posibilidad de que Sánchez pueda agotar la legislatura hasta 2027 hace crujir las estructuras de Génova 13.
La ansiedad le ha llevado a cometer errores de bulto, como su afirmación de que no descartaba una moción de censura con Junts (que no es imposible). La frase hizo que saltaran todas las alertas en la dirección popular. Y ahí estaba Ayuso. La presidenta madrileña le pidió públicamente (claro está) "no caer en los errores de las generales", también "no dar nada por ganado". Aviso a navegantes.
El poder del PP en las Comunidades autónomas, los últimos éxitos en los comicios gallegos, vascos y catalanes no garantizan, ni mucho menos, la estabilidad de la actual dirección del partido, sino que aumentan las exigencias de ocupar la Moncloa de la que fueron desalojados por una moción de censura.
Para ello, y Feijóo lo sabe muy bien, tienen que desembarazarse de la dependencia de VOX que les obliga a ceder competencias que acaban en escándalos. La convivencia en Castilla León, València y Extremadura no está resultado un camino de rosas sino más bien una fuente permanente de conflictos.
Feijóo sabe que no pueden contribuir a que España se convierta, también, en un territorio donde la extrema derecha se come derechos y libertades. Europa se juega su futuro este domingo, pero Sánchez y Feijóo también se juegan el suyo. De ahí los nervios del cierre de campaña. Pero, no nos engañemos, no les preocupa la UE, les preocupa su porvenir.