Symi, sólo para sus ojos

Casas De Symi
JCG
Actualizado: martes, 17 julio 2012 12:00

Por Javier Carrión

Pintoresca, mediterránea y griega, a pesar de su cercanía a Turquía, la isla de Symi seduce por su autenticidad. A finales del siglo XIX era una de las islas más ricas del país heleno y hoy sigue manteniendo intacto su espíritu con uno de los puertos más encantadores del Mediterráneo. Una delicia para los ojos.

Llegar al puerto de Symi tras una hora de navegación desde la legendaria Rodas, la isla más conocida del Dodecaneso, es realmente una experiencia visual que no deja indiferente a los que se acercan a esta pequeña isla montañosa que se extiende en algo menos de 60 kilómetros cuadrados por el Egeo más oriental. Muchos, incluso, lo consideran uno de los puertos más bellos y protegidos del Mediterráneo. Solo al divisarlo por primera vez, situados en la proa del barco que nos lleva en esta recomendable excursión, sorprende por sus pequeñas casas de colores vivos, muchas de ellas mansiones de pescadores y viejos comerciantes de esponjas, sus campanarios e iglesias y sus tabernas que se esparcen por el puerto formando una perfecta U.

La combinación de esas casitas bellamente decoradas en tonos que van del amarillo al blanco pasando por el azul o el gris con la presencia en el puerto de las tradicionales barcas de pesca, yates, veleros o goletas que se acercan desde la vecina Turquía proporciona a esta isla un encanto fuera de lo común. Estamos ante un conjunto urbano arquitectónico casi único, con sus llamativos frontones neoclásicos, que sólo se pueden encontrar de manera similar en otra isla griega, Hydra, a 37 millas náuticas de Atenas entre el Golfo Sarónico y la Argólida, gracias al esfuerzo de un grupo de arquitectos venecianos y genoveses. Las casas de Symi, altas, estrechas y apiñadas en hileras con un gran estilo señorial, están construidas en piedra, con puertas de colores brillantes y persianas llamativas, y todas ellas, junto con las peladas laderas ocres que se hunden en el mar, ofrecen una imagen de postal mediterránea auténtica que dista mucho de la de otras islas griegas más famosas. Y es que hace algo más de 100 años Symi era considerada una de las islas más prósperas de Grecia -se botaban a finales del siglo XIX casi 500 barcos al año en sus astilleros- y esa huella permanece intacta a pesar de que algunos edificios están ahora semiderruidos o en proceso de restauración.

Antes de ese esplendor, Symi fue objetivo de muchos pueblos a lo largo de su historia. Dorios, carios y espartanos dominaron la isla hasta que pasó a manos del Imperio Romano y del Bizantino. Entre los siglos XIV y XV floreció el comercio debido a la conquista de la isla por los Caballeros Hospitalarios, pero en 1522 Symi y su "hermana" Rodas pasaron a depender del Imperio Otomano. Finalmente, en el siglo XX, fue ocupada pro los italianos (1912) incorporándose al estado griego en 1948.

Hoy como ayer, Gialos, el puerto de Symi considerado el octavo natural más grande de Europa, sigue llamando la atención por su dinamismo y sus contrastes, pero no le van a la zaga Horio, la ciudad alta y el pueblo como tal, y el casco más antiguo, todo un laberinto de calles sin "estrés" donde destaca el museo local. Es este un coqueto museo que guarda estatuas y objetos paleocristianos, cerámicas bizantinas y trajes típicos del Dodecaneso, sin duda la mayor apuesta cultural de la isla junto a la fortaleza construida por los Caballeros de la Orden de San Juan, ubicada en lo alto de una colina. El histórico lugar regala una maravillosa vista, pero si es posible -mejor con la ayuda de un taxi- merece la pena subir hasta lo más alto de las montañas que protegen la capital. Desde este punto, donde permanecen algunos viejos molinos, se puede disfrutar de una maravillosa panorámica de Symi, la cercana bahía de Pedi con sus playas de arena y su puerto pesquero con las barcas amarradas a pie de calle y, más en el horizonte, la costa turca.

Durante su recorrido Symi propone también unas excelentes calas y playas, la mayoría de ellas solo accesibles desde el mar. En Marazunda, Emporios, Nanú, Disalona o los islotes de Nimos y Sesklia se puede disfrutar de un baño sin demasiada gente. Más concurridas son las de Yalo, Emborion y la citada Pedi. Lo que no hay en la isla son grandes resorts, sólo treinta y cinco pequeños hoteles situados estratégicamente y la mayoría con mucho encanto.

Y aunque pueda parecer extraño ni siquiera hay aglomeraciones en los meses clave del verano. La población fija -unos tres mil quinientos habitantes- aumenta considerablemente de mayo a octubre, sobre todo por los excursionistas que van a pasar el día a la isla, pero sin que llegue a ser agobiante. Todos ellos, extranjeros y griegos con devoción, visitan el monasterio de San Miguel de Panormitis en el suroeste de Symi. Los últimos, como auténticos peregrinos, se acercan a rezar ante el icono milagroso del Arcángel San Miguel en una atmósfera espiritual grandilocuente gracias a los magníficos frescos bizantinos e íconos de su iglesia. Interesante es su pequeño museo con su colección de ofrendas, exvotos marineros y otras piezas antiguas religiosas bizantinas del siglo XVIII y de carácter popular. La entrada cuesta un euro y medio y permite ver también las botellas vacías con mensaje en su interior que han llegado a la bahía de Panormitis. Se guardan celosamente en este curioso museo.

Guía práctica

Cómo llegar:

- Symi no dispone de aeropuerto propio por lo que la mejor manera de llegar a la isla es en barco desde Rodas. La compañía Aegean Airlines ofrece vuelos directos desde Madrid y Barcelona a Atenas, desde donde se puede conectar con Rodas. Inf: www.aegeanair.com

Para comer:

- Restaurante Manos. Excelentes pescados junto al puerto de Symi. Tel: 0030 22460 72429

Información general:

- www.visitgreece.gr/