Crítica de Fast & Furious 7: El mejor tributo a Paul Walker

Vin Diesel y Paul Walker
Foto: UNIVERSAL
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Actualizado: lunes, 6 abril 2015 17:42

MADRID, 2 Abr. (EUROPA PRESS - Israel Arias)

   Además de ser la mejor y más espectacular de las últimas entregas de la saga, Fast & Furious 7 nos deja el merecido homenaje a Paul Walker, fallecido en accidente de coche en noviembre de 2013 cuando la cinta se encontraba en pleno rodaje. Un tributo pausado, sentido y conmovedor que se erige como apreciable contrapunto frente al tono imperante en una franquicia tan ruidosa y pasada de vueltas.

   En una saga en la que la acción es el fin y no un medio accesorio, la gran virtud de James Wan es, además de la pericia con la que ejecuta el 'más difícil todavía' que se sucede en pantalla una y otra vez para el delirio de los incondicionales y la cómplice carcajada del resto del patio de butacas, lograr que entre barrabasada y barrabasada la cosa no decaiga

   El sucesor de Justin Lin, al que mejora con creces, lo consigue haciendo del séptimo el más rápido -y puede que también furioso- capítulo de los excesos testosterónicos y tuneros de Dominic Toretto (el siempre afectado Vin Diesel) y su intocable familia.

EL FACTOR STATHAM

   Y buena parte de la responsabilidad de que Fast & Furious 7 sea el repunte de la saga y su entrega más frenética y entrenida la tiene la inclusión de Jason Statham. El nuevo villano tiene todo lo que un fan de A todo gas puede pedir: reparte como nadie, sabe conducir (la saga Transporter da fe de este particular), es hombre de pocas palabras y además es calvo. El combo completo.

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   Chris Morgan, que vuelve a firmar el libreto, lo sabe y por eso obsequia al respetable con repetidos cara a cara con Dwayne 'La caballería' Johnson y Dominic 'macho alfa' Toretto.

   Las mil y una cabriolas con las que Tony Jaa (Ong Bak) reparte sus orientales mamporros o las apariciones de Kurt Russell, genial en su papel de trajeado y todopoderoso 'fantasma', tampoco tienen desperdicio. Aderezos que le vienen de perlas a ese atracón de desvergonzada y delirante diversión primaria y honesta que es Fast & Furious 7.

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   Y tras el rosario de cicladas secuencias de acción imposible -esta vez los coches voladores, ya sea en paracaídas o saltando de rascacielos en rascacielos, se llevan la palma- la guinda tiene un sabor bien distinto al resto del pastel: el tributo a Paul Walker. Un epílogo que ofrece a Walker, y a su personaje, el mejor homenaje que una saga como esta podía regalarle.

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