Combatiendo el impacto medioambiental de los refugiados en Uganda

Una refugiada sursudanesa en Uganda
UNHCR/GEORGINA GOODWIN 
Actualizado: lunes, 4 junio 2018 14:38

Frente a la tala masiva para leña, se apuesta por cocinas eficientes, plantar árboles y fabricar pellets con desechos

MADRID, 4 Jun. (EUROPA PRESS) -

Acoger a 1,4 millones de refugiados, un millón de los cuales han llegado prácticamente en menos de dos años, tiene un impacto en las comunidades de acogida y en el entorno, como sabe bien Uganda, país que mantiene una política de puertas abiertas para quienes huyen de los conflictos y la inestabilidad en los países vecinos. Pero la sobreexplotación de los recursos naturales de las comunidades de acogida puede generar tensiones a largo plazo, de ahí la importancia de atajarlas cuanto antes.

En el caso de Uganda, la zona del norte del país en la que se han construido los asentamientos para los refugiados, en su mayoría sursudaneses, ya era de antemano una de las menos desarrolladas del país, por lo que los recién llegados han supuesto una carga adicional para los servicios sociales y la infraestructura local.

El Gobierno ugandés entrega a los refugiados un pequeño terreno en el que construir su vivienda e incluso cultivar. En general, los alojamientos se construyen con ramas de árboles, mientras que la leña es también la principal fuente de energía para los hogares de refugiados, siendo mujeres y niños los encargados de ir a buscarla al bosque, con los riesgos que esto pueda acarrear.

             UNHCR/Georgina Goodwin

Consciente del impacto que la presencia de cientos de miles de refugiados tiene para el medio ambiente en Uganda, el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) llevó a cabo el pasado otoño junto con la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO) una evaluación del consumo de leña y el impacto que esto tiene en el asentamiento de Bidi Bidi, el mayor de Uganda y que alberga a más de 270.000 refugiados.

Según el estudio, el consumo medio de madera como combustible para cocinar o calentarse en este asentamiento es de 20,5 kilos por hogar, o 3,5 kilos por persona al día. Esto se traduce en unas 952 toneladas al día y unas 347.480 al año. En total, se estima que la biomasa terrestre dentro de los límites del asentamiento es de 734.614 toneladas y de 1.617.953 toneladas en un radio de 5 kilómetros.

Ante estas cifras, ACNUR y FAO alertaron de que si el consumo seguía siendo como el actual, solo habría recursos para 3 años y supondría el agotamiento de la biomasa existente en la zona, con las consecuencias que ello conllevaría.

Frente a este panorama, plantearon otros dos escenarios más halagüeños, contando con el uso de cocinas más eficientes, teniendo en cuenta que actualmente el 56 por ciento de los hogares cocinan sus alimentos en hogares tradicionales de tres piedras, mientras que el 43 por ciento tienen cocinas mejoradas de barro, que requieren un menor consumo de leña.

UNHCR/Catherine Robinson

La introducción de estas cocinas mejoradas y que consumen menos leña permitiría ahorrar un 30 por ciento de la madera, pero aún así, la biomasa boscosa de la zona solo serviría para cubrir las necesidades de los refugiados de Bidi Bidi durante cuatro años.

Por ello el tercer escenario propone además de las cocinas mejoradas proceder a plantar árboles con el fin de incrementar la biomasa boscosa. En este caso, el estudio estima que habría que plantar entre 9.000 y 12.000 hectáreas --entre el 12 y el 15 por ciento de la superficie de Bidi Bidi-- y cada hogar necesitaría una parcela de 50 x 50 metros para poder cultivar sus propios árboles para leña.

ACNUR y FAO apuestan en el informe por la adopción de forma inmediata de distintos tipos de intervenciones, desde el fomento del uso de cocinas más eficientes, pasando por plantar árboles o buscar fuentes de energía alternativas, con el fin de no agotar los recursos en la zona, ya que ello dejaría a los refugiados en una situación muy complicada.

PREOCUPACIÓN POR EL DETERIORO DEL MEDIOAMBIENTE

"Estamos cada vez más preocupados por el estado y el bienestar del medioambiente en torno a los asentamientos de refugiados", reconoce a Europa Press la portavoz de ACNUR en Uganda, Duniya Aslam Khan. "La experiencia ha demostrado que el bienestar de la gente, ya sean refugiados o los habitantes locales, está estrechamente relacionada con el bienestar del medioambiente", subraya, "de hecho las dos no pueden separarse".

ACNUR está apoyando al Gobierno ugandés, junto con otras ONG y agencias humanitarias, en sus esfuerzos en materia medioambiental en los asentamientos de refugiados. Parte de su labor se centra en sensibilizar a las comunidades sobre la protección del medioambiente y las fuentes alternativas de energía, además de promover tecnologías adecuadas para un uso seguro de la biomasa, una gestión sostenible de la tierra y medios de vida alternativos y sostenibles como la apicultura para proteger los bosques naturales.

"También tenemos en marcha un proyecto para marcar árboles y proteger las especies raras y en peligro tanto en las comunidades de refugiados como de acogida", indica la portavoz de la agencia de la ONU. Asimismo, ACNUR emplea energía solar para alumbrar las calles de los asentamientos, así como para que funcionen pozos de agua, además de instalaciones de gestión de residuos fecales y represas con las que incrementar el acceso a agua para refugiados y comunidades de acogida.

GESTIÓN DE LOS DESECHOS

Otro de los problemas que trae consigo la creación de estos asentamientos para decenas de miles de refugiados es la gestión de los residuos que inevitablemente estos generan. Aquí es donde Oxfam ha decidido aportar su granito de arena y ha puesto en marcha en el campo de Rhino un programa que busca convertir los desechos sólidos, incluidos los humanos, en pellets que se emplean como combustible y que duran el doble que la leña.

Los pellets se fabrican actualmente mezclando los extrementos de las vacas, los residuos de las cosechas, serrín y otros residuos sólidos, explica la asesora de agua y saneamiento de Oxfam en Uganda, Parvin Ngala, pero la ONG está explorando todas las posibles mezclas para conseguir el producto que sea más eficiente.

             Angela Kateemu/OXFAM

El beneficio de usar este tipo de combustible es que "se reduce la dependencia de la leña para cocinar" lo que a su vez, explica Ngala a Europa Press, "tiene un impacto medioambiental, ya que se talan menos árboles para leña" al tiempo que "se reducen los riesgos para mujeres y niñas, que se ponían en peligro al tener que recorrer grandes distancias para recoger leña".

Pero también tiene otro valor añadido: generar ingresos. "Oxfam está formando a un grupo de 40 mujeres en la fabricación de estos pellets" que además de usarlos en sus propios hogares como combustible los están vendiendo en el mercado, lo que les genera ingresos con los que también han podio ahorrar, precisa Ngala.

"En los asentamientos de refugiados, la producción de pellets ofrece una oportunidad de generación de empleo, produce una fuente de energía segura y eficiente y ayuda a contribuir a un entorno saludable, reduciendo el riesgo de propagación de enfermedades como el cólera debido a un mal saneamiento", resalta la responsable de Oxfam.

El siguiente paso que espera dar Oxfam es la producción de pellets de desechos humanos procedentes de los estanques con desechos fecales y de las letrinas secas de desvío de la orina (UDDT, por sus siglas en inglés), que permiten separar los desechos sólidos de la orina. "Los usuarios a continuación rocían con cenizas la materia fecal para facilitar su secado y destruir los patógenos portadores de enfermedades", explica Ngala.

Tras su recogida, este residuo es sometido a una serie de procedimientos antes de que "sea seguro su uso como bioenergía o como pellets", precisa la responsable de Oxfam. La ONG está trabajando con la empresa Sanivation para desarrollar este proceso y ha realizado un sondeo para conocer la actitud de los refugiados para fabricar este tipo de pellets. "Estamos buscando fondos para su implementación y cualquier apoyo sería estupendo", reconoce.

   Angela Kateemu/OXFAM