BARCELONA 18 Mar. (EUROPA PRESS) -
El autor francés afincado en Barcelona Mathias Énard retrata en su último libro, 'Carrer Robadors'/'Calle de los ladrones' (Columna/Mondadori), el periplo migratorio de un joven marroquí desde su salida de Tánger hasta la calle homónima en el centro del Raval barcelonés, en un juego de palabras entre el nombre de esta callejuela y la época convulsa en la que está ambientada, la de los indignados acampados en la plaza de Catalunya.
Tras ser expulsado por su familia, el joven Lakhdar abandona Tánger y comienza un viaje iniciático que le llevará a Barcelona, gracias a una historia de amor con Judith, una estudiante de árabe que participa en el movimiento indignado 15-M.
En una entrevista de Europa Press, el autor ha explicado que esta novela --finalista del Premio Goncourt-- comenzó a raíz del fenómeno de las primaveras árabes en el norte de África y los movimientos de indignados en España, algo que coincidió con el interés del autor en escribir un libro del género de iniciación.
Con un narrador protagonista, durante un año y medio el joven pasa por un tránsito en tres partes --Tánger, el limbo como parte "más oscura" y Barcelona--, siguiendo de forma precisa los acontecimientos brindados por la actualidad, siempre en un viaje muy literario.
En este periplo, que marca el género de la novela --de aventuras pero también policíaca y social--, el chico se integrará en un grupo islamista haciendo de librero, pasará a trabajar para una empresa francesa en el diseño de libros, se enrolará en un ferry hasta Algeciras, se empleará en una funeraria y llegará a Barcelona, sin salir casi de la calle Robadors --con algunas pinceladas de Gracia--.
La visión de esta calle de Barcelona que ofrece este joven es de una "mezcla extraña" entre turistas e inmigrantes, ya que parte de las vivencias de Lakhdar en este callejón, frecuentado por los turistas que le dan de comer y "que también dan de comer a la ciudad", además de sus relaciones con los inmigrantes del barrio.
No obstante, también hay detrás una simbología visual, encarnada por iconos como la Torre Agbar y La Rambla; una simbología política, con críticas a los gobiernos de PP y CiU, aunque sin mencionarlos explícitamente, y también un discurso económico, con una inmersión en la crisis financiera.
Desde aquellas reivindicaciones de indignados, el autor no ha apreciado cambio político ni social, al considerar que "el problema es que la lucha choca con la misma sociedad democrática" al ser los diputados representantes del pueblo que protesta, algo que no deja lugar a más recorrido, como sí sucedió en la primavera árabe, cuando la lucha era contra dictaduras.
Por ello, el autor propone una "refundación democrática" para que la situación política, social y económica en España cambie, aunque todo ello depende de la ciudadanía, ha remarcado.