MADRID, 4 Ago. (CHANCE) -
No fue casualidad que durante su concierto en Barcelona, Beyoncé se sentará en un trono custodiado por sus bailarinas, y es que la cantante de Crazy in love demostró una vez más que es la reina indiscutible de un trono que se ha ganado a base de sacrificio y talento, que le ha otorgado un poder que la cantante planea emplear en su lucha por el feminismo.
Queen B logró reunir a más de 46.000 súbditos en su cita en el Estadio Olímpico de Barcelona, en un show de dos horas que reunió fuego, agua, recuerdos, mucho baile, música y hasta un homenaje a nuestra patria.
Si la cantante ha emprendido una guerra para acabar con el machismo, el directo es su campo de batalla. En Formation Tour ningún hombre pisa el escenario. Desde la banda al equipo de baile está íntegramente formado mujeres, unas guerreras preparadas para cualquier orden de su reina y sin duda una parte fundamental del espectáculo. Cuando sonó Run the world (girls) fue uno de los momentos álgidos del espectáculo, pero también del discurso de la cantante que pone en su propia voz (vozarrón) la de todas las mujeres del mujeres, a las que anima a reivindicar su puesto en el mundo y a levantarse, como se levantó el público con cada canción, cada caderazo y con cada declaración, que gracias a las pantallas gigantes en forma de cubo ubicadas en el escenario, producía la misma sensación que si la mujer de Jay-Z te estuviera soplando en el cuello, convierto el concierto en el mejor espectáculo audio visual de nuestros tiempos, firmado por THX.
Beyoncé, que se cambió de vestuario hasta en seis ocasiones, recordó sus inicios con las Destiny Child's, se emocionó, tal vez para demostrar que también es humana, e incluso se atrevió a meter los pies en el agua, con una piscina sorpresa que apareció casi al final. Pero la cantante no podía pasar por alto dos cosas, la primera fue la muerte de Prince y la segunda, que se encontraba en nuestro país.
La empoderada cantante versiono el éxito del fallecido Prince Purple Rain, mientras el gran cubo se teñía de violeta y las gradas de emoción, una emoción que llegó a su punto más álgido cuando la reina recordó que estaba en España e hizo un guiño a nuestro país rescatando de su archivo la canción de 2009 con la que terminó de conquistarnos, Irremplazable, en su versión en castellano. Un gesto que el público consideró todo un homenaje y que si ya había convencido de la buena inversión que habían hecho al comprar sus entradas, terminó de ganarse a las 46.000 almas que vibraron, bailaron, cantaron y se emocionaron con una noche para el recuerdo de la ciudad condal.