Ludopatía y Apuestas: ¿Por qué juega un hombre? ¿Y una mujer?

Casino, apuestas, adicción, ludopatía
Casino, apuestas, adicción, ludopatía - PIXABAY - Archivo
Publicado: viernes, 17 enero 2020 20:25

   MADRID, 17 Ene. (CHANCE) -

Cada vez se está extendiendo más el hecho de ver a amigos y familiares apostando por internet o que las casas de juego van cogiendo más terreno en los barrios que las casas de Compro Oro. El vicio, la ludopatía y la problemática es a nivel mundial. Esta industria tiene ingredientes de todo tipo: sociales, psicológicos, políticos, tecnológicos y económicos, que son los que han posibilitado que esta industria introduzca masivamente una enfermedad que la Asociación Americana de Psiquiatría compara con la dependencia a la heroína o la metanfetamina.

Luis Díez, periodista y Daniel Díez, escritor han puesto de relive en un libro ¡Jugad, malditos jugad! que habla alto y claro de todo lo que hay detrás del juego de azar y de las casas de apuestas...

Intereses económicos, financiación política, fondos buitre, blanqueo de capital, amaños, complicidades policiales y judiciales, falta de regulación, propaganda publicitaria masiva, patrocinios de importantes equipos de fútbol y famosos de televisión, la sumisión de los medios de comunicación... son los factores que contempla esta profunda y completísima investigación, que también aborda los problemas que esta epidemia ha generado. La dimensión más humana. Las desgracias, problemas y dificultades para la rehabilitación de los adictos y sus familias y amigos.

La dimensión humana del problema, la más íntima y reservada, también la más destructiva, se aborda desde todos los ángulos posibles, con el fin de ofrecer una visión completa del proceso de deconstrucción y desgracia de las personas y de las dificultades de su rehabilitación. El estilo del reportaje periodístico, con testimonios, entrevistas, documentos y referencias bibiográficas aporta intensidad al relato y sirve de piedra de toque sobre un sistema voraz e insostenible que ha reducido a cifras económicas los valores humanos y que enarbola el único principio válido: "la ética del beneficio" le dicen. Con Luis Díez y Daniel Díez hemos querido hablar largo tendido...

JUEGO Y LUDOPATÍA: PROPORCIÓN DE HOMBRES Y MUJERES Y EDADES

El libro, ¡Jugad, malditos jugad! trata este tema en profundidad:

   "En la última encuesta de la dirección General de la ordenación del Juego, de 2017, sólo el 7,8 por 100 de los participantes en tratamiento por ludopatía eran de sexo femenino. En el estudio anterior financiado por ese organismo, de 2015, se afirma:

   "[...] las personas jugadoras con algún tipo de problemática relacionada con el juego se caracterizan, principalmente, por ser hombres con una edad comprendida entre veinticinco y treinta y cuatro o superior a cincuenta y cinco".

   Los salones de juego y apuestas, con su atmósfera de competición y testosterona, con ese aire moralmente impreciso -como clubes de striptease, en el límite de la ley, lo mismo que esos locales para camioneros en las zonas fronterizas-, son lugares hostiles para las mujeres. ¿Una chica acudiendo sola a una sala de juego? No estaría bien visto. Mala madre, mala novia, mala encargada de su hogar. Los hombres pueden entrar en esos sitios en los que no existe el tiempo y la bebida es gratis o muy barata, con restos de cocaína sobre la tapa del retrete, sin que se los considere malos padres o malos maridos. El estigma es mucho peor para ellas. En ellas sólo parece aceptable si van acompañadas. [...]

   "Sí hay empresas como YoBingo que se centran en el público femenino y que prescinden de los deportes y ofrecen sólo las variedades más anestésicas -el bingo y las tragaperras-, entonces el juego entre las mujeres existe y supone un negocio suculento. Aunque tiene sus propias reglas", explican los autores.

¿POR QUÉ JUEGA UN HOMBRE Y POR QUÉ JUEGA UNA MUJER?

   Los hombres juegan para ganar dinero, para ser considerados unos triunfadores. Para sentirse inteligentes y exitosos, y probarse a sí mismos y reafirmar su poder y su importancia. Sus distorsiones cognitivas -ilusión de control, sesgo de experto- son más intensas que las de las mujeres. Buscan desesperadamente en el juego una solución para sus problemas: financieros, afectivos. Emplean más energía, más violencia. Compiten, se miden con los otros jugadores [...] También son más proclives a cometer delitos para conseguir dinero con el que jugar. A poner en la mesa cantidades enormes y perderlas [...] Aunque se trata de una generalización, claro. Muchas mujeres se entregan al juego más enérgico de los varones. Bastantes hombres se sumergen en el insensibilizador y sedante juego femenino.

   Ellas buscan el llamado 'efecto oasis'. Evasión... un paraíso en el que los problemas -laborales, domésticos- desaparecen de golpe. Se evitan: No existirán mientras la máquina siga lanzando destellos delante de los ojos. Ellas persiguen lo que los autores del estudio llaman 'numbness': insensibilidad, entumecimiento. Un estado de olvido de uno mismo en el que el cuerpo obedece a la compulsión del juego, al impulso de meter monedas y apretar botones, mientras la mente permanece secuestrada. Las jugadoras se limitan a reaccionar a los estímulos de la máquina como cuerpos sin inquilino. Como zombis. El deseo es que la ausencia dure el mayor tiempo posible. La ausencia de la conciencia y de la responsabilidad, del dolor de ser una persona que convive en ciertas circunstancias con otras, del sufrimiento de saber eso durante todo el día, a todas horas. Excepto cuando se está en el bingo o enfrente de la tragaperras".

¿QUÉ HAY DE LAS MÁQUINAS TRAGAPERRAS QUE SIEMPRE SE HA HABLADO DE QUE HAY MUCHAS MUJERES?

   "Las mujeres prefieren los juegos continuos -un estímulo tras otro, rápidamente-, los que se prolongan sin interrupciones. Las tragaperras, sobre todo. Juegan a pocas variedades en comparación con los hombres (que abarcan más tipos, que diversifican sus apuestas). Sus preferidos son los de azar puro: aquellos en los que la habilidad y los conocimientos -sobre fútbol o sobre lo que sea- no cuentan lo más mínimo. Las mujeres apagan el ego cuando juegan. Lo borran. Ni siquiera les importa ganar. Lo único que pretenden es conseguir tiempo. [...] No se engañan pensando que podrán comprarse un coche de lujo o pagar las facturas atrasadas. Saben que el juego lo absorbe todo. Como un agujero negro.

   Las jugadoras se sienten más cómodas en la zona de las máquinas de un casino o de una sala de bingo, en una atmósfera más privada, más respetable [...] Soledad, aislamiento. Eso buscan. No ser interrumpidas. Pero no siempre se puede ir al casino o a la sala de bingo. Para eso está internet".

CÓMO COGEN A CHAVALES MÁS MAYORES QUE JUEGUEN POR ELLOS DESDE FUERA, MIENTRAS ELLOS PERMANECEN EN LA CALLE CON EL MÓVIL CERCA. ¿CÓMO AYUDAR Y PREVENIR PARA QUE UN HIJO NO SE ENGANCHE?, ¿Y UN ADULTO?

   La investigación de ¡Jugad, jugad, malditos! combina lo mejor de dos magníficos profesionales: la larga trayectoria periodística de Luis Díez y la de escritor de Daniel Díez Carpintero. Esta última parte es la que incluye, a modo de reportaje, testimonios y entrevistas de casos reales en los que los chavales utilizan carnets de identidad de adultos o tratan con otros adultos para conseguir apostar. Aunque los mismos casos demuestran cómo el acceso de los menores de 18 años a las salas de juego, pese a la prohibición, es lo habitual.

   A lo largo del libro se habla de una falsa suposición que los autores consideran clave en esta adicción y que debemos desmontar: los ludópatas y jugadores creen que controlan la máquina. Creen que los resultados dependen de su forma de jugar, de su conocimiento sobre deportes, de su astucia, de si han acertado o se han equivocado. "Pues bien: en las tragaperras o en la ruleta nada depende de ellos. Nada. Son aparatos diseñados para que gane la banca: el empresario de Codere o Luckia y el dueño del local en el que operan esas marcas. Ellos siempre ganan. El jugador siempre pierde".

   El contenido del libro trata de demostrar la importancia del factor psicológico en esta patología: "Para algunos las apuestas han sustituido el anhelo de ser futbolista profesional, de jugar en el Real Madrid o el Barcelona, que tuvieron de niños y que el realismo de la vida adulta fue apagando. Saben mucho de fútbol. A menudo están en desacuerdo con las decisiones de los entrenadores. Y el tiempo suele probar que tenían razón: Esos futbolistas jóvenes en los que ellos vieron un chispazo de talento llegan lejos, y las tácticas que ellos consideraban erradas son corregidas por los técnicos. Con las apuestas vuelven a sentirse en ese territorio infantil. Implicados en la competición, dentro del clima deportivo, jugándose cosas ellos también. Los partidos resultan más intensos. Son otra vez una cuestión trascendental, igual que cuando eran niños".