Por Javier Carrión
A mediados del siglo XIX el rey de las Dos-Sicilias Fernando II de Borbón decidió abrir un camino en las abruptas montañas de la península sorrentina y con ello "descubrió" al hacerla más accesible una maravilla de la naturaleza que conocemos como la costa amalfitana. Esa vía es hoy la actual "strada 163", estrecha y repleta de curvas con barrancos y vistas fascinantes, que conduce a Positano. El primero de los pueblos amalfitanos hilvanados en este bellísimo "balcón mediterráneo" -con Amalfi y Ravello también a la cabeza- que tienen un referente común: la isla de Capri, en el horizonte.
Positano es seguramente el pueblo más turístico de esta "costiera" que culebrea a solo unos metros del mar Tirreno, pero no visitarlo constituiría un descuido imperdonable. Hace un siglo la imagen de esta aldea marinera estaba representada por unas casitas desparramadas que parecían "atadas" a la gran roca que se eleva sobre todo el conjunto. Casi todas esas casas con terrazas asomadas el mar, limpias y pintadas con cal, estaban escondidas por el verde de los olivos. No había calles, ni tampoco ahora, y sólo callejones y escaleras para subir o descender por el pueblo.
Esa atmósfera mágica cautivó a todo tipo de artistas. Desde pintores (Alberto Burri o los españoles Pablo Picasso y Eduardo Arroyo), en un principio, que alquilaban habitaciones a bajo precio y se hartaron de plasmar la luz de este paraíso del sur de la costa italiana, a maestros de la danza como Rudolf Nureyev -que acabó comprando a muy pocas millas del pueblo los tres islotes de Li Galli, donde se cuenta que Homero escuchó el canto de las sirenas que tentaron a Ulises- pasando, finalmente, por grandes directores de cine italianos como Vittorio de Sica o Franco Zeffirelli. Ellos compraron incluso aquí su casa y comenzaron a retratar Positano en alguno de sus filmes más famosos. Al igual que lo hicieron otros más recientemente en títulos muy populares ("El talento de Mr. Ripley" o "Bajo el sol de la Toscana"), más cercanos en la memoria.
Si descendemos a pie desde la parte más alta al casco antiguo del pueblo, tras haber parado en alguno de los "mini estacionamientos" de la carretera, siempre repletos de puestos de frutas y souvenirs y de restaurantes con excelentes vistas panorámicas, conviene darse un respiro para tomar fuerzas y afrontar el envite. Son más de cuatrocientos los escalones que hay que bajar para alcanzar la Playa Grande, pero el descenso descubre sorpresas y recovecos para recordar. La playa es el mejor punto para fotografiar las casas escalonadas de la villa, su colegiata y los barcos que se desplazan a Capri. Entre cincuenta y sesenta euros cuesta la excursión a la idílica isla con baño incluido en la famosa Gruta Azul a la que hay que acceder en una embarcación más pequeña.
La playa, de arena negra, invita a tomar el sol y al baño, aunque parezca que haya miles de ojos desde arriba y a la misma altura que actúan como vigilantes. Sobre la arena se amontonan las barcas y redes de los pescadores, entre los bañistas y unas cuantas gaviotas. Mucho más discreta es la Playa de Fornillo, a cinco minutos a pie tomando el sendero que parte de los puestos de "biglietteria" para las excursiones por la costa Amalfitana y Capri. Situada entre dos antiguas torres, Trasita y Clavel, es en alguno de sus rincones un refugio para los que buscan más intimidad.
Ya en el casco viejo, el pueblo no cuenta con demasiados monumentos históricos de relieve. Solo cabe destacar la colegiata de Santa María Assunta (s. XII), con dos Vírgenes, una negra en su altar y otra que es sacada en procesión cada 15 de agosto, y algunos restos de la villa romana. Es mejor dejarse llevar por la algarabía de sus callejuelas, repletas de restaurantes con terraza especializados en cocina marinera desde los que resulta muy aconsejable contemplar un atardecer, y sus tiendas de moda. Toda una tentación para las mujeres, dejando a un lado su elevado precio, con diseños en lino, algodón y seda de gran calidad y tradición, al igual que los vestidos de novia y los bikinis, pues Positano fue la primera ciudad italiana que vio como se usaban en sus playas los "dos piezas", allá por el año 1959.
Este Positano de postal, que fue capaz de competir como puerto con la mismísima Venecia en los siglos XVI y XVII siendo solo una pequeña parte de la República de Amalfi, sigue teniendo un poder embaucador y casi hechizante para el que se acerca a este rincón. Muchas parejas, italianas y extranjeras, lo saben y deciden casarse aquí para unir sus destinos. Toman el relevo de otras famosas -Liz Taylor y Richard Burton o Lawrence Olivier y Joan Plowright- que vivieron grandes y románticas historias de amor en esta esquina del Mediterráneo.
GUÍA PRÁCTICA
Cómo llegar: Iberia ofrece un vuelo a diario entre Madrid y Nápoles a través de su franquicia Iberia Regional/Air Nostrum (www.iberia.es). Ya en Nápoles, lo más aconsejable para visitar Positano y la costa amalfitana es alquilar un coche.
Para dormir:
-Hotel La Sirenuse. Via C.Colombo, 30. Positano. Tel: 089 87 50 66 www.sirenuse.it
- Hotel Palazzo Murat. Via dei Mulini, 23. Tel: 089 87 51 77. www.palazzomurat.it
Para comer:
- La Cambusa. Spiaggia Grande. Tel: 089 875432
- Buca di Bacco. Via Rampa Teglia, 4. Tel: 089 875699. www.bucadibacco.it
Más información: www.turismoregionecampania.it / www.positano.com