MADRID 31 Ago. (Por Javier Carrión) -
En pleno corazón de los Alpes, haciendo frontera con Alemania, Italia y Suiza, la región austriaca del Tirol es un excepcional marco para disfrutar la naturaleza. Y en verano el baño y el disfrute de las aguas están garantizados en sus hermosos lagos alpinos.
El punto de partida para iniciar un viaje por la región puede ser Kitzbuhel. Sus vecinos la definen como 'una ciudad de su tiempo'. Entusiasta y seductora, la villa muestra lo que vendría ser una perfecta simbiosis entre estilo de vida, deporte y oferta gastronómica impregnada de estrellas michelín, y eso bien lo saben los turistas alemanes que la consideran su destino favorito en Austria. Situada entre dos líneas montañosas, Horn ('Cuerno') y Hahnenkamm (escenario de las pruebas de la Copa del Mundo de esquí), su principal oferta es invernal gracias a la primera pista de descenso abierta en Austria (1928), pero también se ofrece como una ciudad para degustar en la temporada veraniega.
Uno de los principales atractivos naturales en la época estival es el Schwarzsee, conocido también como 'el lago de las aguas oscuras'. Cuando comienza el calor, los vecinos y los numerosos turistas que llegan hasta aquí se acercan a este espacio para refrescarse y nadar. No importa que su fauna piscícola sea abundante, con piezas generosas en tamaño, el entorno de las montañas, presidido por el impresionante Wilder Kaiser y su procesión de picos agudos que se divisan en el horizonte, y los encantadores hoteles instalados en las orillas del lago invitan al relax. Y cuando sale el sol sus visitantes se tumban en las hamacas gigantes de madera instaladas sobre la hierba para aprovechar hasta el último rayo en la compañía de un buen libro. Este lago, que es uno de los más templados del país y de ahí la presencia de numerosos bañistas, presume también de las propiedades curativas de sus aguas desde que empezó a ser frecuentado a finales del siglo XIX.
Muy atractivo es también su coqueto casco viejo, donde la gama de colores de las fachadas de sus bonitas casas sorprende al visitante. La ciudad parece un pastel multicolor con un par de velas, sus dos templos medievales: la Iglesia de San Andrés, la más importante de toda la región, y la Iglesia de las Mujeres, muy popular también por ser la favorita para celebrar enlaces matrimoniales. El tamaño de la villa antigua es reducido pero sus rincones y sus edificios deleitan a cualquiera en un delicioso paseo.
Es por eso que Kitzbuhel se presenta como la ciudad más cotizada del Tirol austriaco. El metro cuadrado de una vivienda supera los tres mil euros, un precio superior al de la capital Innsbruck, claro que la calidad de vida lo merece. Eso al menos nos cuenta Rosi, la dueña de un popular restaurante levantado en las montañas junto a las pistas donde el gran campeón olímpico austriaco Toni Sailer, fallecido en 2009, solía entrenar.
Antes la amable propietaria entona la popular canción 'Edelweiss' de la película 'Sonrisas y lágrimas', acompañada de su guitarra española: 'Kitzbuhel está abierta a la gente -asegura con una dulzura equiparable a la del paisaje-, aquí se vive con serenidad, quizás porque los pastos llegan hasta los dos mil metros y no vemos piedras. Las montañas parecen en este lugar más suaves, el entorno nos relaja y así hemos podido desarrollar nuestra calidad de vida'. Así lo supieron apreciar en el pasado estrellas como Kirk Douglas, el Aga Khan o Coco Chanel, al igual que lo hacen ahora otras personalidades, caso del Príncipe Alberto de Mónaco o de la actriz norteamericana Demi Moore.
EL MAR DEL TIROL
Abandonamos Kitzbuhel y de camino a Innsbruck, a poco más de cuarenta kilómetros antes de llegar a la capital de los Alpes, conviene tomar un desvío en Jenbach para dirigirse a Achensee, el lago más grande de Tirol. La excursión resulta espectacular, pues este lago situado a 930 metros de altitud, con 10 kilómetros de longitud y 133 metros de profundidad en algunas zonas, es para muchos turistas 'un rincón caribeño' rodeado de enormes cumbres en el entorno del espectacular macizo alpino de Karwendel.
El color azul turquesa de estas aguas, que popularmente son conocidas como 'el Mar del Tirol', atrae a miles de visitantes, principalmente alemanes por la cercanía de la frontera, que disfrutan con todo tipo de actividades deportivas acuáticas, como la vela, el remo, el kitesurf o el buceo, o terrestres con el ciclismo de montaña y el senderismo a la cabeza. Los aficionados a los paseos pueden elegir entre más 450 kilómetros de rutas y aunque algunas se sitúan a 2.500 metros de altitud resultan fácilmente accesibles a través de dos 'cable-cars'. Otra opción para los más atrevidos es alucinar en el aire practicando el parapente que hace furor en este grandioso marco natural.
La pureza del agua de este lago es tan asombrosa que puede ser consumida sin problemas por el hombre, una cualidad que curiosamente redunda en la escasez de peces. El sur del lago, que destaca por su poca profundidad, lo ocupan las familias pues su zona de baño ofrece gran seguridad y además la temperatura del agua alcanza los 22 grados en los meses de verano. Su paradisíaca playa, una de las cuatro que existen en el Achensee, es cristalina, pero conviene aclarar que el baño está permitido en cualquier área del lago. Esa experiencia siempre sorprende: nadar o bucear en las aguas de color verde o azul turquesa estando tan lejos del mar y ante la única y muda presencia de las cumbres no deja indiferente.
Antes de dejar el lago resulta aconsejable dar una vuelta en crucero por todo su perímetro y conocer las cinco villas pintorescas de su 'bella costa', Pertisau, Maurach, Achenkirch, Steinberg y Wiesing, que componen un bello marco alpino. Otra sugerencia es tomar desde Jenbach el tren de cremallera a vapor más antiguo que funciona en Europa. Durante 45 minutos la locomotora, que constantemente pita y echa humo, conduce al visitante en un viaje romántico a través del valle del Ziller remontando antes la loma de una gran montaña. Las tres locomotoras de vapor del año 1889 siguen prestando sus servicios con eficacia y el lento recorrido de casi 7 kilómetros, a una velocidad de 8-10 km/h, permite disfrutar de las magníficas vistas sobre montañas, valles y el propio lago. El viaje cuesta 22 euros y los niños entre 6 y 15 años pagan la mitad. El trayecto, delicioso, traslada al viajero a otra época.