MADRID, 25 Jun. (EUROPA PRESS) - Según afirma Pérez Verde, una lluvia "típica" está entre los 5 y los 20 meteoros por hora, mientras que la más famosa, la de las Perseidas, en agosto, tiene una visibilidad de entre 60 y 70 meteoros por hora. Las Boötidas son una lluvia de estrellas provocada por el rastro de partículas dejadas por el cometa Pons-Winnecke. Este rastro de deshechos se distribuye de forma tubular a lo largo de su órbita, lo que se denomina como 'tubo meteórico', según relata Pérez Verde, que añade que la Tierra atraviesa todos los años ese tubo entre los días 22 de junio y 2 de julio, atravesando su zona más densa sobre el 27 de junio, fecha del máximo. Cuando la Tierra está atravesando el tubo, la fuerza gravitatoria del planeta atrae a las partículas del 'tubo meteórico'. Al entrar en contacto con la atmósfera terrestre, a unos 80 ó 100 kilómetros de altura, estas partículas sufren un proceso de fricción donde su temperatura llega a elevarse por encima de los 1.500 grados centígrados. Esta temperatura hace que la partícula se vuelva incandescente y brille a medida que se descompone, dejando un rastro a su paso. Ese rastro luminoso es lo que se conoce como estrella fugaz. Las partículas que forman una estrella fugaz típica no suelen superar el tamaño de un grano de arroz. Si tienen el tamaño de una avellana podrían llegar a brillar tanto como la Luna llena, mientras que si tienen el tamaño de una naranja, su brillo sería comparable al del Sol, según explica el experto. Cuando la Tierra atraviesa el 'tubo meteórico' del cometa Pons-Winnecke, bajo la perspectiva desde la Tierra coincide con la constelación de Boötes (El Boyero). Es por esto que si se prolonga la trayectoria de los meteoros o estrellas fugaces procedentes de esta lluvia en sentido contrario a la marcha, todas convergen en una misma zona perteneciente a esta constelación.