Publicado 23/10/2013 08:07

"Universidad y espíritu emprendedor en España". Por José García Montalvo, de la Pompeu Fabra y Fundación Ramón Areces

Profesor José García Montalvo
FUNDACIÓN RAMÓN ARECES

La Fundación Ramón Areces acoge este miércoles el I Encuentro Bilateral de Fundaciones España-EEUU que, organizado conjuntamente con la Asociación Española de Fundaciones y la Fundación Consejo España-EEUU reúne a representantes de fundaciones españolas y estadounidenses para intercambiar experiencias y analizar la mejor forma de maximizar la contribución del sector fundacional en los ámbitos de la innovación y el emprendimiento empresarial.

José García Montalvo, Catedrático de Economía de la Universitat Pompeu Fabra y miembro del Consejo de Ciencias Sociales de la Fundación Ramón Areces, analiza en esta tribuna la relación entre Universidad y espíritu emprendedor en España.

Hace unas semanas participaba como jurado de un premio empresarial importante cuando asistí a una interesante discusión sobre la relación entre espíritu emprendedor y educación. Los empresarios del jurado, que eran mayoría, argumentaban que solo hay que ver a los grandes emprendedores para darse cuenta de que no es necesario ir a la universidad para tener éxito en los negocios.

Bill Gates (Microsoft), Mark Zucherberg (Facebook), Steve Jobs (Apple), Larry Ellison (Oracle), Michael Dell (Dell), etc, son ejemplos evidentes. Todos forman parte del grupo que en Estados Unidos llaman "drop-outs", o gente que abandonó la carrera universitaria sin finalizarla. No era la primera vez que oía estos argumentos, que los empresarios estaban lanzando a un colega de una conocida escuela de negocios y que era el otro académico en la reunión. Pero al no ser la primera vez que encontraba el argumento, ya tenía una respuesta preparada.

Evidentemente en este razonamiento hay una sutil falacia que los económetras conocemos por el nombre de selección muestral. La pregunta no es cuantos emprendedores de éxito conoce que no tienen una carrera universitaria, o ni siquiera estudios secundarios superiores, sino cuantos "drop-outs" intentaron emprender y fracasaron. Estos, al no ser conocidos, no aparecen en el imaginario popular y, por tanto, aunque serán cientos de miles parece que no cuentan.

También hay que considerar que los grandes emprendedores toman decisiones racionales y, por tanto, si tienen unas habilidades no académicas muy marcadas que tienen gran valor en el mercado laboral, el coste de oportunidad de estar cuatro años estudiando en la universidad (o jugando a las cartas como dice la leyenda que hacía Bill Gates en su breve estancia en Harvard) no les compensa. Es totalmente lógico.

Estando convencido de lo anterior, es cierto que en el caso español las cosas funcionan de otra manera. Ya sabemos que "Spain is different". En la universidad pública española si algún alumno entra con algo de espíritu emprendedor solemos aplastarlo convenientemente para que, a la hora de salir, sus preferencias se orienten hacia la carrera funcionarial o, anteriormente, un puesto en una caja de ahorros que era lo más parecido a ser funcionario pero en el sector privado.

En esta labor de desincentivar el espíritu emprendedor también participa un grupo minoritario pero bastante ruidoso de sus propios compañeros que realizan prácticas de aprendiz de político en las universidades al grito de "fuera empresas de la universidad" y "muerte al capitalismo". Digo minoritario por qué más del 70% de los alumnos reconocen que asisten a la universidad para mejorar su empleabilidad.

Esto unido a una proporción elevada del profesorado universitario que sigue anclado en una visión del empresario con un diablo con rabo que huele a azufre consigue que el emprendimiento de los universitarios españoles esté bajo mínimos. Las encuestas de inserción laboral de los jóvenes que llevamos realizando desde 1996 señalan que los jóvenes están dispuestos a dejar de ganar una cantidad muy significativa de su salario por evitar tomar riesgos y poder ser un trabajador por cuenta ajena el resto de su vida. Y todavía están dispuestos a renunciar a más salario si el puesto fuera de funcionario.

Durante los años de la expansión económica se observó un aumento pequeño pero significativo de la preferencia por el emprendimiento entre los jóvenes que se incorporaban al mercado laboral. La crisis económica ha frustrado esta tendencia. En las dos últimas oleadas de la encuesta de inserción laboral de los jóvenes (2008 y 2011) se observa una caída significativa, particularmente importante en 2011, de la propensión a emprender. Además, y seguramente espoleado por el rápido aumento de la tasa de desempleo, también se observa un incremento de la preferencia por ser funcionario frente a empleado con trabajo indefinido.

La universidad podría tener un papel fundamental en la transmisión de la importancia del espíritu emprendedor en una sociedad moderna que pretenda seguir avanzando. Hay que hacer pedagogía de lo obvio: sin emprendedores y empresario no habría recaudación impositiva para pagar a los funcionarios ni ningún otro gasto público. Por desgracia, no tengo ninguna esperanza de que se produzca un cambio significativo en la percepción del emprendimiento en el mundo universitario. Tengo más esperanza en que los triunfos de emprendedores y deportistas españoles pueda convencer a algunos jóvenes que tomar riesgos puede proporcionar grandes satisfacciones y aportar contribuciones importantes a la sociedad.