La llegada de miles de menores, un reto para las autoridades italianas

Adolescentes en un centro de inmigración en Caltagirone (Italia)
ALESSANDRO BIANCHI / REUTERS
Actualizado: jueves, 16 abril 2015 21:11

CALTAGIRONE (ITALIA), 16 Abr. (Reuters/EP) -

Ishmael Bangura tiene 16 años y es huérfano. Huyó de Sierra Leona en julio, cuando el ébola mató a ocho miembros de su familia. Meses después, el barco en el que viajaba de Libia a Italia volcó. Sobrevivió agarrándose a una cuerda lanzada por una embarcación de rescate, mientras docenas de personas se ahogaban muy cerca de él.

Hoy, Bangura viva en un albergue en Caltagirone (Sicilia). Forma parte de una multitud creciente de niños sin padres que llegan a las costas europeas y que dan a la crisis de inmigración del continente una nueva cara trágica. "Estoy contento de estar vivo", contó con voz suave hace unos días, sentado en el patio del albergue.

El año pasado, el número de personas que llegaron a Italia a través del mar alcanzó el récord de 170.000. Solo durante la semana pasada llegaron otros 10.000. Hace unos días, unos 400 murieron en su intento de cruzar el Mediterráneo, según el testimonio de los supervivientes.

El número de menores que viajan solos se ha disparado. Las llegadas a Italia de menores en 2014 triplicaron las del año anterior. Esto genera un problema a los países del sur de Europa. Italia, por ley, no puede repatriar a menores y está obligada a proporcionarles atención sanitaria y educación.

Los países de acogida están saturados. 13.000 adolescentes, que en su mayoría huyen de conflictos, pobreza o persecuciones, viven en centros de inmigración en Italia, junto a albergues para adultos abarrotados con unas 80.000 personas. Se espera que las cifras aumenten por la explosión demográfica global. Según datos del Fondo de Población de la ONU, en el mundo hay más personas de entre 10 y 24 años que nunca en la historia, y la mayoría viven en países pobres.

"El Mediterráneo seguirá siendo un espacio con mucho tráfico y muchas muertes", ha pronosticado Maurizio Albahari, profesor de la Universidad de Notre Dame en Indiana (Estados Unidos) y autor de un libro que se publicará próximamente bajo el título 'Crímenes de paz: migraciones mediterráneas y la frontera más mortífera del mundo'.

Con esta perspectiva, Italia intenta instaurar un sistema a largo plazo para acoger e integrar futuras olas de menores. Está empleando fondos de la Unión Europea para abrir nuevos albergues que sean supervisados por grupos humanitarios que buscan ayudar en la integración de los jóvenes.

Hay resistencia. Algunos políticos de la derecha, especialmente en el norte de Italia --más rico que el sur--, están presionando para que no se abran albergues en sus regiones. Esta semana, las regiones septentrionales de Lombardía y Véneto, que son gobernadas por el partido xenófobo Liga Norte, han manifestado que no aceptarán más inmigrantes.

ALBERGUES ITALIANOS

El aumento de inmigrantes que se ha producido este año en el Mediterráneo se debe en gran medida a la inestabilidad política de Somalia y Eritrea y al vacío de poder generado en Libia, además de la guerra civil en Siria.

Las dificultades económicas llevaron a Italia el año pasado a poner fin a la misión permanente de búsqueda y rescate 'Mare Nostrum'. No obstante, los guardacostas y los militares de la Armada en el sur de Italia siguen rescatando todos los días a personas para que no mueran en aguas turbulentas.

Las autoridades separan a los adultos de los menores no acompañados en sus albergues, pero muchos de los centros para niños y adolescentes no tienen trabajadores especializados, como intérpretes o profesores de italiano. No les proporcionan mucho más que una cama, comida y algo de ropa barata.

"La forma en la que acogimos a más de 14.000 menores el año pasado me hace avergonzarme de ser italiano", expresó el director de Inmigración del Ministerio del Interior a una comisión parlamentaria el mes pasado.

El país está intentando cambiar esta situación. En marzo lanzó una licitación de 13 millones de euros para abrir diez nuevos centros de "primera acogida" para alojar a un máximo de 50 menores y proporcionarles atención sanitaria básica y clases de idioma durante un máximo de 90 días.

Tras su estancia en ese primer centro, los menores deben ir a una "comunidad" de 12 niños en la que se escolarizan y participan en diferentes actividades. Los tribunales italianos les asignan tutores, y deben permanecer en esas comunidades hasta que cumplan los 18 años.

"Estamos construyendo el futuro de nuestro país porque tenemos delante de nosotros a una mezcla de personas que ahora viven aquí, que quieren vivir aquí y que quieren ayudar", ha valorado Daniele Cutugno, el psicólogo que dirige el albergue en el que vive Bangura.

El subsecretario de Inmigración del Ministerio del Interior, Domenico Manzione, ha afirmado que se instalarán nuevas comunidades para unos 1.000 menores, aunque ha reconocido que se necesitarán más. "No podemos negar que estamos afrontando una tarea que está lejos de ser fácil. El número de llegadas pone presión sobre unas estructuras que ya están saturadas", ha lamentado.

CONSTRUIR UN FUTURO

El albergue en el que vive Bangura y otros 55 chicos africanos está a las afueras de Caltagirone, una ciudad de menos de 40.000 habitantes famosa por su industria de la cerámica. Es un recinto reformado de dos pisos. La mayoría de sus residentes no tenían planeado venir a Italia y cada uno tiene su propia razón trágica para buscarse un futuro lejos de su hogar. A su edad, los adolescentes occidentales están ocupados con los videojuegos o el carné de conducir.

Abubacarr Dibba, de 17 años, contó que se fue de Gambia cuando su padre murió y su familia perdió sus tierras. Mustapha Kanteh, que ya tiene 18, también dejó Gambia cuando falleció su padre y un cacique le pegó con un objeto metálico y amenazó con matarlo. Todos dicen haber sido golpeados y encarcelados.

Bangura relató que sigue sufriendo dolores de cabeza por haber sido golpeado con el mango de una pistola en Libia. Explicó que, cuando llegó a ese país, lo secuestraron durante dos semanas, pidiendo un rescate a supuestos familiares. Después fue enviado a prisión, y luego lo pusieron en un barco rumbo a Italia.

El chico contó que ahora ayuna, reza y espera. "No sabía nada sobre Italia antes de venir. Ahora quiero pasar mi vida aquí", afirmó, y añadió: "Estoy aquí pidiendo ayuda. Hagan lo que hagan los italianos, voy a ser paciente hasta que puedan ayudarme".

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