Carteles electorales en camiones en Biskek
VLADIMIR PIROGOV / REUTERS
Actualizado: domingo, 4 octubre 2015 6:57

BISKEK, 4 Oct. (Reuters/EP) -

Los votantes kirguisos acuden este domingo a unas urnas en las que se espera que otorguen un nuevo mandato de cinco años a los socialdemócratas, con tendencias cercanas a Rusia, en medio de un contexto ensombrecido por las tensiones étnicas y por un cada vez mayor radicalismo islámico en la empobrecida antigua república soviética.

El país, con seis millones de habitantes y de mayoría musulmana, se ha acercado en los últimos años a Rusia alejándose de Occidente. En virtud de un plazo fijado por el Parlamento, Estados Unidos cerró el año pasado una base aérea ubicada en suelo kirguís que había servido para las operaciones estadounidenses en Afganistán desde 2001.

Situado en medio de una ruta de tráfico de narcóticos desde Afganistán, Kirguistán sigue siendo vulnerable a la volatilidad política después de haber derrocado a dos presidentes en las populares revueltas de 2005 y 2010.

Los socialdemócratas, que dirigen la coalición saliente, parecen listos para presentarse de nuevo como el principal partido en los comicios, que arrancaron a las 08:00 de la mañana --hora local--. Siguen firmemente asociados con el presidente, Almazbek Atambayev, a pesar de que dimitió formalmente como su líder después de ser designado jefe de Estado en 2011.

Atambayev ha respaldado indirectamente a los socialdemócratas durante su campaña electoral, abriendo carreteras, túneles y otras infraestructuras y pidiendo al electorado que elija "la estabilidad", palabra clave de la campaña del partido.

"Algunos de esos que profetizaron hace cuatro o cinco años que Kirguistán era un estado fallido (...) aún están hablando de ello", aseguraba el viernes, mientras distribuía nuevos apartamentos a agentes policiales en la capital, Biskek.

RELACIONES CON RUSIA

Más de 2.000 candidatos en representación de 14 partidos concurren para hacerse con los 120 escaños del Parlamento kirguís, que tiene un mayor control del Gobierno y la economía que sus países del centro de Asia, mucho más autocráticos.

Atambayev ha forjado una relación muy cercana con el presidente ruso, Vladimir Putin, que sigue manteniendo la base aérea militar en suelo kirguís, temiendo un avance de la insurgencia islámica en la región.

Por su parte, Moscú ha perdonado gran parte de la deuda kirguisa y ha desarrollado grandes proyectos económicos en el estado, mientras cerca de un millón de nacionales trabajan en Rusia, desde donde envían remesas que ayudan a la economía local.

También China estará pendiente de las elecciones del domingo en Kirguistán, ya que la obstinada región de Xinjiang hace frontera con el país y está presente en numerosas industrias kirguisas, entre ellas del sector energético y minero.

Miembro del bloque militar liderado por Moscú, la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (ODKB) y del proyecto de Putin de la Unión Económica Euroasiática, Kirguistán ha mantenido, por otro lado, unas relaciones un tanto amargas con Estados Unidos desde que Washington otorgó un premio de Derechos Humanos a un disidente uzbeco que cumple cadena perpetua por incitar al odio étnico durante los enfrentamientos entre uzbecos y kirguisos, combates que acabaron con la vida de más de 400 personas en el sur de Kirguistán en 2010.

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