VALLADOLID, 14 Ene. (EUROPA PRESS) -
El Ministerio Fiscal acordó finalmente mantener su petición de penas de once años de cárcel para la titular del bar 'Rayoli', María Dolores G.A, y su hermano Álvaro tras considerar acreditada la actividad de venta de sustancias estupefacientes, fundamentalmente cocaína y hachís, que llevaban a cabo dentro de referido establecimiento público, sito en la calle Esperanto de Valladolid, en la zona de La Farola.
La acusación pública calificó de "especialmente relevantes" las declaraciones del secretario y del instructor de las diligencias, ya que ambos policías, participantes en el operativo de vigilancia montado alrededor del local en junio de 2006 e incluso meses antes, ratificaron haber presenciado personalmente cómo Álvaro G.A, que en ocasiones ayudaba a su hermana en tareas de mover cajas con bebidas, realizaba personalmente transacciones de droga a cambio de dinero.
Al respecto, uno de los funcionarios, en declaraciones recogidas por Europa Press, explicó que el día de los hechos, sobre las 19.30 horas del día 1 de junio de 2006, se encontraba en la calle y que al mirar por la ventana del bar sorprendió a Álvaro fuera de la barra y junto a un toxicómano, Ángel S.R, en el momento en que el primero cerraba una de estas ventas.
"Vi al toxicómano entregar unos billetes y al acusado sacar un objeto de la zona de la cintura que el primero se metió en el bolsillo del pantalón", añadió el agente, quien se encargó de seguir al drogadicto hasta la Avenida de Irún y de interceptarle, momento en el que le ocupó dos papelinas con 1,16 gramos de cocaína que el detenido confesó que las había comprado a un varón en el bar 'Rayoli'.
Otro policía cuyo testimonio fue esgrimido por el fiscal como principal prueba de cargo, en este caso el instructor de las diligencias, relató que la investigación sobre el local se inició a raíz de las denuncias de vecinos y toxicómanos que aseguraban que "los del bar" vendían droga, y eso a pesar de que el marido de la propietaria, José Ramón V.F, ya había sido condenado un par de años antes a la pena de nueve años de cárcel tras ser detenido en posesión de 280 gramos de cocaína.
El agente recordó que dos meses antes de la detención de María Dolores y de su hermano se había montado otro dispositivo similar que finalmente fue abortado debido a que los sospechosos detectaron la presencia policial e interrumpieron la venta. El mismo agente relató que ya entonces, tras hacerse pasar por cliente, estuvo dentro del bar tomándose una cerveza y jugando al futbolín y fue testigo de distintas transacciones de droga por parte de Álvaro.
SE DECLARAN INOCENTES.
Pese a ello, tanto la titular del negocio de hostelería como su hermano, cuya letrada solicitó una sentencia absolutoria, se declararon inocentes y negaron dedicarse a la venta de drogas. El segundo aseguró que ocasionalmente ayudaba a su hermana en el bar, siempre en tareas de acarrear cajas de bebidas y otros cometidos que requerían fuerza, y alegó que en el momento de la detención los 5,68 gramos de cocaína, 1,67 de hachís y 0,07 gramos de semillas de cannabis sativa que portaba en una riñonera eran para su propio consumo, dada su condición de toxicómano.
El acusado reconoció haber hablado dentro del bar con el toxicómano que minutos después sería detenido con cocaína en la Avenida de Irún, si bien negó haberle proporcionado la droga y aseguró que únicamente hablaron ya que se conocían del colegio. "Jamás he vendido droga, llevo trabajando desde los 15 años y 11 de ellos sin bajarme del camión", insistió el imputado, en referencia a su profesión de transportista.
Este atribuyó también a su autoconsumo y de su novia la posesión de otros 98,50 gramos de hachís y 557,12 gramos de cannabis sativa que la policía halló en un registro posterior efectuado en su domicilio, sito en la localidad de Santibáñez de Valcorba.
Por su parte, el toxicómano al que, supuestamente, Álvaro entregó la cocaína aseguró que en el momento de su detención indicó que la mercancía se la había vendido un varón dentro del 'Rayoli' y firmó incluso el acta de aprehensión porque estaba "acojonado" y lo único que quería era irse a su casa.
"No quería problemas y me dijeron que por narices tenía que confesar que había sido dentro del bar, no sé por qué", insistió el testigo, quien declaró que la droga la había comprado a unos gitanos en un parque próximo y que lo único que hizo dentro del local de los dos acusados fue tomarse una cerveza.