Publicado 02/02/2025 08:01

Carmen Tomás.- La UE gira con el coche de combustión

MADRID 2 Feb. (OTR/PRESS) -

La Comisión Europea ha iniciado esta semana contactos con todos los implicados en el sector del automóvil. Parece que finalmente se han dado cuenta de que el coche eléctrico no se ha implantado como esperaban. Los consumidores europeos, incluidos los alemanes, no pueden comprarlos. El consumo por persona está en niveles de hace años y los números no salen. Además, las exigencias a los coches de combustión han puesto al sector en una situación comprometida. Los anuncios de despidos masivos de los fabricantes se han sucedido y parece que desde la Comisión se ha puesto pie en pared. Veremos si en el sentido correcto.

Sí parece claro que este cambio no significa abandonar los objetivos de implantación del coche eléctrico. Sin embargo, sí se han iniciado conversaciones que se alargarán hasta el próximo mes de marzo y con fabricantes, industria auxiliar o trabajadores (la española Rivera no fue convocada) se elaborará un nuevo plan de transición. Hay que recordar que desde Bruselas se concibió un calendario que obligaba a los fabricantes a no producir coches de combustión a partir de 2035. La realidad parece que se impone y muy probablemente esos plazos se alargarán para que el sector respire y pueda competir con fabricantes de otros países sin matar a la industria europea. Y debería explicarse cuanto antes teniendo en cuenta que muchos consumidores no saben que decisión tomar a la hora de comprarse un automóvil, ya que requiere una fuerte inversión.

La muerte lenta a la que han sometido al sector las exigentes normas medioambientales se ha evidenciado en las cuentas de resultados de las compañías y como comentaba miles de empleos están en juego. El sector más próspero, que ha gastado millones de euros en modernización, innovación y que era una industria puntera en el mundo, está de capa caída. De forma increíble, y como dijo en su informe Mario Draghi, la política industrial en la Unión Europea está impregnada de ideología y aconsejó cambiar el rumbo para poder competir con éxito y no arruinarla con exigencias que dejan el campo abierto a otros países como China con menos obligaciones de todo tipo. Sólo cabe esperar que el discurso bruselense, lleno de palabrería, se transforme en proyectos claros que despejen todas las dudas y promueva la salida del túnel de un sector que, hasta no hace tanto, era la envidia del mundo.

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