Contraband: Mark Wahlberg, padre (y traficante) coraje

Mark Wahlberg En Contraband
Foto: UNIVERSAL
Actualizado: viernes, 16 marzo 2012 16:55

MADRID, 16 Mar. (EUROPA PRESS - Israel Arias)

   Mentir, robar, extorsionar, matar... si se hace por la familia todo tiene sentido. Muy propio el estreno en el fin de semana del Puente de San José de Contraband, donde el personaje de Mark Wahlberg sufre -y también perpetra contra su voluntad- tantas perrerías que ni siquiera estar casado con Kate Beckinsale compensa el esfuerzo del entregado padre.

   El islandés Baltasar Kormákur prueba suerte por segunda vez en Hollywood tras la casi inédita Inhale, protagonizada por Diane Kruger, Rosanna Arquette, Sam Shepard y Jordi Mollà, reversioniando a su compatriota Óskar Jónasson. Y es que Contraband es el remake de Reykjavík-Rotterdam, aclamada cinta del año 2008 sobre un excontrabandista que abandona su vida honrada para regresar a sus viejos negocios. Una película de la que, curiosamente, Kormákur fue el protagonista y productor.

   En este caso el delincuente reconvertido en ejemplar padre de familia es Chris Farraday (Wahlberg), un extraficante que se gana la vida con una empresa de alarmas y que verá como el cafre de su cuñado, un niñato aspirante a capo, al que da vida Caleb Landry Jones, le obliga a volver a las andadas.

   Como antaño, Chris se embarca rumbo a Panamá para traer millones de dólares en billetes falsos y evitar así que su querida esposa (Kate Beckinsale, esta vez de rubia y sin licántropos que cazar) y sus dos hijos, paguen los platos que rompió el hermano de ésta.

   A partir de ahí... peleas, atracos, tiroteos, persecuciones por tierra, mar y aire, explosiones y mucho, mucho caos en una cascada de acción que busca secuencia a secuencia el más difícil todavía.

   Kormákur rueda con solvencia y sin riesgos una carrera Nueva Orleans-Panamá ida y vuelta para alumbrar un producto de género puro y duro. Una cinta tan entretenida como olvidable que sacrifica la coherencia narrativa y los matices de la trama y los personajes en favor de una sucesión de clímax visuales y subidones de testosterona y que en ocasiones se torna excesivamente aturullada.

   Y en este rosario de clichés, el hecho de que el director haya nacido en Reikiavik y no en Los Angeles no se nota en exceso. Ni para bien ni para mal. Contraband es lo que es y Kormákur se limita a gestionar la historia y el material humano -donde destaca el trabajo de dos secundarios: Giovanni Ribisi y Diego Luna- con pulcra eficacia.

   Nada nuevo bajo el sol, por tanto, en Contraband. Aunque tampoco está de más sentarnos un par de horitas a broncearnos sin más pretensiones que pasar el rato con estos fuegos de artificio.