Médicas en "primera línea" el 29O y en la postdana: "La herida está continuamente abierta"

La coordinadora de Picanya llegó a organizar unas 200 atenciones al día y una R3 de Torrent relata "impotencia" por no poder ayudar más

Centro de salud de Picanya tras la dana
Centro de salud de Picanya tras la dana - M.M/EUROPA PRESS
Europa Press C. Valenciana
Publicado: viernes, 31 octubre 2025 10:42

VALÈNCIA, 31 Oct. (EUROPA PRESS) -

Los médicos de familia estuvieron en primera línea el 29 de octubre para hacer frente con lo que tenían a los estragos que causó aquella dana que llevó la vida de 229 personas y un año después siguen estándolo desde sus consultas preocupándose por cómo evolucionan sus pacientes. La herida está así "continuamente abierta" para ellos, pero no se quejan. "Es nuestro deber y también nuestra vocación", señalan a Europa Press.

Es el caso, de María Marín, coordinadora médica del centro de salud de Picanya que consiguió montar la primera asistencia improvisada en las instalaciones de una residencia no inaugurada que Solimar les cedió. A sus pacientes les conoce desde hace 13 años y siempre que llegan a su consulta les pregunta cómo están porque "hay que ser empática y conseguir que se descarguen y se sientan mejor", aunque eso le genere llevarse a casa "una poquita carga" que hace que la "herida esté continuamente abierta".

"Conozco sus vidas, alguno de los que falleció era mi paciente, le pongo cara a su mujer, a su hija, a la otra hija, a su nieta y me cuentan la historia, no es algo anónimo, somos profesionales, pero nos afecta", confiesa, y recalca: "Nuestra convicción es ayudar, no nos podemos quejar, es lo que hemos elegido, es nuestra vocación".

Marín se ha decidido a hablar en este primer aniversario de la dana, aunque "duela revivirlo", para que "la gente sepa lo que sucedió, no para hurgar en la herida, sino para ver qué hemos aprendido, sacar enseñanzas positivas y poder ir hacia adelante". "Es lo único por lo que vale la pena hablar, ver qué no funcionó bien, hay que coordinarnos mejor, estar más comunicados, que haya planes", subraya.

"Que no se repitan los fallos de hace un año cuando el barranco se desbordó. Eso es lo más importante", insiste. Recuerda que estaba comprando sobre 18.30 horas cuando le llamó la celadora para avisar que estaba bajando muchísima agua, que aún se podía salir, y planteó cerrar el centro de salud. "Me acerco, si está tan mal cerramos y ya hablaré yo con la directora, pero no podemos hacer que nadie corra peligro", le contestó.

Cuando llegó ya había como una pequeña lengua de agua delante --el centro de salud está pegado al barranco--, accedió por detrás y se quedó abajo para que no entrara nadie más porque iban a cerrar y la celadora avisó en la planta superior para desalojar. Una vez en su casa, sobre las 19.15 horas, ya no podía salir porque "ya había contenedores y coches flotando por las calles". "Me quedé toda la noche viendo cómo subía el agua, fue el principio del desastre", constata.

Ya de madrugada se enteró de que en la residencia Solimar, que aún no estaba inaugurada, habían llevado a algunos de las personas rescatadas y cuando amaneció fue hasta allí a ayudar. De camino pasó por el centro de salud, que estaba todo destrozado, y como pudo, saltando por encima de barro y tablones, consiguió entrar a su consulta para coger un pequeño maletín con el que prestó las primeras asistencias.

"Fue terrible, no teníamos medios, y había una alerta de que posiblemente habría un segundo desbordamiento", señala. Tras las primeras curas se dio cuenta de que necesitaría más medicamentos. Andando fue a los bomberos para ver si quedaba en pie alguno de los puentes para poder salir. Un bombero voluntario que había conseguido llegar por caminos rurales desde Torrent en su coche le llevó a la farmacia de esa localidad.

"EN LAS PRIMERAS HORAS NO VINO NADIE"

"Igual que ese bombero alguien más también pudo haber entrado a ayudar, pero en las primeras horas no vino nadie", echa en falta. Ya en la botica expuso la situación. "No tengo recetas, te tienes que fiar de mí, solo tengo el teléfono si quieres que te pague", le señaló al farmacéutico. "Y me dijo que no, que no me preocupase, me dio lo que necesitaba", agradece.

Empezaron a llegar voluntarios a quitar el barro y voluntarios sanitarios, venían andando como podían, y traían más material. Estableció tres turnos para atender el centro sanitario improvisado que montaron en la residencia. A partir del segundo día comenzó a llevar registros. "Una de las pocas cosas buenas que he sacado es la plasticidad, la capacidad de adaptación la he multiplicado por 25, porque cada día era distinto, tenía que ver con qué medios contaba y organizar", cuenta.

Reservaba a los sanitarios que eran del pueblo por las tardes para que cuando anocheciera pudieran regresar a sus casas con la linterna de sus móviles. Atendieron a unas 200 personas cada día. La ONG Open Arms, gracias a una compañera de su marido, médico del SAMU, les cedió un todoterreno para poder realizar los avisos domiciliarios.

"Los primeros días las personas parecían zombies, no nos creíamos lo que había pasado, no era nuestro pueblo estábamos en shock, no éramos capaces de elaborar un pensamiento correcto", indica. Y surgieron las ansiedades y los problemas psicológicos que "siguen arrastrando los pacientes, han somatizado más cosas, tienen más insomnios, se despiertan sobresaltados y les vuelven una y mil veces sensaciones, gritos, conversaciones pérdidas... hay una carga de enfermedad mental y física mayor en la población y a medida que pase el tiempo se pondrá más de manifiesto".

Los sanitarios también acusan estos síntomas. "El equipo intentamos entre nosotros reforzarnos", señala, y han contado también con apoyo psicológico. Un par de compañeros médicos se tuvo que coger un tiempo la baja, pero nadie de su equipo ha pedido el traslado. "Aunque en la parte personal es complicado luchar, eres un profesional y tienes que actuar porque dices, ¿Quién más estará aquí en el pueblo que pueda?", apostilla.

"ERES NECESARIO"

Una convicción compartida por Marta Domínguez, residente MIR de tercer año en el centro de salud de Torrent: "Fue el día que me di cuenta que había elegido bien mi profesión y futuro porque es en estas situaciones, que por suerte pasan poco, cuando te das cuenta que realmente eres necesario y puedes ayudar a los demás".

Esa noche le pilló de guardia en el centro de salud y realizó las primeras atenciones a los evacuados al polideportivo. Un año después siente "impotencia" por no haber podido ayudar más: "Se podía haber hecho más". "Los médicos de familia éramos el recurso que más cerca tenía la población, fuimos la primera línea, y me dejó claro que había elegido bien y que me quiero dedicar a esto toda la vida", corrobora.

Una "noche traumática" que ha llevado a muchos de sus compañeros a necesitar ayuda psicológica, algunos han tardado meses en poder volver a sus puestos. También a sus pacientes. "En las consultas estamos viendo que la gente está empezando a hablar y a día hoy, un año después, pero aún hay gente que no se atreve para no revivirlo", concluye.

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