Gestas del deporte: La Locomotora Humana

Europa Press Deportes
Actualizado: lunes, 27 abril 2020 15:10

   MADRID, 27 Abr. (EUROPA PRESS) -

   No hay nadie en la historia que haya sido capaz de emular la gesta realizada en los Juegos de Helsinki de 1952 por el checoslovaco Emil Zatopek. 'La Locomotora Humana' está con letras de oro en los libros deportivos gracias a una descomunal actuación que le llevó a lograr algo aparentemente imposible en la actualidad, un triplete en las tres pruebas del fondo.

   Ganar los títulos del 5.000 y 10.000 en unos Juegos no es algo que se antoje descabellado. Varios lo han logrado, el último de ellos el británico de origen somalí Mo Farah, que además lo consiguió en dos ocasiones: en 'casa', en Londres 2012, y en Rio 2016. Pero unir esos éxitos a hacerlo en los más de 42 kilómetros de los que consta el maratón es un logro que sólo pertenece al atleta de Koprivnice, al que su propio país le hizo caer posteriormente en el olvido por una declaración política en la Primavera de 1968.

   Pero Emil nunca se puso como objetivo ser una 'Locomotora'. De hecho, en su juventud no mostró mucho interés en el deporte ni por el atletismo. Sin embargo, cuando lo descubrió, lo convirtió en una de sus pasiones para ser considerado uno de los mejores de la historia. Todo empezó en la fábrica de zapatos en la que trabajaba cuando era un adolescente y con un segundo puesto en una prueba de mediofondo, el cual terminó por ser el detonante para dedicarle más tiempo.

   Zatopek no fue nunca el más estiloso en su manera de correr, pero eso nunca le preocupó y se apoyó en una férrea metodología para sus entrenamientos. Tras terminar quinto en los 5.000 m de los Europeos de 1946 de Oslo, en los Juegos Olímpicos de Londres estuvo cerca de hacer el doblete en 5.000-10.000, pero la primera se le escapó por poco ante el belga Gaston Reiff. En la segunda, se impuso con tal autoridad que se ganó el apodo de la 'Locomotora Humana'. En 1950, sí lo culminó en el Estadio Heysel de Bruselas en los Campeonatos de Europa.

   El checoslovaco era el gran favorito para proclamarse campeón olímpico en las dos distancias en los Juegos de Helsinki. Estuvo cerca de no ir a la cita porque a un compañero de selección, Stanislav Jungwirth, no le dejaban subir al avión y amenazó con no viajar él tampoco. Finalmente, todo se solucionó y pudo convertirse en el gran héroe de aquella cita en la capital finlandesa, con un triplete jamás visto en apenas ocho días. El atleta tenía previsto doblar en las dos pruebas de fondo, pero sorprendió a todos al anunciar que también correría el maratón, una distancia que nunca había disputado.

   La primera carrera eran los 10.000 metros donde debía defender su título. Nadie pudo con la 'Locomotora', que trituró con su infernal ritmo al resto de participantes para ganar con once segundos de diferencia sobre el francés Alan Mimoun y un tiempo de 29:17. En los 5.000, lo pasó peor. Fue a tirones durante toda la carrera y en la última vuelta iba cuarto y parecía que con sufrimiento. Para nada, era su peculiar estilo. Un brutal cambio de ritmo le permitió sobrepasar a todos sus rivales y nadie le pudo contener volviendo a batir a Mimoun, en esta ocasión por poco más de un segundo.

   Le quedaba el reto de los 42,195 kilómetros del maratón. Pese a su inexperiencia, sus piernas y, sobre todo, su cabeza, le hicieron convertirse en leyenda. Se pegó al británico Jim Peters, plusmarquista mundial y uno de los favoritos, y a falta de 10 kilómetros corría hacia la gloria ya en solitario. Incluso se paró a hablar con aficionados y el estadio no cesó de corear su nombre. Ganó con un tiempo de dos horas y 23 minutos, aventajando en más de dos minutos y medio al argentino Reinaldo Gomo.

   Y ahí comenzó el final de su carrera. Aún se proclamó campeón de Europa de 10.000 metros en 1954, pero en Melbourne'56, ya con 34 años, sólo pudo ser sexto en el maratón. Posteriormente, y pese a todo lo que había dado a nivel de propaganda al régimen comunista de su país, su rechazo a la ocupación soviética en la Primavera de Praga de 1968 le costó caro. Fue enviado a trabajar en las minas de uranio y repudiado. Tras retractarse de sus palabras, seguramente no por voluntad propia, pudo volver a Checoslovaquia a mediados de la década de los 70. Falleció víctima de un tumor cerebral en el año 2000.

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