Barcelona Acción Solidaria viaja hasta Gambia y Senegal para garantizar que la ayuda llega a quien más la necesita

niña senegalesa
EP- Cristina Sánchez
Europa Press Sociedad
Actualizado: miércoles, 2 enero 2008 15:00

Caravana Solidaria en África: Las manos que entregan tu ayuda.

MADRID, 2 Ene. (de la enviada especial de EUROPA PRESS, Cristina Sánchez) -

No soplan buenos vientos para la solidaridad en el mundo, según Francesc Osan, director de la caravana que la ONG Barcelona Acción Solidaria organiza cada año para trasportar gratis a Mauritania, Marruecos, Senegal y Gambia, las 90 toneladas de material, entre medicamentos, pupitres y máquinas de coser, que otras ONG más pequeñas --una treintena, en su mayoría catalanas-- necesitan mandar hasta África Occidental.

Así comenzó la rueda de prensa improvisada por los miembros de la caravana en una pensión de Thiès, a 70 kilómetros de Dakar, para los cerca de 20 periodistas que viajamos a Senegal para seguir durante tres días la última ruta de los camiones solidarios, en su séptima edición.

"Nosotros --explicaba Osan, quizá para vacunarse contra frivolidades o titulares oportunistas-- no somos los Reyes Magos, no trasportamos ni juguetes ni ropa para regalo. Tampoco somos un convoy de ayuda humanitaria, no llevamos comida. Somos algo así como una ONG que ayuda a otras ONG. Nuestro trabajo consiste en garantizar la entrega de sus materiales, neveras, mangueras o telas, a proyectos concretos y comprobar con un seguimiento en el tiempo, que allí les dan un buen uso".

Los 40 miembros de la comitiva solidaria, donde han encontrado su sitio desde jueces a políticos pasando por policías o camioneros en paro, son todos voluntarios responsables de organizar la puesta a punto de una caravana que ha llegado a costar unos 60.000 euros.

En el papel del padrino pudiente, ayuntamientos de ciudades como Hospitales o Barcelona, empresas locales que arriman el hombro con sus 'donativos en especias' --revisiones mecánicas a cero euros o neumáticos a mitad de precio-- o currantes anónimos como los 650 de la farmacéutica Novartis, que con su 'euro solidario' aportaron este año unos 20.000.

Sin embargo, a la entrega no han bajado todos, sólo 18 voluntarios entre los que destaca el veterano Joseph Carbonell, de diario responsable de Emergencias en el Ayuntamiento de Barcelona, en sus ratos libres presidente, colaborador activo y fundador de la caravana solidaria.

Ya en la carretera, entre cabras y baches como sandías, Carbonell nos cuenta su experiencia en África, llena de episodios memorables como las acampadas entre arena y estrellas de Tambacunda, ciudad encrucijada entre Mail, Guinea y Senegal, pero también repleta de desencuentros con autoridades corruptas, intermediarios "poco fiables" y largas esperas al pie de fronteras que, tras meses de papeleos, lograban abrirse como por arte de magia al regalar un frasco de medicamento, camisetas o una simple gorra.

Entre charlas y fotos desembarcamos en el primer proyecto, un dispensario de medicamentos situado en uno de los barrios más pobres de Thiès. Nos recibe Joseph Cantos, presidente del Colectivo para la Igualdad en la Diversidad y responsable del centro donde, desde hace ocho años, reciben medicamentos gratis unos 3.500 'talibés' o niños de la calle.

"Aquí --según Cantos-- vienen menores de entre cinco y quince años que tras quedar huérfanos o ser abandonados por familias con muchos hijos y pocos recursos, sobreviven pidiendo o robando por las calles de la ciudad. Nosotros les atendemos sobre todo por sarna o con problemas respiratorios, aunque las enfermedades más frecuentes son las de toda África, gastroenteritis, malaria, sida y tuberculosis".

Mientras hablamos, unos de esos niños merodean entre periodistas pidiendo bolígrafos, euros, botellas de plástico o fotos que luego demandan ver en las pantallas digitales. Otros nos miran esquivos, como tratando de adivinar nuestro objetivo, los menos preparados para demostrar en un descuido que, en su situación, cuando no vale pedir también se puede robar.

DAKAR, LAS MADRES QUE MUEREN DE ANEMIA.

La segunda visita nos llevó al vecindario de Sam Sam, ubicado en uno de los suburbios más desatendidos de Dakar. Allí trabaja desde hace cinco años Regina Casado, la religiosa leonesa que dirige el Centro Técnico de Promoción Femenina Kalasans, una escuela de formación profesional de donde cada año unas 30 jóvenes senegalesas de unos 20 años salen con conocimientos básicos de francés, el idioma oficial; nociones de cálculo e informática y el oficio de costurera, con el que poder confeccionar trajes, bolsos y fulares tradicionales que vender al turista.

A pesar de ser un país de mayoría musulmana, Regina asegura no haberse sentido en peligro nunca por culpa de pleitos de fe, pero reconoce que con los padres y maridos de sus alumnas tiene que aplicar mano dura para hacerse respetar, una medicina que también a veces necesitan las chicas.

"Los padres --reconoce-- tienen miedo a que queramos convertirlas al cristianismo, los maridos a no poder disponer de sus mujeres todo el tiempo. Lo importante es mantenerse firme, también con las alumnas, que muchas veces no entienden que sus vestidos tradicionales, con mangas anchas, o los pendientes y pulseras grandes no sirven para trabajar".

Sorteando cabras y cruzando bosques de baobabs, el árbol útil donde los haya y símbolo de Senegal, paramos en la casa cuna que las hermanas franciscanas regentan hace casi medio siglo en la Medina de Dakar. La hermana Justina De Miguel, que nos recibe en su despacho, asegura que desde que se instalaron allí, han acogido a cerca de 4.000 niños huérfanos.

"La mayoría --nos explicó la religiosa, enfermera de profesión-- son hijos de mujeres jóvenes que en su segundo parto mueren de anemia o por alguna infección. Atendemos a esos niños durante nueve meses para después intentar reintegrarlos en sus familias. Si ellos no pueden hacerse cargo del bebé, los damos en adopción a familias de todas las partes del mundo, también de España, donde este año se han ido cuatro bebés".

FARAFENI, DISCURSOS SIN LUZ NI AGUA POTABLE.

El último alto en el camino nos lleva hasta la ciudad fronteriza de Farafeni, en Gambia, para visitar el Hospital General AFRPRC, un instalación sin agua potable ni electricidad en la que 20 profesionales sanitarios quieren atender a una población de 40.000 habitantes. Al menos eso dicen las autoridades militares y políticas que se congregaron allí para recibirnos en una ceremonia más propia de una entrega escolar de diplomas.

Tras el protocolo nos despedimos de Farafeni y también de los voluntarios de la caravana, que siguieron sus rutas al corazón de Gambia; hacia Casamance, en el sur de Senegal, y hacia el interior hasta Diakha Madina.

Puedo dar fe, las cajas con materiales llegaron a su destino, la mayoría de estos proyectos parecen prestar un servicio útil a la comunidad local. A lo que no alcanzamos por ahora es a dar solución es al eterno debate sobre los grandes problemas de África, los deberes o derechos que tendría Europa con estos países o la efectividad real de la cooperación al desarrollo. Sólo es cierto que, en el mapa del mundo, justo debajo de España, un continente lleno de niños, de hombres fuertes y mujeres jóvenes está buscando su futuro.

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