NAZARET, (De la enviada especial de EUROPA PRESS en Israel, Isabel Vega)
El veinte por ciento de la población palestina ha pasado en algún momento de su vida por una cárcel israelí, un porcentaje que se eleva al 40% cuando se analizan las detenciones de los varones, según un estudio realizado por la ONG de Derechos Humanos Addameer. En total, más de 650.000 palestinos han conocido la experiencia de la detención desde 1967. Según Mahmud Abbas, ésta "siempre" es una cuestión "prioritaria" en las negociaciones de paz con Israel.
En la actualidad, cumplen condena en cárceles israelíes un total de 84 mujeres palestinas, algunas de las cuales viven con sus hijos pequeños en la prisión (dos alumbraron dentro). Una de ellas dará a luz en un par de semanas y, si no prosperan sus reivindicaciones, deberá hacerlo esposada de pies y manos. Otra está en huelga de hambre. Ya ha sido ingresada en un hospital.
Addameer calcula que en 2007 eran cerca de 11.300 los palestinos retenidos, 3.800 de los cuales se encuentran en prisiones civiles de Israel, un país cuya legislación contempla las llamadas "detenciones administrativas" por las que se puede encarcelar a una persona indefinidamente en plazos renovables de seis meses sin que se haya producido acusación formal o juicio previo. Cuando se trata de mujeres, la situación "es peor" porque en muchos casos "son detenidas para presionar a sus maridos, sospechosos de algo".
MALOS TRATOS EN PRISIÓN
Según denunció en Ramala un grupo de ex presidiarias palestinas y familiares de las 84 reclusas, la situación en las cárceles israelíes supone una "flagrante violación de los derechos humanos" y una "omisión completa de la legislación internacional" en la materia. La portavoz del grupo, que ha cumplido a lo largo de su vida siete condenas en distintos centros penitenciarios, explicó ante la delegación española cómo las torturas y los malos tratos son frecuentes en estos centros y describió conductas en el personal carcelario similares a las registradas en la cárcel iraquí de Abu Ghraib (Irak) en 2005 y cuyas imágenes fueron difundidas.
Así, relató como es habitual que soldados y funcionarios desnuden a las mujeres y las pongan frente a hombres árabes haciéndoles creer que serán violadas. "Utilizan unas bolsas de la misma tela que sus uniformes, que es más dura, para cubrir a las presas la cabeza"; en algunos casos, someten a las mujeres "a dos días de pié bajo la lluvia sin poder moverse", "las amenazan con quitarles a sus hijos y entregarlos a familias judías", las "encierran en celdas de un metro cuadrado con un váter rebosante de desperdicios y las obligan a vivir en esa situación más de un mes" y "al final las entregan un papel en hebreo, a sabiendas de que no lo saben leer, y las presionan para firmarlo. Muchas lo hacen", explicó.
La reclamación tanto de las presidiarias como de sus familias es la consideración de estas mujeres como presas políticas, cuando ahora están siendo tratadas como prisioneras comunes y conviven con reclusas israelíes que tienen delitos de sangre. Asimismo, reclaman que una de las internas, que está a dos semanas de dar a luz, pueda hacerlo sin tener esposadas las manos y los pies durante el parto porque "lo natural es que una mujer utilice ambos para tener el niño".
Para denunciar la situación, la Plataforma de Mujeres Artistas contra la Violencia de Género se ha reunido en Nazaret, Belén, Tel Aviv y Ramala con distintas organizaciones sociales y autoridades locales en busca de una solución. Trasladaron una petición de libertad al primer ministro israelí, Ehmud Olmert y se reunieron con el presidente palestino, Mahmud Abbas.
Del líder de la Autoridad Nacional obtuvieron por respuesta que "se trate de hombres, mujeres o niños", la cuestión de los reclusos es "la más sensible para el pueblo" palestino, por lo que "siempre se tiene una prioridad" en este tema a la hora de iniciar negociaciones de paz, como las que estos días aborda con el presidente de EEUU, George W. Bush.
HUELGA DE HAMBRE Y NEGOCIO DE ISRAEL
Tanto para las ex presidiarias como para las familias de las reclusas, está claro que el encarcelamiento de palestinos es "un negocio" para Israel, que impone sanciones económicas a los reclusos como castigo obligando así a sus parientes a abonar cantidades elevadas de dinero. Frente a estos "ingresos", el Estado "no gasta nada" en el mantenimiento de los internos, que a menudo padecen anemia por desnutrición y no cuentan con condiciones mínimas de salubridad e higiene.
Para las denunciantes, una prueba de este afán recaudatorio está en que, mientras antes estaba permitido a las familias llevar comida típica a los reclusos en fechas como el Ramadán, ahora "con el pretexto de proteger la salud de los presos" no se permite introducir alimentos en las cárceles. Sin embargo, estos están a la venta en las cantinas de las prisiones.
En estos momentos, una de las reclusas, de nombre Amu Nahruma y que ya se ha convetido en un símbolo de la lucha de todas ellas, ha retomado una huelga de hambre que ya le supuso hospitalización tras 33 días de inanición en 2007. Ahora vencen cuatro semanas sin ingerir alimentos mientras cumple una cadena perpetua en una celda de total aislamiento. Según los familiares, la abogada de Nahruma intentó esta semana visitarla en prisión y recibió por respuesta que estaba ingresada en un hospital. Su reivindicación es ser tratada como una presa política pues su delito ha sido "oponerse a la ocupación".