BILBAO, 15 (EUROPA PRESS)
Familiares de las víctimas del doble crimen de Abanto Zierbena en marzo de 2020 han asegurado que madre e hija vivían "totalmente" sometidas al acusado, que insultaba y gritaba "mucho" a su mujer y al que creen que tenían miedo. Según han afirmado, la mujer estaba "muy resignada" y "ya no podía más".
La Audiencia provincial de Bizkaia ha celebrado este jueves una nueva sesión de la vista por el crimen de una mujer de 56 años y su hija, de 24 años, en la vivienda familiar del barrio de Sanfuentes de la localidad vizcaína de Abanto y Zierbena el 10 de marzo de 2020.
El marido y padre de las víctimas, respectivamente, se enfrenta a una petición de entre 47 años y 50 años de prisión por parte la Fiscalía y el resto de partes de la Acusación, que le atribuyen sendos delitos de asesinato con alevosía con agravantes, mientras que la defensa considera los hechos homicidio con circunstancias atenuantes y propone una pena de ocho años de cárcel por cada una de las muertes, con cumplimiento simultáneo de las penas.
En esta sesión, han prestado declaración la madre, los tres hermanos y dos sobrinas de la mujer, a la que el acusado ha asistido detrás de un biombo al pedir los familiares no verle. También han declarado en la sesión varios de los ertzainas que actuaron en el caso.
Los hermanos de la mujer han relatado que las víctimas vivían "totalmente" sometidas al acusado, que "mandaba con la mirada de monstruo" y "lo que él decía iba a misa". Según han explicado, incluso, cuando decidía marcharse de un sitio, las dos salían cuando él "se levantaba".
Asimismo, han relatado que insultaba y gritaba "mucho" a su esposa, a la que no dejaba ni cocinar lo que quería pese a que la cocina era "su pasión". Según han explicado, en los últimos tiempos, la mujer estaba "muy resignada", sin "ganas de nada", y "ya no podía más".
"¿Cuando, al final, reconocía que no aguantaba, cómo estaría para que ella lo dijera?, porque era una persona que no decía nada de su casa", ha señalado una de las hermanas, en cuya opinión, ambas víctimas tenían miedo al acusado.
Por ello, otra de las hermanas llegó a ofrecer su casa a las dos víctimas unos días antes, a lo que respondió con "un gracias que dolió". Los familiares han admitido que su hermana no les dijo nunca que quisiera divorciarse o que recibiera malos tratos físicos, pero en el domicilio se percibía un clima de violencia "mental" en el que, según han indicado, la mujer aguantaba por su hija. "Estoy segura de que ella estaba esperando a que acabara la carrera de su hija para salir corriendo", ha señalado una hermana.
Todos ellos han rechazado, además, que su hermana temiera quedarse ciega, como señaló el acusado en su declaración el pasado martes, y han destacado que conducía de manera habitual y llevaba a su hija todos los días a la universidad entre Sanfuentes y Deusto y, según ha destacado uno de ellos, no tuvo "ni un golpe" en cuatro años. Además, han indicado, leía "muchísimo".
También han negado que su hermana abandonara su trabajo por problemas de acoso laboral. A su entender, dejó de ejercer "porque no quiso él" que continuara trabajando y "vivía" para atender a su marido y su hija y la casa.
Asimismo, han explicado que la madre era la que se encargaba de la hija, que no comentaba nada sobre la situación con su padre porque, según ha indicado una de sus primas, solía decir que "lo que pasa en casa se queda en casa".
Los familiares de las víctimas han asegurado que nunca vieron al acusado ebrio y han asegurado que sus comentarios "contra" las mujeres y otros colectivos estaban "a la orden del día". "Hablaba cochinamente de las mujeres", ha señalado la madre y abuela de las víctimas, que ha deseado al "asesino" que "Dios le dé el castigo que merece".
SE EXPRESABA "PERFECTAMENTE"
Por lo que respecta a los testimonios de los ertzainas que actuaron en el caso en los primeros momentos, un agente de la comisaría de Santurtzi --a la que las hermanas y el socio del acusado acudieron a comunicar los hechos que les había transmitido previamente-- ha explicado que pidió al socio que le llamara por teléfono y comunicó al acusado que "sus familiares estaban allí y lo que estaban transmitiendo, a lo que comentó que efectivamente había matado a su mujer y a su hija y que los cuerpos estaban en un domicilio de Sanfuentes".
Después le preguntó dónde estaba y respondió que en un bar frente al hospital de San Juan de Dios, pero al llegar la patrulla no se encontraba ya allí.
El ertzaina ha asegurado que, en esa conversación, entendía lo que se le decía y se expresaba "perfectamente", por lo que no le dio la sensación de que estuviera bebido.
También han declarado dos de los miembros de la Ertzaintza que acudieron al domicilio al conocerse los hechos, que han explicado que encontraron la casa en "desorden" con "muchas" bolsas y maletas.
Según han indicado, localizaron el cadáver de la hija en una habitación del primer piso, atada de pies y manos, "con un corte muy profundo" en el cuello y con un cuchillo al lado. El cuerpo de la madre fue hallado en el salón en un sofá "como hundido y tapado" con una manta.