Australia celebra este sábado unas elecciones que podrían suponer la vuelta de los laboristas al poder


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Actualizado: viernes, 17 mayo 2019 12:46

El medio ambiente y otros temas de interés podrían volcar unos comicios marcados por el desdén popular hacia los candidatos

MADRID, 17 May. (EUROPA PRESS) -

Más de 16 millones de australianos están llamados a las urnas este sábado en unas elecciones legislativas que podrían suponer la vuelta del laborismo al poder y el fin del Gobierno encabezado por el actual primer ministro, Scott Morrison, tras el polémico relevo del anterior jefe del Ejecutivo, Malcom Turnbull, en agosto de 2018.

Las últimas encuestas señalan al Partido Laborista como ligero favorito para hacerse con la victoria en los comicios legislativos, en los que podría alcanzar la mayoría absoluta de los escaños, expulsando así del poder a la coalición liderada por el Partido Liberal de Morrison.

El sondeo publicado por Newspoll esta semana sitúa a los laboristas con 77 escaños, superando la mayoría absoluta en una cámara legislativa integrada por 151 parlamentarios, mientras que la coalición del primer ministro Morrison se quedaría con 68 diputados, un claro retroceso frente a los 76 conseguidos en los comicios de 2016.

En el seno de la actual coalición de gobierno, el Partido Liberal de Morrison se quedaría con 40 escaños, mientras el Partido Liberal Nacional sumaría 18 diputados y los Nacionales tendrían diez diputados en la Cámara de Representantes. El reparto se completa con tres parlamentarios independientes, uno de Alianza de Centro, uno de los Verdes y uno del KAP.

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La misma encuesta refleja, sin embargo, que el candidato laborista, Bill Shorten, cuenta con menos respaldo entre los encuestados (un 38 por ciento le apoyan) que el que consigue el primer ministro Morrison, apoyado por el 45 por ciento de los consultados.

A pesar de que el Partido Laborista ha estado por delante de la Coalición en la mayor parte de las encuestas de los últimos tres años, los analistas de 'The Guardian' advierten de que el resultado no está ni mucho menos cerrado, y no tendrá un carácter uniforme. En su lugar, esperan vuelcos electorales puntuales en determinadas partes del país.

Las elecciones son las primeras legislativas que celebra Australia desde el cese en agosto de 2018 del entonces primer ministro, Malcom Turnbull, en el marco de un proceso interno de cambio de liderazgo en el Partido Liberal.

Tras el cese de Turnbull, Morrison asumió el cargo de primer ministro como nuevo líder del Partido Liberal y su formación perdió posteriormente las elecciones para elegir al sucesor de Turnbull en la Cámara Baja australiana.

Las elecciones parlamentarias de este sábado incluyen también los comicios para elegir a 40 senadores. La participación en las citas electorales suele rondar en Australia porcentajes superiores al 90 por ciento de voto, en un país en el que el voto es obligatorio y se entiende como un deber ciudadano.

La legislación australiana establece que se deben celebrar elecciones legislativas cada tres años pero la facultad de convocar comicios recae en el jefe del Gobierno, por lo que ha sido bastante frecuente la convocatoria de elecciones anticipadas a lo largo de la historia democrática de Australia.

El nuevo primer ministro que sea elegido por los parlamentarios será el trigésimoprimero que asume la jefatura del Gobierno.

DESDÉN GENERALIZADO

Las elecciones van a celebrarse en medio de un clima de hartazgo. "Son dos partidos tan enamorados de sí mismos", ha apuntado esta semana el antiguo líder del Partido Laborista John Hewson, "que solo les preocupa marcar gol al contrario, por lo que todos los grandes temas han acabado a la deriva". "Y los votantes son cínicos hasta cierto punto, y en algún momento van a decir 'basta'", ha añadido en declaraciones a la cadena CNN.

Bill Shorten

Esta dinámica se ha visto en la propuesta económica lanzada por los laboristas para subir los impuestos a la población con mayores ingresos. En su último debate antes de la votación, Shorten y Morrison tuvieron la oportunidad de hacerse dos preguntas. Todas ellas giraron en torno a la propuesta laborista. "Esa ha sido la campaña, en esencia", ha lamentado el columnista económico de 'The Guardian' Greg Jericho.

El medio ambiente ha adquirido también cierta importante. Ambos partidos coinciden en cumplir los objetivos del Acuerdo de París, entre ellos la reducción de las emisiones un 26 por ciento, pero la coalición de Morrrison sigue defendiendo el uso del carbón como energía de sustento. Por contra, los laboristas van más allá: una reducción del 45 por ciento en este combustible y polución neta cero para 2050.

Esta sensible diferencia en las políticas medioambientales podría ser clave para ganar a los indecisos en un momento en que el cambio climático ha pasado a ocupar la primera línea de la preocupación social, como demuestra la manifestación de hace casi dos semanas a las puertas del Parlamento australiano en Canberra para protestar contra los planes para construir una mina de carbón en el estado de Queensland, en el noreste del país, que activistas medioambientales consideran como una amenaza ecológica.

UN DUELO PERSONAL

Scott Morrison

Morrison no ha tenido demasiado margen de maniobra para presentar sus propuestas ni para ofrecer una campaña lo suficientemente polifacética como para ganarse a diferentes sectores del electorado: sus ministros han preferido ausentarse de esta campaña en una muestra de la actual división reinante, por lo que el primer ministro se ha visto obligado a convertir la carrera en duelo de imagen con Shorten, quien tampoco está demasiado bien valorado.

Dado el cariz personal que ha adoptado la lucha entre ambos contendientes, la campaña ha terminado en el fango en varios momentos, en particular cuando el diario australiano 'Daily Telegraph', de Rupert Murdoch, usó el recuerdo de la madre fallecida de Shorten para atacar al líder laborista.

El artículo, concretamente, acusaba al líder laborista de omitir partes de la carrera profesional que desempeñó su madre cuando la describió como una mujer que sacrificó su vida por completo en favor de sus hijos.

Para los analistas se trató de una represalia del magnate dueño del rotativo, airado por la negativa de Shorten a rendirle pleitesía. Shorten describió el artículo como un "pedazo de mierda". Su popularidad subió cuatro puntos.

La tensión de la campaña ha disminuido, sin embargo, en las últimas horas. El fallecimiento este jueves del ex primer ministro Bob Hawke, una de las figuras más admiradas de la política australiana, consiguió que ambos candidatos adoptaran un tono más conciliador.

"Era un gran australiano. Y era un australiano muy querido. Es una vida que hay que celebrar. Y ciertamente lo haré hoy, levantando una copa en su honor", dijo Morrison sobre Hawke, en comentarios a la Australian Broadcasting Corporation.

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