MADRID, 19 Ago. (por Alma Martín, del departamento estudios e incidencia de Entreculturas) -
En gran parte del mundo, la educación está tan integrada en la vida diaria que la damos por descontada. Sin embargo, según el ACNUR, 80 millones de niños y niñas en todo el mundo viven en contextos de emergencia, debido a conflictos armados o desastres naturales, lo que les impide poder acceder a una educación básica de calidad; eso sin duda marcará drásticamente sus vidas.
Y sin embargo, es precisamente la educación la que puede aportar en estos contextos esperanza y oportunidades de futuro a estos niños y niñas, y que llega gracias al esfuerzo de muchas personas que trabajan en la ayuda humanitaria, del que se celebra hoy, 19 de agosto, el día Mundial.
Mireille Twayigira, refugiada ruandesa en Malaui, reflexionaba en este sentido durante su visita a Madrid con motivo de la presentación de la campaña "La educación abre el mundo": "la educación es importante porque ha sido capaz de transformar mi historia, que era una tragedia, en algo precioso. Yo antes era simplemente una pobre niña refugiada y huérfana, y ahora soy una refugiada, pero médica. Sin la educación del Servicio Jesuita al Refugiado, mi vida se habría acabado en aquella tragedia. Así que creo que ha abierto mi mundo y que la educación tiene la capacidad de animar a la gente a esforzarse".
Países como Haití, que han tenido que afrontar numerosas crisis humanitarias en los últimos años, como el terremoto de 2010 o el paso del Huracán Mathhew en 2016, han recibido el apoyo de numerosas organizaciones, como Entreculturas. En Haití, a través de Fe y Alegría y el Servicio Jesuita al Migrante, la respuesta humanitaria ha permitido asegurar la educación incluso en situaciones de emergencia y recuperar la normalidad de la vida escolar rápidamente, para evitar una pérdida a nivel académico y sobre todo proporcionar un ambiente de normalidad y protección a los niños y niñas tras la traumática experiencia.
LA IMPORTANCIA DE LA EDUCACIÓN
Si la educación es importante para todas las personas, para quienes viven en contextos de conflictos y emergencia, es aún más trascendental.
Primero, porque los niños y niñas refugiados tienen cinco veces más probabilidades de estar sin escolarizar que los no refugiados (en la actualidad, solo el 50% cursa educación primaria). La educación es crucial para ellos: por el mero hecho de acudir a la escuela, están mejor protegidos de la trata, las adopciones ilegales, los matrimonios precoces, la explotación sexual, el trabajo forzoso o el reclutamiento por parte de grupos armados.
Además, para los niños y niñas que pueden estar desplazados durante un período muy largo (el promedio es de 20 años) la educación debe planificarse más allá de la emergencia inmediata y mantenerse varios años dentro de planes de desarrollo.
Luego, las situaciones de desplazamiento forzoso aumentan la marginación de las niñas, quienes tienen menos probabilidades de finalizar la enseñanza primaria y secundaria. Las familias recurren a veces a mecanismos de supervivencia que afectan a las niñas, como el trabajo infantil o el matrimonio precoz. Las niñas y las mujeres (el 70% de la población desplazada interna del mundo) suelen presentar menor porcentaje de escolarización y mayor tasa de analfabetismo que los niños y los hombres de su edad.
Por eso, la comunidad internacional debe asegurar que la educación está incluida en las intervenciones de ayuda humanitaria, lo que implica la puesta en marcha de políticas y de medios necesarios para:
reconocer el papel de la educación para promover la paz, creando sistemas de educación inclusivos donde se aprendan valores de tolerancia, respeto mutuo y la capacidad de convivir pacíficamente;
proteger y hacer efectivo en la práctica el derecho a la educación a niños y niñas que viven en estos contextos, haciendo especial hincapié en la situación de las niñas y los pertenecientes a colectivos más vulnerables.
Hay que destinar la financiación necesaria, ya que la comunidad internacional destina en la actualidad únicamente el 2'7% de la ayuda humanitaria a educación y debería dedicar, al menos, un 4% a educación básica (según la UNESCO1).
Además, la ayuda debe ser previsible y a largo plazo para poder construir sistemas de educación de calidad. En este sentido, la cooperación española debe aumentar su presupuesto de ayuda humanitaria (que ha sufrido un drástico recorte en los últimos años) y frenar los recortes en la ayuda oficial al desarrollo en general y en educación básica (hoy supone alrededor del 1% de la ayuda oficial al desarrollo, muy lejos del 8% recomendado). Además, España, candidata a ser miembro del Consejo de Derechos Humanos de Naciones Unidas 2018-2010, debe enfatizar la importancia de la educación en situaciones de conflicto y crisis.
En un día tan importante como hoy, es necesario recordar la importancia y el enorme potencial de la educación en situaciones de crisis y desplazamiento y el papel de todas las personas que trabajan y dedican su vida a asegurar el derecho a la educación, en contextos como el de la ayuda humanitaria.
No podemos estar más de acuerdo con lo que señalaba Mireille, "la educación es la mejor estrategia para la integración en la sociedad de las personas más vulnerables. Por eso hay que exigir a las instituciones mundiales que inviertan y garanticen el derecho a la educación de las personas refugiadas y desplazadas". Desde Entreculturas, también hacemos estas peticiones a nuestras instituciones y gobernantes.