Familia colombiana del Guaviare
REBECA LUCÍA GALINDO/CICR
  
Actualizado: domingo, 19 marzo 2017 8:16

MADRID, 19 Mar. (Por la delegación del Comité Internacional de Cruz Roja en Colombia) -

"Aunque haya tratados de paz, a nosotros el conflicto armado nos dejó algo marcado para siempre", dice Juan Joven. En las manos tiene un cuaderno lleno de poemas y canciones, muchas en memoria de Jaime, el hermano mayor que vio por última vez hace 14 años, cuando lo desapareció un grupo armado en una zona rural del Putumayo.

Jaime está entre las miles de personas en Colombia que hoy esperan a un ser querido. Aunque se abre una nueva página en la historia del país, la de la reconciliación nacional, para las familias de los desaparecidos es difícil superar la incertidumbre. Mientras el país trata de dejar la guerra en el pasado, el sufrimiento de los familiares sigue presente.

El camino de la reconciliación pasa por reconocer el derecho a saber que tienen los familiares. Más allá de la firma del acuerdo de paz, todas las partes tienen una obligación que permanece en el tiempo. Averiguar lo sucedido con las personas desaparecidas y prevenir nuevos casos no es un gesto de buena voluntad, es un deber.

Cuando el Gobierno y las FARC se comprometieron a buscar a los desaparecidos en el marco del conflicto, el Comité Internacional de Cruz Roja (CICR) saludó el acuerdo y apoyó este proceso. Ese compromiso por ayudar a averiguar lo ocurrido con los desaparecidos es una prioridad más viva que nunca para la institución.

Sin embargo, el desafío es inmenso. Durante 2016, cada día se reportaron, en promedio, 29 casos antiguos y recientes de personas desaparecidas en Colombia, tanto por el conflicto armado como por otras situaciones. En total, hoy no hay información del paradero de 85.900 personas.

La falta de documentación centralizada, la escasa coordinación entre las instituciones responsables y el subregistro de casos hace que no existan cifras consolidadas sobre las personas que desaparecieron en el marco del conflicto. Mientras que el Registro Nacional de Desaparecidos incluye a cerca de 24.900 víctimas directas de desaparición forzada, según el Centro de Memoria Histórica serían 60.600.

El país nunca podrá aprender de su pasado si olvida la dimensión de esta tragedia. Por eso, es importante recordar que los familiares de los desaparecidos también son víctimas, y que muchos aún tienen miedo de hablar y buscar ayuda. "Esta es una pesadilla sin fin", dice Juan.

AMIRA KEDIER/CICR

BARRERAS PARA ENCONTRAR RESPUESTAS

En nuestro diálogo constante con las familias de los desaparecidos, hemos podido constatar que aún existe una indiferencia perturbadora hacia el dolor que genera esta tragedia humanitaria.

Tras décadas de trabajo en Colombia, hemos conocido a personas que, ante una deficiente respuesta estatal, buscan a sus seres queridos por su cuenta. Asumen por sí solas el peso económico de la búsqueda y en ocasiones se adentran a zonas de conflicto.

Ese fue el caso de María Nury, quien viajó por las selvas del Guaviare para buscar a su hijo mayor, desaparecido desde hace 20 años. "Muchas veces tuve miedo de terminar desaparecida en esas búsquedas. Pero yo no les demostraba miedo cuando me encontraba a gente armada. Solo le pedía a Dios que me permitiera volver a ver a mis hijos que se habían quedado solitos en la casa", cuenta.

La tragedia de la desaparición también obliga a muchos a desplazarse para encontrar un lugar más seguro y, por consiguiente, a abandonar sus empleos y sus raíces. Como resultado, estas familias viven en condiciones económicas cada vez más frágiles, con profundas huellas psicológicas.

El camino para dar respuesta a los que esperan tomará mucho tiempo y está lleno de obstáculos. Los funcionarios responsables necesitan formación permanentemente para brindar orientación adecuada y trato digno a los familiares de los desaparecidos.

"Cuando puse la denuncia, ellos me hacían las mismas preguntas varias veces. Yo siempre me atacaba a llorar y me ponía mal. Nunca obtuve respuesta de nada", cuenta María Nury sobre la experiencia de buscar ayuda en varias entidades estatales.

Para aliviar con urgencia el sufrimiento que causa la desaparición, la sociedad debe tomar conciencia y ser solidaria con las víctimas y sus familiares. Cuando el país deje de ver a los afectados como "los otros" y comience a entenderlos como parte de la historia colectiva, se podrá dar un paso adelante y empezar a asumir esa gran deuda de solidaridad.

Las familias nunca olvidan a sus ausentes y, como nación, Colombia tampoco debe olvidar el dolor que corroe a gran parte de sus habitantes. Hacer oídos sordos a este llamado equivale a desaparecer a estas víctimas de nuevo.

AMIRA KEDIER/CICR

"¡SE ME PERDIÓ MI HIJO!"

Una desaparición puede reportarse de inmediato. Ninguna autoridad puede exigir la espera de un tiempo específico (24, 48 ni 72 horas) para recibir el reporte de una desaparición.

El CICR recomienda que se usen los mecanismos de búsqueda existentes como el Mecanismo de Búsqueda Urgente (MBU), que puede ayudar a prevenir más casos de desaparición. Para activarla, la solicitud puede presentarla cualquier persona directamente (o a través del Ministerio Público) ante un funcionario judicial (juez o fiscal), quien no puede negarse a considerar inmediatamente la solicitud.

"Mami, ya vengo" fueron las últimas palabras que Nohemí Agudelo escuchó de su hijo Cristian. "Pero ese ya vengo, no fue posible, no lo volví a ver", recuerda ahora, diez años después de que él desapareció a pocas cuadras de su casa en Florencia, Caquetá. Tenía 16 años.

Algunos vecinos dicen que lo vieron subirse a un taxi. Otros, que lo subieron a una camioneta, pero nadie le ha dado respuestas sobre los responsables y las razones por las cuales él no volvió a casa ese día. "¡No se perdió un bulto de papas, se perdió mi hijo!", dice Nohemí al relatar que muchos respondieron con indiferencia cuando pidió ayuda.

Tras recibir apoyo psicológico y volverse una activa integrante de una asociación de familiares de desaparecidos, Nohemí no pierde la esperanza de encontrarlo, vivo o muerto. "A nosotros, como víctimas, nos tienen que dar razón. Tenemos derecho a saber lo que pasó", concluye.

Este artículo se publicó originalmente en:

https://www.icrc.org/es/document/esperar-el-duelo-diario-para-familias-de-desaparecidos-en-colombia

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