Hillary Clinton, ante la 'maldición' de los ministros

La exsecretaria de Estado de Estados Unidos Hillary Clinton
JOSHUA ROBERTS / REUTERS
Actualizado: lunes, 13 abril 2015 23:27

WASHINGTON, 13 Abr. (EUROPA PRESS) -

Hillary Clinton aspira, como mujer, a hacer historia y ser la primera presidenta de Estados Unidos, pero, como antigua secretaria de Estado, también tiene que hacer frente a unas estadísticas que se remontan 88 años atrás y que auguran un mal futuro para alguien con su experiencia política.

El portal analítico 'Pew Research Center' ha revisado las características de los candidatos a la Presidencia de los principales partidos para concluir que las estadísticas no juegan a favor de las aspiraciones de Clinton.

En 31 ocasiones, los partidos seleccionaron a un presidente ya en ejercicio --en el caso de los segundos mandatos-- y, en 22, a un hombre con experiencia como gobernador. En tercera posición aparece el Senado, con 19 candidatos; el último de ellos el actual inquilino de la Casa Blanca, Barack Obama.

La experiencia ministerial, sin embargo, sólo ha servido en 14 casos, y la mayoría de ellos se remontan al siglo XIX. Desde que en 1928 el entonces secretario de Comercio, Herbert Hoover, logró la candidatura electoral del Partido Republicano, ninguna otra persona con experiencia de primer nivel en el Gobierno ha logrado solventar el trámite de las primarias.

El último ministro en plantar batalla fue el exsecretario de Energía Bill Richardson, en 2008. El senador John McCain terminó imponiéndose ese año en la carrera republicana, si bien fue finalmente el demócrata Obama quien logró la victoria electoral.

ANTIGUO TRAMPOLÍN

Lejos quedan ya las primeras experiencias presidenciales en Estados Unidos, cuando el Departamento de Estado servía como trampolín previo a la Casa Blanca. Cinco de los primeros ocho presidentes ejercieron previamente como jefes de la diplomacia, el último de ellos James Buchanan, elegido en 1856.

Clinton aspira ahora a hacer valer su experiencia como secretaria de Estado y a no terminar lamentando los posibles lastres de un cargo con el que un día le premió quien fuese su rival en su primera carrera hacia la Casa Blanca.

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