ARGEL/TRÍPOLI 20 May. (Reuters/EP) -
Libia vive estos días su enésimo episodio de tensión desde la caída del régimen de Muamar Gadafi en 2011, aunque en esta ocasión la sucesión de enfrentamientos y ataques llega bajo la bandera de un nombre propio, el de Jalifa Haftar, un general renegado que en febrero prometió "rescatar" el país.
Haftar, antiguo aliado de Gadafi se rebeló contra su mentor en los ochenta y, según el 'think tank' estadounidense The Jamestown Foundation, pasó 20 años en Estados Unidos antes de volver en 2011 a su país de origen. Esta institución ha asegurado que el general renegado incluso contaba con el apoyo de la CIA.
Su gran reaparición llegó en febrero, cuando en televisión, flanqueado por una bandera libia y un gran mapa, reclamó que un Gobierno interino asumiese la responsabilidad en detrimento del Parlamento, paralizado por las divisiones que persisten desde el fin del antiguo régimen.
Su encendido discurso desencadenó especulaciones sobre movimientos de tropas e incluso temores de golpe de Estado, pero no ha sido hasta ahora cuando sus adeptos han comenzado a hacerse visibles, aparentemente tras meses de contactos en la sombra. Dos unidades militares ya han anunciado su apoyo al autoproclamado Ejécito Nacional Libio de Haftar.
El riesgo de una división más profunda se hizo patente el domingo, cuando hombres armados con cañones antiaéreos atacaron el Parlamento y desencadenaron enfrentamientos en la capital, Trípoli, en los que participaron fuerzas regulares, facciones islamistas y grupos anti islamistas.
Un diplomático occidental ha alertado del "matrimonio de conveniencia" que pueden firmar los simpatizantes de Haftar y de otros grupos que "tienen intereses comunes". "Tanto en Benghazi como en Trípoli, la situación de seguridad es muy frágil", ha advertido esta fuente, que ha subrayado también que, políticamente, Libia vive en un "limbo".
ZINTAN Y TRÍPOLIV vs MISRATA
Por una parte, los residentes de Zintan, en las montañas occidentales, y las brigadas aliadas Qaaaqaa y Sawaiq, activas en Trípoli, son abiertamente anti islamistas y respaldan a la Alianza de Fuerzas Nacionales, una coalición de partidos nacionalistas encabezados por un dirigente del antiguo régimen.
Por otra parte, las brigadas de Misrata tienen afinidad con los islamistas e incluso apoyan al brazo político de los Hermanos Musulmanes. En este grupo se englobarían, además, las distintas facciones islamistas y todos sus socios.
No está claro si las fuerzas leales a Haftar fueron las responsables de los choques del fin de semana en Trípoli, pero uno de sus aliados, general Saqer al Joroushi, sí reivindicó acciones en la capital cometidas por parte de tropas rebeldes y de brigadas Qaaaqaa y Sawaiq.
Fuentes gubernamentales y diplomáticas también han señalado a los Qaaqaa como responsables últimos de la violencia e incluso les han acusado de intentar derrocar al actual primer ministro, Ahmed Maitiq, que cuenta con el apoyo de los Hermanos Musulmanes y a quien sus críticos tachan de pro islamista.
"Trípoli no puede convertirse en campo de batalla de disputas políticas", ha reclamado un dirigente local que ha "responsabilizado" de la "violencia" a la brigada Qaaqaa.
SITUACIÓN EN EL ESTE
En la parte este de Libia, no obstante, el apoyo a la lucha de Haftar sí se ha hecho más visible, gracias en gran medida al malestar acumulado contra Trípoli en los últimos dos años. Autoridades y habitantes de Benghazi recriminan al Gobierno central haberles dejado a su suerte frente a la violencia.
La fuerza aérea, al menos en Benghazi, parece haberse sumado abiertamente a su campaña y varios helicópteros han participado en los bombardeos contra bases islamistas. Además, una base de Tobruk también brindó el lunes su apoyo al general renegado.
Los ataques en la parte oriental libia tienen como principal objetivo a la milicia islamista Ansar al Sharia, responsable, entre otros ataques, del cometido en 2012 contra el Consulado de Estados Unidos.
Haftar también logró el lunes el apoyo clave del jefe 'de facto' de los federalistas de Cirenaica, Ibrahim Jadhran. Este líder, al frente de los rebeldes que capturaron varios puertos petroleros, ha defendido que no considera el asalto al Parlamento como un acto militar contra la revolución, sino como un proyecto nacional llevado a cabo por el Ejército.