Las empresas han venido reforzando su seguridad pero el ataque de esta semana podría empujarles a replantearse sus operaciones
NAIROBI/JOHANNESBURG/LONDRES, 9 Nov. (Reuters/EP) -
A medida que los yihadistas sembraban el caos en los dos últimos años, las empresas mineras que operan en Burkina Faso incrementaban sus medidas de seguridad, con barracones para las tropas gubernamentales que les protegen pasando por habitaciones seguras para trabajadores detrás de alambres de espino y barricadas.
Los trabajadores expatriados en general vuelan hasta el lugar, tanto de entrada como de salida, mientras que el personal local sigue llegando por carretera, pero en convoyes custodiados.
Todo ello ha sumado millones de dólares en costes de seguridad a las empresas extranjeras, principalmente de Canadá y Australia, que operan en el país, donde se prevé que los mineros industriales produzcan este año 60 toneladas de oro.
Sin embargo, el ataque del miércoles contra un convoy con cientos de empleados locales y contratista de una mina propiedad de la canadiense Semafo, y que también iba custodiado, ha puesto de manifiesto la vulnerabilidad de estas empresas.
Según el último balance oficial, hay 38 muertos y 60 heridos, mientras que Semafo ha suspendido por el momento las actividades en la mina de Boungou "por respeto a las víctimas y a los afectados y para garantizar los más altos niveles de seguridad operativa".
"Este es el incidente más mortífero contra la industria minera, o cualquier empresa privada, en el Sahel desde la crisis de rehenes de In Amenas en 2013", destaca Vincent Rouget, un analista de Control Risks Group, en referencia al ataque contra una planta de gas en el desierto de Argelia en el que murieron decenas de rehenes extranjeros.
Por el momento no ha habido reivindicación del ataque, pero el modus operandi --un ataque con bomba sobre la escolta militar seguido de hombres armados disparando-- sugiere la implicación de grupos islamistas.
En el país operan Ansarul Islam, un grupo terrorista autóctono, así como el Grupo para el Apoyo del Islam y los Musulmanes (JNIM), una organización yihadista que aglutina a otras cuatro, entre ellas AQMI y Al Murabitún, y en menor medida Estado Islámico en el Gran Sáhara (ISGS)
Los grupos yihadistas han ido avanzando hacia el sur desde sus bastiones en el norte de Malí para perpetrar ataques en buena parte de Burkina Faso y en algunas zonas del oeste de Níger. Más de 1.000 personas han muerto en Burkina Faso desde 2016 y cerca de 500.000 se han visto desplazadas, buena parte de ellas este año.
En este tiempo, ha habido decenas de ataques contra operaciones mineras industriales y a pequeña escala, lo cual plantea un serio dilema a las empresas mineras. La región es vista como la frontera final de la industria del oro, con grandes reservas aún sin explotar.
¿MERECE LA PENA?
Atraídas por la minería de relativo bajo coste, Semafo y otras empresas como Barrick, IAMGOLD, Endeavour Mining y Resolute Mining, han invertido miles de millones en la última década, pero la expansión de milicianos vinculados con Al Qaeda y Estado Islámico podría obligarles a replanteárselo.
"Dado el creciente deterioro de la seguridad en Burkina, hay compañías que están contemplando disminuir su exposición o marcharse", comenta Bill Witham, director de AAMEG, un organismo que representa a las empresas de recursos australianas en África. "Pero las mineras siguen viendo a África Occidental en su conjunto como una inversión bastante buena", añade.
Pero el riesgo no está solo en Burkina Faso, importantes minas del otro lado de la frontera en el norte de Ghana y Costa de Marfil están ahora a poca distancia de los bastiones islamistas, alertan los expertos.
El año pasado, Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), que forma parte de JNIM --la filial del grupo terrorista activa en el Sahel--, dijo a sus seguidores que las compañías occidentales, especialmente de Francia, eran "objetivos legítimos".
África Occidental ha sido considerada desde hace tiempo una perspectiva arriesgada en la que la inestabilidad política, los volátiles regímenes fiscales y las complicadas relaciones con los mineros a pequeña escala pesan mucho en las juntas de accionistas.
Sin embargo, los incentivos fiscales y el potencial de producir oro relativamente barato llevó a una inversión en proyectos mineros de 7.000 millones de dólares en la región entre 2004 y 2018, según el recuento de S&P Global, una empresa de estudio de mercados. Solo en 2012, cuando los precios del oro alcanzaron cotas históricas, fue de 1.200 millones.
Ese año, grupos vinculados a Al Qaeda tomaron el norte de Malí pero las operaciones mineras no se vieron afectadas, ya que la mayoría de las minas están en el sur, a cientos de kilómetros de distancia. Desde entonces, Francia ha desplegado a más de 4.000 efectivos en la región, hay una misión de paz de la ONU en Malí con 16.000 efectivos, y los líderes de la región han lanzado iniciativas regionales de seguridad. Sin embargo, los ejércitos locales están cediendo terreno.
Desde 2017, los investigadores han documentado al menos 28 incidentes violentos en minas o en los que se han visto implicados trabajadores mineros en el país, 17 de ellos este año, según un análisis de los datos recogidos por Armed Conflict Location & Event Data Project (ACLED).
Al menos doce de ellos, entre los que figuran ataques contra trabajadores, secuestros y el uso de artefactos explosivos improvisados, estuvieron vinculadas a yihadistas. Antes del ataque de esta semana, al menos 54 personas habían muerto en actos de violencia relacionados con las minas este año, cinco veces más que en todo 2018.
A LA ESPERA DE UN ATAQUE
Esto ha obligado a la industria a aceptar que la amenaza se ha extendido mucho más allá de los desiertos del norte de Níger, donde las operaciones de uranio de la francesa Areva han estado en el punto de mira, con expatriados secuestrados, destaca Rouget.
En octubre de 2018, Francia envió dos aviones de combate a bombardear a milicianos que atacaban una mina de oro en el norte de Burkina Faso. Este año, el Gobierno burkinés pidió a las empresas mineras que ayudaran a financiar una unidad de reacción rápida con helicópteros para responder a incidentes como el del miércoles, pero la esta no se materializó, según dos personas implicadas en las reuniones.
Un responsable de seguridad de una empresa ha contado que la firma ha gastado millones de dólares en vehículos blindados, muros a prueba de balas y habitaciones de seguridad. "Nos preparamos para un ataque del estilo del de In Amenas", asegura.
Sin embargo, algunos aún piensan que es una apuesta que merece la pena asumir. El principal inversor en Semafo sostiene que el riesgo y la minería de oro van de la mano y que los costes adicionales en seguridad no cambiarán nada.
"Obviamente añadirá quizá algunos dólares más al coste de producir una onza de oro, pero no va a cambiar la rentabilidad global", sostiene Joe Foster, gerente de la cartera de oro en VanEck Investment Management, que posee el 10,1% de Semafo y el 9,8% en Endeavour, otra canadiense con dos minas en el país.
Un impacto inmediato podría ser restringir hasta dónde están dispuestos a enviar a geólogos. En mayo, el ministro de Minas, Oumarou Idani, identificó a las compañías de exploración como de alto riesgo. "Trabajan en vastas áreas, a veces de 250 kilómetros cuadrados (...) es difícil tener una forma segura de trabajar en un área de ese tamaño", subrayó.
Meses antes, Kirk Woodman, un geólogo canadiense con 20 años de experiencia en la región, fue secuestrado y encontrado muerto. Esa fue una "gran llamada de atención", señala un antiguo ejecutivo minero que ahora es un inversor. "Las empresas mineras van a arriesgarse a explorar más legos mucho menos ahora", vaticina. "Esto afectará al número de nuevos depósitos de oro que se encuentren", añade.