Con otro atentado a cuestas

Atentado
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Europa Press Internacional
Actualizado: viernes, 15 julio 2016 16:55

MADRID, 15 Jul. (Josep Buades Fuster, Jesuita especializado en el Islam) -

Ayer, un joven francés atropelló a una multitud en Niza, matando a 84 personas. En marzo de 2015, un joven alemán estampaba el avión que copilotaba contra un peñasco, matando a 150 personas. En ambos casos, el mal, desmesurado, hace saltar las costuras de cualquier explicación.

Ambas acciones producen desasosiego, inseguridad: nadie está al abrigo del terror. Y todas nuestras miradas se dirigen a los poderes públicos. Pero, ¿para qué? Para prevenir nuevos atentados porque no queda margen para hacer justicia cuando no hay delincuente al que juzgar.

El presidente de la República Francesa ha prorrogado el estado de emergencia, que le permite un mayor control policial, restringiendo los márgenes de las libertades individuales en beneficio de la seguridad.

En toda Europa se multiplican las alertas policiales: como quien sabe que a un seísmo le siguen réplicas. Habrá otros atentados. La reproducción de atentados similares vale para quien mata por un por un desorden psicológico o por razones ideológicas. Y el terrorismo responde a la voluntad consciente de causar daño por motivos ideológicos, sean una degeneración de ideas políticas o religiosas.

Hace cuarenta años, el terrorismo, en Europa, combinaba componentes nacionalistas y marxistas, quizá con algún elemento religioso, degeneración de la reflexión católica sobre la resistencia al poder tiránico. Hoy, la base ideológica predominante en los atentados terroristas, es una degeneración de la reflexión islámica sobre la guerra defensiva, el "pequeño yihad".

A nadie se le escapa la crisis que vive el islam: cambios bruscos, de calado, debates intensos sobre cuestiones fundamentales, en los que se está lejos de haber alcanzado un consenso de fondo. Las cuestiones en juego tocan el modo de estar en el mundo, la relación entre varones y mujeres, la organización familiar en un entorno social y cultural cambiante, las relaciones entre miembros de grupos distintos, la fundamentación religiosa de la legislación y las políticas.

El problema es, cómo valerse de las fuentes normativas islámicas para responder adecuadamente a los desafíos actuales: qué hermenéutica aúna mejor fidelidad a las fuentes con la capacidad para asumir cambios.

Hay muchas personas y grupos que, en situaciones de crisis vital y social, eligen una interpretación literal como la más segura, quieren imitar al máximo el modo de vida de los piadosos ancestros ("salaf ad-din"), quieren devolver la sociedad a parámetros más tradicionales y controlables. Personas y grupos que, ante situaciones de crisis, llevan su exasperación hasta el terror.

Las autoridades islámicas, autoridades en sentido académico, pero legitimadas por gobiernos o entidades islámicas representativas en todo el mundo, no cesan de llamar a la paz, a interpretaciones de las fuentes islámicas que sostienen y legitiman la convivencia entre diferentes.

Muchos gobiernos apuestan por las formas ancestrales del islam en sus territorios, como las que ayudaron a convivir en paz, frente a la penetración religiosa-ideológica del wahabismo. Pero están lejos de haber logrado un consenso pacífico, máxime cuando los territorios islamizados en primer lugar (península arábiga, oriente próximo y Norte de África) sufren convulsiones políticas relacionadas con el control de los hidrocarburos.

Como ciudadanos, en Europa, ¿qué nos queda? ¿Qué puede ayudarnos a prevenir ulteriores atentados, siquiera a largo plazo? La lucha contra ETA fue policial, sí, pero fue esencial la respuesta ética ciudadana. La lucha contra las mil formas del terrorismo yihadista exigen una respuesta ética de la ciudadanía, en la que participen los individuos, comunidades y organizaciones islámicas.

Eso exige el valor de no demonizar a los musulmanes ni al islam, pero sí discernir la degeneración violenta del islam, que empieza por formas sutiles de control social, como puede ser el hostigamiento a las mujeres por el modo de vestir, a los que no ayunan en el ramadán o a los que cambian de religión.

Y demanda mucho diálogo, capacidad de escucha, búsqueda de lenguajes comunes... todo, para fundar la convivencia, la vida común. No hay otra.

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