Los refugiados de Burundi, recibidos con los brazos abiertos en RDC

Refugiados de Burundi llegan a RDC
Foto: UNHCR / FEDERICO SCOPPA
Actualizado: viernes, 22 mayo 2015 11:26

Muchos de los habitantes de la otra orilla del lago Tanganika fueron también refugiados

   MADRID, 22 May. (Por Céline Schmitt, ACNUR) -

   Son las 17:00 horas y la luz del sol se apaga en la localidad pesquera congoleña de Mboko, en las costas del lago Tanganika, cuando vemos dos embarcaciones de madera en el horizonte. Responsables de inmigración y residentes locales nos dicen que los barcos llevan a refugiados de Burundi, donde la violencia política antes de las elecciones presidenciales ha empujado a 105.000 personas a huir del país en las últimas semanas.

   "No hay paz" en Burundi, afirma Aline Sibomana, de 18 años, momentos después de pisar tierra firme. "Todo el mundo huye a todas partes. Los estudiantes ya no están estudiando. Simplemente nos quedamos en casa. No hay paz. Por eso decidí venir aquí", añade.

   Sibomana me cuenta que estaba estudiando bioquímica en la capital, Buyumbura, y soñaba con convertirse en enfermera o médico. Ahora no sabe lo que le deparará el futuro. Es una de los 9.000 refugiados burundeses que han llegado a la República Democrática del Congo (RDC) desde abril. Planea volver a casa si vuelve la paz, pero dice que no cree que ocurra próximamente.

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   La playa de arena blanca se extiende durante 90 kilómetros entre las localidades de Uvira y Baraka, en la provincia congoleña de Kivu Sur. Sería un destino turístico precioso. En lugar de ello, ha sido un punto de tránsito recurrente para refugiados que huían hacia y de la RDC en 1972, 1993, 1996 y ahora, una vez más, en 2015.

   "Muchas de las personas de la localidad han sido refugiados en Burundi y en Tanzania", explica Kabue Donatien, el jefe de 51 años de Majengo, una localidad en el extremo de Baraka. "Nos pasamos el tiempo huyendo de un sitio para otro. Pero ¿qué le hicimos a Dios para merecer esto?", se pregunta.

   Durante las últimas semanas, Donatien ha estado buscando el modo de acoger a los que llegan desde Burundi. Aceptar a refugiados es duro para muchas familias aquí, pero un sentimiento de la solidaridad les lleva a compartir lo poco que tienen.

"NO PODEMOS DEJAR QUE OTRO REFUGIADO SUFRA"

   "El 80 por ciento de las personas de Majengo fueron alguna vez refugiados en Tanzania y Burundi, y muchos todavía siguen allí", cuenta Donatien, quien estuvo refugiado en Tanzania entre 1996 y 2009. "Todo el mundo conoce esta situación. Nosotros también hemos sido refugiados. No podemos dejar que otro refugiado sufra", subraya.

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   Venant Kabura y su familia están entre los que han recibido una cálida acogida en Majengo. Cuando llegaron de Burundi el 25 de abril, Kabura fue a ver al jefe local, que les ofreció una pequeña casa. Ahora la comparten con vecinos de su país.

   "Ya es la segunda vez que huimos" a RDC, cuenta Kabura. La primera vez fueron a Mboko, donde vivieron entre 1993 y 2013 y donde todos sus hijos, salvo el más pequeño, nacieron. Regresaron a Burundi pero ahora, justo un año y medio después, han tenido que huir de nuevo.

   "El jefe de la localidad nos dio esta casa", explica Kabura. "Aquí pasamos la noche sin tener que preocuparnos por la guerra. Todos estamos bien por ahora y quiero quedarme aquí. La población da la bienvenida a los refugiados. Cuando llegamos, nos recibieron bien. Nos han ayudado mucho. Todas las ollas, los utensilios de cocina, las mosquiteras que ves nos las han dado los vecinos. Al principio, cuando llegamos, también nos traían cosas para comer, como harina de yuca", añade.

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CARGA PARA LOS HABITANTES

   Pero los residentes locales de Majengo están sintiendo la carga. Incluso Donatien, el jefe, afirma que siente el peso. "Les ayudamos", afirma. "Les damos lo poco que tenemos. Incluso yo me he quedado sin nada", precisa.

   Para aliviar la carga de las familias de acogida, ACNUR está trabajando con el Gobierno para trasladar a los refugiados a un nuevo lugar identificado cerca de Mboko, donde habrá acceso a escuelas, centros sanitarios y otras instalaciones necesarias.

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   Por ahora, en Mboko hay un estado de ánimo agridulce. Los burundeses que han llegado en las últimas semanas y otros que llegaron hace años se concentran en la playa para esperar los barcos. Muchos congoleños, que otrora también fueron refugiados, también acuden. Cada vez que llega otro bote y los nuevos refugiados desembarcan, la gente se abraza entre sí, agradecida por haber llegado pero preocupada por otros que siguen en peligro en Burundi.

   "Si hay paz en el otro lado y si puedo volver a casa, puedo pensar de nuevo en cumplir mis ambiciones", afirma Sibomana, que todavía espera poder reanudar sus estudios y seguir su carrera en la medicina. "Ya he comenzado a adivinar que la vida como refugiado no es fácil y ya me imagino que tendré que pasar por muchos momentos difíciles", admite.

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(Este artículo se publicó originalmente aquí.)

Imágenes: UNHCR / FEDERICO SCOPPA

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