TIRASPOL (MOLDAVIA), 11 (Reuters/EP)
La región separatista moldava de Transnistria celebra elecciones presidenciales en las que su veterano dirigente, Igor Smirnov, se presenta como rotundo favorito ante la condena de la comunidad internacional y de las propias autoridades de Moldavia, que consideran que la región se ha convertido en un "agujero negro" donde el crimen organizado campa a sus anchas a pesar de las reiteradas peticiones de Rusia para consolidar la "normalización" democrática en el país.
Transnistria lleva casi dos décadas fuera del control de las autoridades moldavas, tras un breve conflicto desencadenado en 1992, poco después de la disolución de la Unión Soviética y aprovechando los temores de que Moldavia pudiera unirse a la vecina Rumanía.
Aprovechando la coyuntura, Smirnov declaró la independencia con vistas a formalizar una unión con Rusia a largo plazo. Diecinueve años después, sin embargo, ha fracasado a la hora de obtener el reconocimiento internacional, desaprovechando todas oportunidades de negociación para resolver lo que a estas alturas se considera uno de los grandes "conflictos congelados" de la Europa postsoviética.
Ruisa, que aporta gas a la región de manera gratuita y mantiene allí un contingente de 1.500 tropas, parece haberse hartado de las continuas dilaciones de Smirnov, a quien ha pedido que abandone el poder para favorecer la ascensión de sangre nueva en la figura de su máximo contrincante, el presidente del Parlamento --y delfín de facto de Moscú-- Anatoly Kaminski.
Además, el ministro ruso de Exteriores, Sergei Lavrov, respaldó el pasado mes de noviembre un escenario en el que la Transnistria gozara de un estatus especial pero bajo soberanía incondicional moldava, como "único camino hacia el acuerdo".
AGUJERO NEGRO
Tanto las autoridades moldavas como la Unión Europea coinciden en resaltar que la región se ha convertido en un "agujero negro" de tráfico de armas, drogas y personas, aprovechando la precaria situación económica y la incertidumbre política que se respira en Moldavia, que el próximo día 16 intentará elegir presidente para poner fin a dos años de parálisis política.
Smirnov, mientras, apela a un discurso populista en el que defiende la autonomía de la región ante quienes desean traicionar la "bien ganada" independencia. "Tarde o temprano el estado será reconocido", declaró esta semana ante sus simpatizantes, quienes coreaban "¡La patria no será vendida!"
Mientras tanto, Kaminski ha aprovechado los estrechos lazos que unen a su partido con el del primer ministro Vladimir Putin, Rusia Unida. De hecho, las pancartas y los carteles exhiben fotos de Kaminiski y Putin con sobre el lema "¡Rusia nos apoya!"
"Smirnov lleva 20 años en el poder", declaró Kaminski a Reuters. "Durante los últimos 15 a 18 su gente ha desempeñado puestos en la administración. No hay flujo de nuevas ideas", lamentó.
Sin embargo, los analistas están convencidos de que Smirnov empleará su ventaja como longevo dirigente para triunfar con facilidad en las elecciones de hoy. Queda por ver la reacción de Moscú a la que sería su quinta legislatura consecutiva.