LOGROÑO, 17 Nov. (EUROPA PRESS) -
El arquitecto Iñigo Berasategui, del estudio bilbaíno BeAr Architects, ha resaltado, en una entrevista a Europa Press previa a su participación en las Jornadas de Intervención en el Patrimonio, que "la arquitectura debe responder al entorno en que se ubica".
Iñigo Berasategui (Bilbao, 1988) y Ane Arce (Bilbao, 1989) son las cabezas que están detrás del Museo de Música Folk Vasca de Artea y su intervención formará parte de las 'XXIII Jornadas Internacionales de Intervención en el Patrimonio Histórico-Artístico - Palimpsesto. Recuerdos presentes', que el Colegio Oficial de Arquitectos acogerá del 20 al 23 de noviembre.
El proyecto supone la transformación de unas instalaciones "obsoletas" de aperos de labranza, rodeadas de una parcela "generosa con una vegetación muy bonita a los pies del Parque Natural de Gorbeia". "Un proceso largo que esperamos acabar para el mes que viene", ha relatado.
Una trasformación que, en inicio, iba a culminar en un museo de música tradicional vasca pero que ha derivado en un lugar que recogerá otras manifestaciones artísticas dentro de un museo del paisaje como tradición cultural y que albergará usos como una escuela de música o un rincón dedicado a la restauración.
Se ha recuperado una antigua ferrería y un molino, que formarán parte del recorrido expositivo, y se ha acondicionado un edificio industrial que acogerá una escuela de música del valle que dará vida al museo porque garantizará el paso habitual de personas.
La naturaleza tiene un papel clave porque "si bien las edificaciones no tenían interés la parcela sí lo tiene, con el río y las montañas". De este modo, la intervención ha incluido un trabajo de paisaje "fuerte" con replantaciones de especies locales.
En este proyecto, las manifestaciones artísticas se relacionan continuamente con la naturaleza aprovechando detalles como la relación de un árbol con la txalaparta (instrumento de percusión tradicional del País Vasco).
Para Berasategui, "una buena arquitectura responde a una buena lectura del lugar en el que está". A su juicio, "esta relación es indisoluble" y, cuanto ésta no se da, "y llegamos a un edificio que valdría para cualquier sitio, éste no satisface lo que pretende ni genera alguna imagen".
El trabajo ha estado condicionado y, a la vez, enriquecido por el hecho de que, al ser un ayuntamiento pequeño, el edificio debía contener varios usos.
Y también ha supuesto un reto añadido, que ha derivado en oportunidad, el contar con un presupuesto ajustado que ha hecho tener que conservar elementos para poder aprovechar el material.
"Cuantos más retos tienes que responder" el trabajo "se convierte en algo más singular", ha destacado señalando lo "complicado" de un presupuesto "ajustado" que, en realidad, implica agudizar el ingenio.
El edificio en origen eran construcciones que no tenían valor arquitectónico, no eran exquisitas, pero tenían valor material "porque tenían recursos materiales que había que aprovechar". Cosas que se podían "poner en valor" para no tener que gastar.
Además, antes de comenzar la obra, el edificio principal que imitaba a un caserío, y que tenía una estructura de roble "bastante potente y bonita", por desgracia, se quemó.
Esto paralizó la obra pero, luego, "se convirtió en una oportunidad el repensarlo". Se conservó el total de la estructura quemada de roble y se hizo otra más ligera, que es realmente la que sujeta el edificio, pero la quemada se quedó "como parte de la historia maldita del edificio".