MADRID, 30 Nov. (EUROPA PRESS) -
Uno de los acusados del asesinato de una comerciante china en 2008 solicitará una indemnización por los 33 meses que ha pasado en prisión después de que el pasado viernes abandonara el centro penitenciario ante la sentencia absolutoria que previsiblemente dictará en los próximos días la Audiencia Provincial de Madrid.
Durante la pasada semana, Rafael G. y Antonio D. se sentaron en el banquillo de los acusados por un delito de homicidio, otro de robo con violencia y un tercero de tenencia ilícita de armas. Sin embargo, la Audiencia remitió un exhorto a la prisión al concluir el juicio para que les dejara en libertad ante la previsión de ser absueltos tras dos años en la cárcel.
En declaraciones a Europa Press, Rafael G. ha definido el transcurso del juicio como "una patraña de mentiras", y ha señalado que en la última vista terminó "llorando", ya que pensaba que iba "a pagar por un delito que no había cometido". Así, ha manifestado que de haber sido declarado culpable se hubiera "quitado la vida", puesto que, denuncia, "hay mucha gente en las cárceles que está cumpliendo condenas por algo que no han cometido".
El suceso se produjo el 10 de febrero de 2008 a las 14.00 horas cuando dos individuos accedieron a un establecimiento de comestibles. En el interior estaban los propietarios; los atracadores esgrimieron una pistola y exigieron la recaudación. Las víctimas se resistieron y los asaltantes dispararon a ambos. La mujer falleció en el momento y el varón, alcanzado en el pecho, fue trasladado al hospital Gregorio Marañón.
La familia de Rafael Alberto G. defendió durante el juicio que es inocente, y que incluso habría sido utilizado de "cabeza de turco" por dejación de funciones de las Administraciones Públicas en la investigación.
En este sentido, Rafael ha subrayado que fue detenido once días después del asesinato, un momento, relata, "en el que se me cayó el mundo encima". "En estos tres años he intentado suicidarme dos veces, gracias a mi compañero de celda, que me salvó la vida. Fue un momento especialmente duro", argumentó.
Ya en libertad y tras pasar el fin de semana "feliz" con su hija y su yerno, Rafael ha reconocido estar "todavía desorientado" por lo sucedido a lo largo de estos tres años, ya que pensaba que en su veredicto, el jurado le responsabilizaría del delito. "El jueves me fui llorando, yo pensaba que me daban 29 años, que era lo que se me pedía en principio", añadió.
Ahora, tras dos semanas de juicio y haber perdido ocho kilos, Rafael sólo quiere celebrar su salida de la cárcel y la previsible sentencia absolutoria del tribunal, "buscar un puesto de trabajo" y disfrutar del coche adaptado --por una discapacidad física del 66 por ciento-- que acaba de adquirir.