TOLEDO, 16 Ene. (EUROPA PRESS) -
El Ministerio Fiscal y la acusación particular consideraron hoy que la muerte de un hombre a manos de su esposa, Emiliana G.P., de 50 años, tras clavarse un cuchillo de cocina de 15 centímetros tras una discusión en el domicilio que ambos compartían en Argés (Toledo), se podría haber evitado haciendo uso de "un sinfín de posibilidades", mientras la defensa de la acusada insistió en que el miedo de la mujer impidió que la historia terminase de otra manera.
Así lo indicó cada una de las partes al exponer sus conclusiones definitivas en el juicio que desde el pasado lunes se celebra en la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Toledo y que ahora queda a expensas de que el jurado popular delibere y emita su veredicto.
El Ministerio Fiscal acusó a la imputada de haber cambiado su versión de los hechos respecto a lo afirmado ante la Guardia Civil, el Juzgado de Instrucción y los psicólogos, considerando una "estrategia de la defensa" el hecho de que ahora haya dicho que lo que hizo fue motivado por un miedo insuperable a su marido, a causa de los malos tratos psicológicos y físicos que este le propinaba.
En su opinión, el día 11 de mayo de 2006, tras una discusión con su marido, Emiliana salió en su busca con un cuchillo en la mano pero no con la intención de amenazarlo sino porque "quería darle su merecido y fue a por él". "Hizo lo que quería hacer", afirmó la representante del Ministerio Público, quien indicó que la imputada ha mentido tanto al referirse a la acción como sobre la ropa que llevaba.
Recordó que, como dijeron los forenses, la herida que presentaba el fallecido es incompatible con un resbalón, como la acusada afirmó ahora, preguntándose si lo que hizo "fue lo único que podía hacer" ya que, a pesar de lo que ocurría en "la casa de los horrores" --pues consideró que lo relatado no pueden ser denominado sólo como malos tratos-- nadie declaró nunca contra Santiago, ni siquiera en la única ocasión en que se alertó a la Guardia Civil.
SE DABAN MALA VIDA MUTUAMENTE.
"Me cuesta creer que una madre, apoyada por tres hijos, el novio de la mayor, con familia en Ahigal (Cáceres), otra casa en el pueblo y una hermana a la que podía acudir haya aguantado 28 años una situación así", apuntó, ahondando así el argumento de que la acusada "no es ajena a toda culpa" y que el matrimonio "se daba mala vida mutuamente".
En su opinión, Santiago no se merecía la muerte, aunque lo que ella cuenta sobre su ambiente familiar "pueda llevarnos a comprender" su situación, pero insistió en que "nadie puede matar a otra persona e irse de rositas". La acusada, según el Ministerio Público, sabía lo que había hecho y sus consecuencias.
Finalmente, justificó los agravantes de parentesco y abuso de superioridad considerando que el desequilibrio de fuerzas entre la víctima, que estaba borracha, y la agresora "le favoreció a ella"; pero también la atenuante de arrebato, consciente de que "la situación larvada, de problemas no resueltos del matrimonio, hizo que sus mecanismos de contención se vieran mermados".
EMILIANA "MONTÓ UNA FÁBULA".
Por su parte, el letrado de la acusación particular, quien aseveró que los dos miembros del matrimonio eran culpables de la situación a la que habían llegado, acusó a Emiliana de haber montado "una fábula" durante la vista oral, mintiendo y faltando a la verdad y seguro de que "ha habido un sinfín de posibilidades para evitar" lo que sucedió.
En su opinión, es "imposible" creerse la versión de maltrato relatada por la acusada y sus hijos sin que en 28 años haya ocurrido un hecho grave "a no ser que esté privada de voluntad y no es el caso", agregó. "Creo que el infierno que nos han relatado es insoportable y es mentira porque es humanamente imposible de soportar".
En este sentido, destacó cómo tanto sus declaraciones sobre los malos tratos como las de sus hijos se refirieron a los mismos hechos violentos, contados en el mismo orden, con las mismas palabras y las mismas señas y que, cuando eso no sucedía, "entraba en acción la defensa".
A su juicio, el día de los hechos, Emiliana pensó: "hoy es mi día, cojo el cuchillo y me quito el problema", convencido de que si su vida era un infierno "cualquier ser humano se hace de piedra", recordando que, según los psicólogos, la acusada no tenía un especial sentimiento de culpa por haber matado a su marido.
Negó que la víctima tuviera una escopeta aunque sí licencia de armas, y lamentó que a Santiago se le hubiera hecho un "juicio doble", mostrándole como un ogro y un monstruo, cuando en realidad era la persona fallecida. En sus conclusiones recoge los dos agravantes del Fiscal pero no el atenuante de arrebato ya que "los nervios de Emiliana eran ya de acero tras 28 años".
NO HABÍA OTRA SALIDA NI OPCIÓN.
Finalmente, la defensa de Emiliana G.P., quien señaló que si existe una persona capaz de soportar 28 años de su vida de malos tratos esa es la acusada, recalcó que esta sólo quiso amenazar a su marido para que la dejase salir de la vivienda pues la puerta de esta estaba cerrada con llave e "inexorablemente había visto a su agresor para salir".
"Ella tenía miedo como tenían sus hijos y fue ese miedo lo que la hizo defenderse", un miedo "típico de una persona maltratada", que justifica que los hijos no pidan prisión para su madre, siendo "conscientes de que ella no tenía otra salida y ni otra opción", manifestó la letrada de la defensa.
En cuanto a los agravantes de superioridad y parentesco que esgrimen el Ministerio Público y la acusación particular, señaló que el marido era una persona que cuando bebía "hay que temerle" debido a la fuerza, agresividad y violencia de la que era capaz en ese estado; mientras que el parentesco puede rebajar una pena si esa personas familiar "no me quiere, cuida ni respeta".
La abogada, que mostró al jurado un documento que prueba cómo la víctima tenía registrada la existencia de una escopeta desde el 2004, arremetió contra la familia de este último que ahora piden una indemnización económica por su pérdida "cuando ni siquiera se han hecho cargo del sepelio ni de la sobrina pequeña", hija menor del matrimonio que vive con la hermana mayor.
Finalmente, la acusada haciendo uso de su derecho a decir la última palabra, reconoció que "hubiera hecho cualquier cosa para que mi marido no esté donde está" y afirmó que el único defecto del hombre fue el orgullo que le hizo no reconocer que estaba enfermo, que les hacía daño y que si quería a sus hijos debería haber actuado de otra forma.
El Ministerio Fiscal solicita para la acusada una pena de 14 años de prisión por un delito de homicidio, con las agravantes de parentesco y abuso de superioridad y la atenuante de arrebato; la acusación particular eleva esa pena a 15 años, sin el atenuante, y la defensa pide la libre absolución de su patrocinada.