MADRID, 5 Feb. (EUROPA PRESS) -
Amador López era un delincuente habitual de la Comisaría de Usera, con cerca de 14 antecedentes delictivos, hasta que un tiro supuestamente accidental a manos de un inspector del Cuerpo Nacional de Policía acabó con su vida la noche del 11 de julio de 2003. El agente acusado del presunto homicidio imprudente defendió hoy durante su declaración en el juicio que su arma reglamentaria, una parabellum de 9 milímetros, se disparó de manera "involuntaria" durante un forcejeo con la víctima y aseveró que "nunca jamás" apretó el gatillo de la pistola.
La Fiscalía de Madrid solicita para José Manuel L.R., de 33 años, un año y ocho meses de prisión por un delito de homicidio imprudente, penado como máximo con cuatro años de cárcel, en concepto de autor y una indemnización que suma 156.000 euros para los padres del fallecido, siendo responsable civil el Estado. Según el fiscal, hay "dudas razonables" de que el suceso fuera como relata el procesado.
Los hechos se produjeron el 11 de julio, cuando José Manuel L.R. patrullaba, junto a otros compañeros, por la calle Romancero Gitano, del distrito de Usera. Alrededor de las 3.30 horas recibió un aviso que alertaba de la huida de unos delincuentes que habían practicado un alunizaje en la zona. Tras ello, se desplazaron a la avenida de los Poblados, donde observaron que un vehículo blanco iba a gran velocidad.
Durante unos minutos, el coche patrulla persiguió al vehículo con señales luminosas y acústicas a fin de que parara. Finalmente, se detuvo en el camino Viejo de Villaverde, próximo al parque de Pradolongo, y el copiloto se bajó, emprendiendo su huida a pie. Los ocupantes del coche no eran los autores del alunizaje, pero habían robado el vehículo perseguido.
"YO NO DISPARÉ A ESE SEÑOR"
"Corrí detrás de él. Levante el arma y le di con la pistola en la cabeza. Entonces se produjo el disparo accidentalmente", relató el procesado, quien desenfundó el arma "décimas de segundo" después de que viera a la víctima sacar "algo del pantalón", que resultó ser un destornillador. "El disparo se produjo al contactar el arma con la cabeza", dijo.
En todo momento, sostuvo que el arma tenía el seguro puesto y negó que al inicio de la persecución desactivase los mecanismos de su pistola. A preguntas del fiscal, reiteró: "Yo no dispare a este señor en ningún momento". Aseguró que si hubiera pensando que el hombre corría algún riesgo le hubiera dado en la cabeza "con una piedra o con la mano abierta".
Aunque apuntó que conoce las instrucciones de la Policía a la hora de utilizar el arma reglamentaria en última instancia, José Manuel L.R. admitió que en los 21 años que lleva en el Cuerpo "siempre" la ha utilizado para amedrentar cuando lo creía "oportuno". "En este caso, era oportuno por el peligro que conllevaba. Cuando hay peligro se saca el arma", apostilló.
DISPARO EN SEDAL EN LA SIEN
Según su versión, el disparo dio en sedal a Amador en la sien, es decir, le pasó de "refilón" y le dio en el hueso, desintegrándose el proyectil. Los expertos en balística sostienen que la única posibilidad para que el arma se disparara sola sería si el procesado hubiera golpeado al hombre con la punta del cañón en la cabeza, lo que no ocurrió conforme a su propio testimonio.
Ahora, los magistrados tendrán que dilucidar si el disparo se produjo de manera accidental o intencionada. Los compañeros del procesado testificaron que después de que se produjeran los hechos éste les comentó que el arma se disparó sola. "El compañero estaba pálido y con la cara desencajada. Nos dijo que el disparo fue accidental", contó uno de los agentes.
Por su parte, las acusaciones defienden que José Manuel L.R. limpió el escenario de los hechos, puesto que se encontró una vaina a unos 20 metros de donde se produjo el tiro. Frente a ello, el procesado argumentó que el casquillo del disparo se quedó dentro de la recámara y un compañero certificó que al escuchar la detonación pegó dos tiros intimidatorios al aire, por lo que la citada vaina podría venir de esos disparos.