MADRID 7 Oct. (EUROPA PRESS) -
El que fuera portavoz de la ilegalizada Batasuna, Arnaldo Otegi, quien en la actualidad se encuentra en prisión, fue el más duro en escenificar la ruptura de la negociación en las reuniones que tuvieron lugar en mayo pasado entre los enviados del Gobierno y los representantes de Batasuna por un lado y los de ETA por otro, según las fuentes consultadas por Europa Press.
Estos encuentros que se celebraron entre mediados y finales de mayo en Ginebra, se plasmaron en dos mesas, la política y la de los enviados del Gobierno con ETA. El objetivo era tratar de salvar el proceso de paz que ya se daba por roto en muchos sectores tras el atentado de ETA en el párking de la terminal cuatro del aeropuerto de Barajas de Madrid.
Sin embargo esto no fue posible y tras varios días de reuniones en la localidad suiza, en el último encuentro celebrado con Batasuna, Otegi elevó el listón de las peticiones que había venido realizando hasta el momento la izquierda abertzale y se expresó en términos muy duros, según fuentes conocedoras de estos encuentros consultadas por Europa Press.
Su planteamiento contenía la anexión de Navarra al País Vasco y la autodeterminación de Euskal Herría en términos nada modulados y por las bravas.
Estas mismas fuentes precisaron que sorprendió que la mayor dureza en escenificar la ruptura de la negociación viniera precisamente de Otegi, con quien se avanzó en las conversaciones de Loyola en todo el aspecto político de la negociación y a quien se atribuía la actitud más posibilista para lograr una solución dialogada de la violencia.
No obstante, las mismas fuentes no dudan que el dirigente abertzale, encarcelado poco después de romperse la tregua --tras una sentencia del Tribunal Supremo que ratificaba otra de la Audiencia Nacional en la que se le condenaba por exaltación del terrorismo--, tenía órdenes muy claras de la banda al respecto.
ACTUABA BAJO PRESION O DE CARA A LOS SUYOS
Algunas fuentes barajan dos hipótesis sobre su actuación. Así, apuntan a que podría estar actuando bajo presión o, que, por el contrario, viendo que la negociación estaba abocada al fracaso, quería quedar bien ante los suyos.
Este hecho, es decir, la falta de independencia en la negociación, de la rama política de ETA se fue plasmando, según las fuentes consultadas, en varios momentos de la negociación con los representantes del Ejecutivo y quedó evidenciada en lo ocurrido en las conversaciones de Loyola, en las que PNV, PSE y Batasuna estuvieron a punto de pactar un texto, pero los representantes de la formación ilegalizada lo impidieron.
Estos encuentros de Loyola se rompieron en noviembre del pasado año, después de haberse prolongado durante casi tres meses en el Monasterio de Loyola, en Guipúzcoa. Durante ese tiempo, desde septiembre a noviembre, los representantes del PSE, Batasuna y el PNV negociaron un texto en el que plasmaron unos acuerdos mínimos en la parte de la negociación política.
En ese tiempo, Batasuna se esforzó en transmitir que tenían capacidad de negociación y que eran interlocutores válidos. Ahí se trabajó sobre un texto que, hacia el mes de noviembre, estaba más o menos cerrado, a falta de que lo refrendaran las direcciones de los partidos que se reunieron en el Monasterio. El acuerdo era el de introducir tan sólo precisiones terminológicas o matices, pero sin tocar el fondo de lo redactado.
Sin embargo, en la reunión de noviembre, fijada para dar ya el visto bueno definitivo al texto, no ocurrió lo que se esperaba. Una vez que los representantes de los tres partidos se sentaron a la mesa, los portavoces de Batasuna comenzaron a hablar entre ellos preguntando por dónde estaba el papel que traían con los cambios. "Yo no lo tengo, mira a ver si lo tienes tu", le decía el uno al otro. "Pues yo no lo encuentro", respondía el interpelado.
Finalmente, y tras revolver entre sus papeles, apareció la propuesta que traían y que era muy diferente del papel que habían redactado y acordado someter a la aprobación de las direcciones de sus respectivos partidos. El contenido de este documento hacía referencia a Navarra y planteaba la creación de un estatuto conjunto de autonomía para cuatro provincias --las tres vascas y navarra--. Además, el planteamiento era que este estatuto tenía que estar cerrado en dos años, sin someterse ni al parlamento vasco, ni al navarro, es decir, "por las bravas", según precisaron las fuentes consultadas.
El planteamiento no fue aceptado por ninguno de los presentes y la mesa tripartita quedó suspendida con gran sorpresa y enfado de las otras partes que habían estado trabajando en el texto durante esos meses y con la sospecha de que los representantes de Batasuna no tenían autonomía de ETA sobre lo que estaban negociando.
Sin embargo, durante el mes de diciembre los representantes de Batasuna volvieron a dar marcha atrás en sus planteamientos y admitieron en conversaciones privadas que se habían equivocado. Por ello plantearon al PNV retomar las reuniones a tres y poder cerrar un acuerdo político.
El Partido Nacionalista admitió retomar las conversaciones, pero planteó que antes de sentarse a tres, Batasuna debía hablar con el PSE sobre esta cuestión. Todo esto ocurrió en diciembre y justo el día que los representantes de Batasuna se sentaban a hablar con el PSE para recomponer la negociación política ETA metió una bomba en Madrid y voló por los aires el párking de la terminal cuatro del aeropuerto de Barajas.